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Día, noche y evolución

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

Mi compañero Carlo Frabetti me ha regalado el delicioso librito El juego de la ciencia, basado en sus colaboraciones en este periódico y los comentarios de los lectores. Leyéndolo, reencuentro un asunto que en su día me estimuló, pero luego olvidé. Plantea una aparente paradoja: puesto que las especies evolucionan, en algún momento una madre de una especie debe generar un hijo de otra diferente. Ernst Mayr creía que esa percepción platónica de las especies como ideas puras (que son o no son) había retrasado la aparición del pensamiento evolucionista.

De muy niña, mi hermana menor, Camino, mostró inquietudes que nos faltaban a los demás. Un crepúsculo veraniego la sorprendimos con los ojos perdidos, repitiendo en voz baja: "Día, día, día...". Y es que, mientras nosotros alborotábamos, ella trataba de determinar el segundo exacto en que el día se transformaba en noche. A fin de no distraerse, en aquella ocasión había decidido verbalizar lo que veía, pues siempre se perdía el cambio. Camino juzgaba el día y la noche como entes esenciales, tal vez con bordes imperfectos pero siempre con un límite claro entre ellos. Otro tanto, postulaba Mayr, ocurrió durante siglos con las especies.

Richard Dawkins lo ha recordado recientemente. ¿Por qué la idea evolucionista, sencilla y, una vez conocida, casi obvia, tardó en abrirse camino más que los complejos cálculos de Newton? Probablemente porque la mente humana es platónica. Nos resulta adaptativo, ya desde niños, tener las "ideas" claras, saber distinguir, por ejemplo, un perro de un gato, una gallina de un pato.

Somos capaces de reconocer que un dogo y un pequinés son perros, por diferentes que parezcan, y asumimos que todos ellos son variaciones alrededor del perro ideal, esencial e inmutable.

Una parte fundamental de la revolución de Darwin y Wallace fue precisamente romper esa barrera, aceptar que lo que servía para las variedades, sabidas cambiantes, podía aplicarse también a las especies.

Igual que no existe un minuto del día que dé paso a otro de noche, ninguna madre de la especie A produce un hijo de la especie B. Salvo excepciones (titulé una columna Por un solo gen), a lo largo de mucho tiempo distintos cambios van acumulándose en las poblaciones ,y en algún momento, o en algún lugar, lo que antes fue ha devenido otra cosa, o dos distintas. Nadie podría certificar en qué generación exacta ocurrió, pues esa generación no existe.

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