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Pasión y muerte de Évariste Galois

EL JUEGO DE LA CIENCIA // CARLO FRABETTI

* Escritor y matemático

En los años sesenta del siglo pasado, irrumpió en la escena musical francesa un melenudo cantautor que se hacía llamar Évariste y que alcanzó cierto éxito con canciones como Connais-tu l’animal qui inventa le calcul intégral? (¿Conoces al animal que inventó el cálculo integral?). Como vimos en la columna anterior, si nos remontamos a los precursores podríamos considerar que fue Arquímedes el "animal" que inventó el cálculo integral, o al menos el que dio el primer paso en esa dirección. Pero seguramente Évariste estaría pensando, al componer su canción, en Leibniz y Newton, los padres del cálculo infinitesimal propiamente dicho. De lo que no hay ninguna duda, porque el propio cantautor así lo declaró, es de que su nombre artístico era un homenaje a Évariste Galois.

El genial matemático francés Évariste Galois nació en 1811 y, al igual que su compatriota y casi contemporáneo Arthur Rimbaud, nos legó una obra revolucionaria, deslumbrante y precoz, bruscamente interrumpida a los veinte años de edad. Interrupción voluntaria en el caso de Rimbaud (que dejó la poesía por el menos arriesgado negocio del tráfico de armas) y forzosa en el de Galois, que murió en 1832 a causa de un disparo recibido al batirse en duelo.

Desde que Galileo y Newton inauguraron la ciencia tal como hoy la entendemos, los científicos han puesto especial empeño en definir con una precisión cada vez mayor términos que, inevitablemente, procedían del poco riguroso lenguaje común. Al decir que la fuerza es igual al producto de la masa por la aceleración, Newton no solo enuncia una de las fórmulas fundamentales de la física, sino que confiere un sentido más estricto y operativo a los tres términos implicados. Y con su "teoría de grupos", Galois contribuyó a situar el álgebra en un marco más amplio y más abstracto, que posibilita un mayor rigor en la descripción de los territorios conocidos a la vez que propone la exploración de un nuevo continente matemático.

Pero las matemáticas no fueron la única pasión del joven Galois: también fue un ferviente defensor de la república, y sus ataques a la monarquía le llevaron a la cárcel en un par de ocasiones. Pocos días después de su segunda excarcelación, tras ocho meses de durísimo cautiverio, murió a causa de la peritonitis provocada por el disparo de un compañero de batallas políticas y rival en asuntos amorosos. Sus últimas palabras, dichas a su desconsolado hermano, fueron: "No llores, Alfred; necesito todo mi valor para morir a los veinte años".

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