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El sofoco de Wallace

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

* Catedrático de Física Atómica Molecular y Nuclear en la Universidad de Sevilla

En este año de exaltación darwinista hemos de ser ecuánimes dedicándole una columna al maestro de escuela Alfred Russel Wallace, codescubridor del origen de las especies por selección natural, como hicimos con el aristócrata Charles Darwin.

El curso 1844-1845, el joven maestro se hizo amigo de un naturalista especializado en insectos, Henry Walter Bates, y allá que consiguieron los dos, tres años más tarde, cumplir sus sueños: participar en una expedición oficial al Amazonas. Todo el material que recogieron en varios años de exploración, sobre todo fantásticas colecciones de mariposas, se fue al fondo del mar con el barco que los llevaba de vuelta a casa. Un desastre, pero al menos lo pudieron contar. Desde 1854 a 1862, Wallace recorrió el archipiélago Malayo y poco después de llegar, estando en Borneo, escribió su primer ensayo sobre la evolución de título más que explícito: Sobre la ley que ha regulado la introducción de nuevas especies. El problema de averiguar cómo cambiaban las especies le costó diez años resolverlo. La respuesta fue clara: por la supervivencia del mejor adaptado. Ya tenemos aquí la selección natural según Wallace.

Investigar en esos paisajes exóticos y paradisíacos debió de ser tan fascinante o más que el viaje del Beagle, pero tenga en cuenta el lector lo siguiente. El Ecuador pasa justo por donde anduvo Wallace. Eso significa que hace un calor que la humedad hace terrible. Y además no hay estaciones. Conclusión: hay que tener mucha fe, tesón y aguante para observar durante muchos años animales y plantas en campos y selvas en esas condiciones asfixiantes. Y si se es inglés, se tiene garantizado el estado de sofoco permanente, tortura equivalente a la de Darwin a causa de su mareo crónico, la diarrea y su profunda antipatía por el capitán del barco. Así de poderosa, exigente e incluso cruel es la ciencia.

A pesar de la pasmosa coincidencia de las teorías de Wallace y Darwin, en el asunto del homo sapiens discreparon. Ambos creían que el hombre había evolucionado como todo bicho viviente, pero mientras que para Darwin esto incluía sus capacidades mentales, para Wallace tan singulares habilidades exigían un agente externo no biológico. O sea, Dios. También, a Wallace le molestaba la insistencia de Darwin en el papel de las hembras en la selección natural. Estas elegían para aparearse sólo a los machos más fuertes y "bellos" haciendo de esta selección sexual una pieza clave. Curiosamente, aunque más religioso que Darwin en lo espiritual, Wallace era de mentalidad más progresista en lo social, en concreto, fue un entusiasta de la nacionalización de las tierras y del ¡sufragio femenino! En cualquier caso, a Wallace le otorgaron reconocimiento y honores, sobre todo porque Darwin siempre lo consideró codescubridor de su gran hallazgo.

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