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Pensar al revés

EL JUEGO DE LA CIENCIA // CARLO FRABETTI

* Escritor y matemático

En vano intentó Galileo que los jerarcas de la Iglesia miraran la Luna con su telescopio. Nuestro satélite, puesto por Dios en el cielo para mitigar la oscuridad nocturna, solo podía ser una esfera perfecta, y si un instrumento fabricado por el hombre mostraba cráteres en su superficie, el instrumento se equivocaba.

¿Demencial? Por supuesto. Pero no seamos demasiado duros con nuestros antepasados: muchas personas, cuatro siglos después, evitan sistemáticamente mirar lo que podría poner en entredicho sus convicciones. En alguna medida, todos lo hacemos de vez en cuando. Incluso los científicos.

Cuando un experimento o una observación refutan una teoría muy arraigada, siempre hay alguien que los impugna. El experimento de Michelson y la catástrofe ultravioleta son ejemplos memorables, que dieron lugar a reformulaciones de la física –la relatividad y la mecánica cuántica– que tardarían en ser aceptadas sin reservas.

A veces pensamos al revés: en lugar de reflexionar a partir de los datos objetivos para llegar a una conclusión, partimos de una conclusión preestablecida -–decir, de un prejuicio– para determinar si los datos objetivos son aceptables o no. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, por lo tanto los fósiles mienten y el evolucionismo es una falacia. La tortura es incompatible con la democracia, y puesto que vivimos en democracia, no hay tortura.

El mundo es determinista, y como la mecánica cuántica cuestiona el determinismo, es errónea... En ocasiones, esta forma de pensamiento al revés ("enrevesado" en estricto sentido etimológico) puede ser constitutiva de delito, como en el caso de la negación del Holocausto (los nazis no eran monstruos, por lo tanto los campos de exterminio son un invento de los judíos); pero muchas veces sustenta creencias supuestamente respetables, como tantas religiones y doctrinas políticas.

Pero los hechos son obstinados. Y es cada vez más difícil negarlos. La evidencia fósil es abrumadora, el éxito teórico y práctico de la mecánica cuántica demuestra que es el mejor modelo de la realidad del que jamás nos hemos dotado, y cualquiera que tenga acceso a un ordenador puede informarse en cuestión de minutos sobre la vigencia de la tortura. O sobre cualquier otra cosa. Si la imprenta hizo posible la revolución humanista del Renacimiento, Internet hará posible otro salto cualitativo cuyo alcance solo podemos vislumbrar. Y que, de momento, está poniéndoselo cada vez más difícil a quienes pretenden hacernos pensar al revés.

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