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Presidente científico

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO*Profesor de investigación del CSICCon la crisis económica y los anuncios de recortes presupuestarios, se ha recurrido directamente a la sensibilidad hacia la ciencia del presidente Rodríguez Zapatero para convencerlo de que no afecten a esa parcela. Todos sus esfuerzos previos por acercar la ciencia española al nivel de la de otros países avanzados, se le ha dicho con toda razón, quedarán en nada si se abandona la investigación en estos delicados momentos. Como una planta, la ciencia de un país se secará si deja de regársela, con más razón si es joven y, aunque en pleno crecimiento, carece todavía de sólidas y consolidadas estructuras (tronco, ramas, raíces).Pensando en el interés de Zapatero por la ciencia, he recordado al antiguo presidente de los Estados Unidos Thomas Jefferson (1743-1826). Es cierto que las cosas han cambiado mucho en 200 años, y hoy no puede imaginarse a un político en activo dedicado simultáneamente a la ciencia, o a un científico a la política (quienes lo hacen, dejan de investigar), pero ¿no sería bonito? Se dice de Jefferson que sabía medicina y cirugía, que predecía los eclipses y que era un excelente paleontólogo. Es más, se cuenta que en una ocasión John Kennedy reunió en la residencia presidencial a un numeroso grupo de Premios Nobel y les comentó: "Nunca ha habido en la Casa Blanca tanto talento por inquilino, si exceptuamos quizás las veces en que Thomas Jefferson almorzaba solo".Jefferson describió unos colmillos fósiles de elefante encontrados en una excavación cercana a su finca de Virginia. Como en aquella época no se admitían posibles equivocaciones del Creador (no otra cosa representaría la extinción de una especie), pensó que aquel enorme ser debía existir en algún lado. Cuando fue embajador en París discutió de tú a tú con Georges Buffon, que sostenía que aquellos huesos eran una mezcolanza de varias especies. Siendo vicepresidente de su país, Jefferson compró otro esqueleto hallado en una mina de sal; se trataba de un animal con grandes uñas al que llamó Megalonix. Más tarde, junto a Caspar Wister, probaron que se trataba de un perezoso gigante, que describieron científicamente como Megalonix jeffersoni. Ante la sugerencia de Buffon de que los animales americanos eran copias menores (quizás degeneradas) de los europeos, Jefferson recopiló pesos y medidas demostrando lo contrario. Durante toda su etapa presidencial impulsó la investigación, con frecuencia basado en criterios tan patrióticos como estrictamente científicos. En suma, un buen ejemplo.

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