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¿Burbuja científica?

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

No es preciso recordar a nadie que con el asunto Lehman Brothers reventó una gigantesca burbuja financiera global, cuyos efectos nos han sumido en una crisis galopante. La presión por obtener rendimientos inmediatos y la ausencia de control posibilitaron la búsqueda de ganancias a corto plazo, las operaciones de riesgo, la dependencia de unas pocas entidades financieras y los comportamientos irregulares, un cóctel peligroso que nos llevó adonde nos llevó. En un interesante artículo de opinión publicado en la revista de la organización Europea de Biología Molecular (EMBO reports 11: 86-89, 2010), Laurent Ségalat encuentra inquietantes paralelismos entre la organización del sistema financiero previa a la crisis y la del sistema científico actual. "Los mismos síntomas y ¿los mismos peligros?", se pregunta.

Señala Ségalat la enorme competencia por publicar en las revistas de más impacto, tipo Science y Nature, lo que concede a estos órganos y sus empresas, cuyos intereses no tienen por qué coincidir con los de la ciencia, un enorme poder, y hace a los científicos extremadamente dependientes de sus criterios. La analogía con el sistema financiero le parece obvia: la economía global, e incluso los gobiernos, dependen de unos pocos bancos poderosísimos cuyos intereses no coinciden con los de los países y la economía general. Para publicar en las grandes revistas, señala también, no basta la calidad sino que, a menudo, hay que presentar resultados inesperados y espectaculares. De nuevo aparece la analogía con las operaciones financieras de riesgo, con los pelotazos. La competencia por unos pocos espacios en las mejores revistas estimula el fraude, la manipulación de datos, la publicación de errores que luego se han de corregir (incrementando de paso el número de citas). Esos artículos huecos de verdadero conocimiento serían para el sistema científico análogos a los activos tóxicos del sistema financiero, de los que tanto oímos hablar en su día.

Hay más cosas, pero no puedo mencionar todas. Como en las finanzas, dice Ségalat, a menudo confundimos en ciencia el éxito y el brillo con el mérito real, entendemos la publicación como un fin, no como un medio, y carecemos de sistemas de control efectivos. Durante décadas se ha dejado a los mercados financieros que se regularan a sí mismos, pensando que el sistema mejoraría de un modo natural. Ya sabemos lo que pasó. También el sistema científico carece en general de regulaciones externas y se autoorganiza, imaginando que el fruto de la competencia feroz lo hará mejor. Las similitudes son muchas, y tal vez el estallido de la burbuja financiera debería hacernos pensar si existe una burbuja científica.

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