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Seguridad

MIGUEL DELIBES DE CASTRO // VENTANA DE OTROS OJOS

*Profesor de Investigación del CSIC

Daniel Blumstein es ecólogo del comportamiento y uno de los mejores especialistas mundiales en el estudio de cómo los animales minimizan el riesgo de ser depredados. Recientemente ha escrito, en un libro sugerentemente titulado "Seguridad nacional: Una aproximación darwiniana a un mundo peligroso" (editado por R. Sagarin y T. Taylor), un capítulo donde aplica lo que sabe de la conducta animal a la seguridad, individual y social, en nuestra vida cotidiana. Sus conclusiones, tal vez obvias, no carecen de interés.

El investigador empieza por subrayar que la evitación completa del riesgo es imposible. Un comportamiento seguro lo es siempre de forma relativa y como resultado de un compromiso: lo que se invierte y gana en seguridad, se pierde en otras cosas. Teóricamente, un animal podría optar por el riesgo cero manteniéndose siempre en el interior de su guarida, pero entonces no comería, ni encontraría pareja. Tal vez quedarse corto en protección sea malo, por tanto, pero pasarse es peor. ¿Imaginan lo que piensa uno leyendo esto en un avión, tras pasar descalzo los controles del aeropuerto y habiendo tenido que tirar a la basura la espuma de afeitar?

Blumstein habla de la habituación, que no es sino una expresión técnica para la conocida fábula del pastor que grita repetidamente y sin motivo "¡Que viene el lobo!", hasta que viene de veras y pilla a todos desprevenidos. Los árabes, al parecer, se sirvieron de este mecanismo para sorprender a los israelitas en la guerra de 1973. Antes de lanzar su ataque, llevaron a cabo nada menos que 40 maniobras militares cerca de la frontera, de manera que cuando agruparon tropas en la misma zona en la ocasión 41, los mandos de Israel no reaccionaron. Enseguida lo lamentarían.
Pero el etólogo trata también aspectos más desconcertantes. Desde el punto de vista de la vida y de la muerte, escribe, una posible (aunque políticamente inadmisible) respuesta a los grandes atentados de Nueva York, Madrid y Londres sería ignorarlos. En los tres países los conductores ebrios, el tabaco o la obesidad matan muchos más ciudadanos que el terrorismo, y biológicamente deberían percibirse como una amenaza más grave. Ocurre, sin embargo, que de forma natural los humanos sobreestimamos el riesgo de los acontecimientos masivos e infrecuentes, y también de aquéllos sobre los que tenemos poco control y que nos afectan de forma violenta. No sé si la conclusión de Blumstein me agrada o todo lo contrario.

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