La ciencia es la única noticia

Otra hora

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

*Profesor de Investigación del CSIC

Escribo cuando apenas faltan horas para que termine la Cumbre del Clima en Copenhague y, obviamente, sin saber cómo lo hará. No va bien, es cierto, pero pocas veces este tipo de citas han cuajado antes del ultimísimo momento. Tengo la esperanza de que algo avanzaremos y la seguridad de que será menos de lo deseable. Y tengo, también, la certidumbre de que no es esta, ya, la hora de la ciencia, sino otra hora. La ciencia no es la única ni la principal noticia en Copenhague. Me atrevo a decir que afortunadamente. La ciencia debe aportar conocimiento, pero es la sociedad ilustrada la que debe responsabilizarse de sus decisiones. Ello permite detectar, en momentos como este, la falacia de cuantos argumentaban que aún no había argumentos científicos, como sugiriendo que de contar con evidencias, actuarían de inmediato. La ciencia ha ganado el pulso, hay más evidencia (basada en el conocimiento) de la necesaria, ya no se discute eso, pero quienes aguardaban sin hacer nada o haciendo poco intentan seguir aguardando. El pudoroso velo de la necesidad de ciencia ha caído y podemos mirarnos desnudos en el espejo, constatando una vez más nuestras miserias (léase, cuánto nos cuesta, a los que más tenemos, renunciar a nuestros privilegios).

El conocimiento es una palanca para cambiar el mundo, sin duda, pero el instrumento no presupone cómo ni hacia donde. Lo que la ciencia enseña no es bueno ni malo, mejor ni peor. Se suele pensar que Darwin, hombre religioso en su juventud, habría perdido la fe al descubrir la evolución por selección natural. Él lo contó de otro modo. La perdió al descubrir la malignidad en la naturaleza, incompatible, en su opinión, con la existencia de un misericordioso Dios creador. En parte lo movieron razones familiares (en especial, la pérdida de su hija Annie), pero en parte, también, el estudio de las avispas parasitoides, que ponen sus huevos en presas vivas a las que, tras nacer, la larva devora desde dentro, lenta e inexorablemente. ¿Cómo un buen Dios podría inventar tanta crueldad?

El conocimiento científico nos sirve para constatar que en el mundo hay insectos parasitoides e insectos víctimas, pero no quién debe ganar y mucho menos si actúa correctamente al hacerlo. También han sido sociedades parasitoides y países víctimas los que han discutido en Copenhague y seguirán haciéndolo durante mucho tiempo. El quién tenga razón es un asunto ético, no científico.

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