La ciencia es la única noticia

Asombro gastado

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

Por qué es tan difícil que la gente haga suyas las ideas científicas? Una parte de la responsabilidad, sin duda, debe atribuirse al hecho de que el conocimiento científico esté generalmente muy lejos de lo que nos enseña la experiencia cotidiana, que por tanto nos resulta familiar. A nuestros ojos, por ejemplo, los grandes accidentes orográficos serían inmutables; quien corresponda, habría creado el mundo tal como es hoy. Así se pensó durante siglos, y por eso afirmar, como se afirmaba, que según la Biblia la Tierra tenía 6.000 años, no generaba ningún conflicto intelectual. ¿Por qué había de ser más vieja o más joven?

Fueron geólogos quienes comenzaron a especular con el tiempo profundo, pues encontraban hechos que contradecían las fechas bíblicas. Al principio, hay que reconocer, sus especulaciones eran más bien tímidas. James Hutton se dio cuenta de que habían ocurrido tantas cosas en algunas formaciones geológicas que sólo podían explicarse contando con mucho tiempo, así que propuso extender la edad de la Tierra de 6.000 a 60.000 años. No le hicieron mucho caso. Pero las ideas de Charles Lyell, que se reconocía deudor de Hutton, convencieron a casi todo el mundo ilustrado: en líneas generales, venía a decir, el paisaje se está haciendo, y los cambios pasados en la superficie de la Tierra se han debido a los mismos procesos que ocurren aún hoy. ¿Qué significaba eso? Pues, por ejemplo, que la pequeña erosión del río, que a lo largo de nuestra vida apenas somos capaces de percibir, es responsable de la profundidad del valle por el que ese río corre. ¿Y cuánto tiempo habrá hecho falta para excavar el valle? Sin duda, cientos de miles, millones, decenas de millones de años.

Todo esto, como la evolución de las especies de Darwin, parecía imposible, causaba incredulidad y asombro, y era difícil de aceptar por la sociedad de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Poco a poco, sin embargo, se ha ido asumiendo, y si bien nuestra experiencia nos mantiene incapaces de concebir periodos tan largos, no nos cuesta trabajo reconocer la evidencia de esos mecanismos y el tiempo que ha sido necesario para producir los resultados que observamos. Afortunada o desafortunadamente, tal es el sino del conocimiento acumulado: dejar de sorprender. Si hoy nos dicen que tal río ha tardado diez millones de años en excavar tal garganta, difícilmente contestaremos con un ¡absurdo!, o un ¡imposible!, y menos aún con un ¡qué maravilla! Todo lo más diremos ¡interesante! Ya no nos asombra. Ahora bien, ¿qué ocurriría si lo que nos cuentan es que la erosión de un río ha alzado una montaña de miles de metros? ¿Cómo dicen? ¿Que no creen que eso pueda ocurrir? El próximo lunes se lo explico.

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