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Lenguaje y socialización

ORÍGENES // JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

*  Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos

La aparición del lenguaje en la evolución humana sigue siendo una gran incógnita. Nos faltan las partes blandas, que darían muchas respuestas, y los restos óseos fosilizados son escasos y sólo ofrecen una información parcial. Por ese motivo, los científicos han tenido que recurrir a construir modelos sofisticados, no exentos de una cierta dosis de especulación. Es el caso de los paleo-antropólogos Leslie Aiello y Robin Dunbar, del Colegio Universitario de Londres. Varios investigadores han defendido que el lenguaje humano es una característica exclusiva de nuestra especie. Para estos científicos, tan sólo nosotros, con nuestro gran desarrollo cerebral y capacidades cognitivas, incluido el pensamiento simbólico, seríamos capaces de producir un lenguaje complejo y sofisticado.

Aiello y Dunbar, así como otros muchos colegas (entre los que me cuento), no compartimos esta opinión. Si bien es cierto que nuestro mundo actual requiere nombrar y definir cientos de miles de objetos artificiales y naturales, no es menos cierto que el mundo del Pleistoceno también necesitaba nombrar y definir miles de especies animales y vegetales, así como otros muchos elementos físicos de la naturaleza. Aiello y Dunbar estudiaron diversas especies de primates y establecieron hace varios años una relación entre el tamaño de la corteza cerebral con respecto al resto del cerebro, el número de individuos que forman los grupos y el tiempo dedicado a la interacción social. Estos investigadores hallaron una correlación positiva entre los tres factores.

Cuando los mismos cálculos se aplicaban a las especies de homininos extinguidos, el dato más sorprendente (y tal vez el más discutible) es que las especies como Homo habilis y Homo erectus formarían grupos constituidos por casi un centenar de individuos. Quizás estas cifras pueden resultar exageradas, aunque los grupos de babuinos, que viven en ecosistemas parecidos a los que ocuparon ciertas especies de homininos, también están formados por un número muy elevado de individuos. Estos primates tienen interacciones sociales complejas y continuadas y han establecido un sistema de comunicación más sofisticado que el de otros primates menos sociales, que incluye una gran variedad de tonos y emociones.

En los grupos muy numerosos la cohesión social no es fácil de mantener. La jerarquía y el liderazgo ayudan a conservar la unidad; pero Aiello y Dunbar sostienen que una cierta complejidad en la comunicación también es indispensable. Cuanto mayor sea el grupo, más complejas deben ser las unidades de información que se transmiten entre los individuos. Si añadimos que especies como Homo habilis ya presentaban claras evidencias de asimetría cerebral y diferenciación para el uso habitual de una de las manos, quizás estos homininos tan antiguos estaban ya capacitados para construir secuencias de vocalización con un cierto contenido conceptual.

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