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Desafío a Frabetti

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

* Catedrático de Física atómica, molecular y nuclear en la Universidad de Sevilla

Las matemáticas en India, como en algunas otras culturas, se desarrollaron al socaire de la astronomía, y ésta y la astrología aún estaban tan imbricadas que se complementaban. Uno de los matemáticos más sobresalientes de la antigüedad fue Bhaskara II también conocido como el maestro y el sabio. Había nacido en 1114. Su obra está recogida en tres libros fascinantes: Lilavati, Bijaganita y Siddanta Siromani. Tan apreciado y famoso era Bhaskara que hasta Fyzi, el gran poeta de la corte del emperador Akhar, dejó poemas y escritos dedicados a él. En uno cuenta que Lilavati era la hija del matemático y la razón por la que tituló su obra principal con su nombre.

Cuando nació su hija, Bhaskara consultó sobre su futuro a sus amigos astrólogos. Todos vaticinaron que jamás se casaría. Sólo uno entrevió en su horóscopo una posibilidad. Siempre que viviera cerca del mar y no dejara pasar la época y el momento propicios, Lilavati matrimoniaría felizmente. Apenas la joven entró en edad de merecer, Bhaskara, ya viudo, se trasladó con ella a un lugar apropiado para favorecer el vaticinio. Todo marchó bien, porque un joven apuesto y de buena posición se enamoró de ella y pidió su mano. Las familias fijaron dotes, fecha y hora del casamiento.

Los relojes de la época eran de agua y el que Bhaskara tenía en su casa era del modelo más exacto. Un bien elaborado cilindro rematada su base en forma cónica y flotando en un recipiente de agua tenía como principal mecanismo un agujero en el fondo. Por él se inundaba lentamente hasta que se hundía tras un preciso intervalo de tiempo. El día de la boda, engalanada como su alta posición y alegría exigían, Lilavati miraba a menudo y ansiosamente el cilindro deseando que llegara la hora de partir con su padre hacia el templo donde se celebraría la boda. Una perla se desprendió de su vestido, cayó en el cilindro y obstruyó el orificio. El reloj se detuvo. Bhuskara, con gran pena, concluyó que la hora propicia había pasado porque era inútil luchar contra el destino. Aunque los familiares del novio insistieron en celebrar una nueva reunión para fijar otra fecha y hora, no hubo lugar porque el joven huyó presa de la vergüenza y el deshonor. Bhaskara, para consolar a su hija, le dijo que escribiría un libro de matemáticas tan bello y perdurable que las generaciones futuras la recordarían más que si hubiese tenido muchos hijos.

Esta columna, con benévola intención es una intromisión en el mundo de nuestro caro matemático y escritor Maestro Frabetti. Se ha hecho a modo de desafío, porque le reto con ella, para deleite propio y de los lectores, a que nos cuente un avatar en la historia de las matemáticas tan bello como el de la infortunada Lilavati.

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