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La pelvis de Gona

ORÍGENES// JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

* Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos

Los restos fósiles de huesos de la pelvis de nuestros ancestros son un bien muy preciado para los que nos dedicamos al estudio de la evolución humana. Se conservan en muy raras ocasiones y, cuando se localiza un ejemplar con sus tres componentes, íleon, isquion y pubis, aporta mucha información sobre la forma corporal, el tamaño y peso del adulto, el tamaño del cerebro de los recién nacidos... Por ese motivo, una pelvis bastante completa encontrada en el yacimiento de Gona, Etiopía, de una antigüedad comprendida entre 900.000 y 1, 4 millones de años, ha merecido ser publicada en Science.

En los años 80 del siglo XX se produjo un hallazgo espectacular en Kenia. El esqueleto casi completo de un joven Homo ergaster (el llamado Chico de Turkana: KNM-WT 15.000) revolucionó nuestros conocimientos sobre los humanos de hace 1,5 millones de años. Sin embargo, mucho de lo que se publicó sobre ese ejemplar se basó en la reconstrucción errónea de la pelvis y en la aplicación del llamado "principio del actualismo": lo que observamos en las especies actuales puede ser una buena referencia para entender las especies extinguidas.

La pelvis del Chico de Turkana se reconstruyó de acuerdo al modelo de pelvis de nuestra especie. De ese modo, su estructura corporal se habría parecido a la de las actuales poblaciones africanas de las zonas tropicales, de cuerpo delgado y esbelto, bien adaptados a las condiciones climáticas. La pelvis hallada en el yacimiento de la Sima de los Huesos de Atapuerca (0,5 millones de años) y publicada en 1999 en Nature permitió refutar las conclusiones de los científicos que estudiaron el Chico de Turkana. De acuerdo con el hallazgo de Atapuerca, la forma de esta región ósea en todos nuestros ancestros fue, sin excepción, muy diferente a la del Homo sapiens. Tan sólo nuestra especie se atrevió a reducir la anchura de las caderas y las dimensiones del canal del parto, en favor de una mayor eficiencia energética en sus largos desplazamientos.

La pelvis de Gona es prácticamente idéntica en su forma a la de Atapuerca, aunque de tamaño más reducido, tanto por su antigüedad como por haber pertenecido a una hembra de su especie. Este hallazgo refuerza la tesis del equipo de Atapuerca, y en particular de Juan Luis Arsuaga, especialista en el estudio de la pelvis. Todas la especies de nuestro linaje tuvieron un canal pélvico ancho, que permitía un parto relativamente sencillo. El canal pélvico fue incrementando sus dimensiones a medida que los recién nacidos de nuestros antepasados venían al mundo con un cerebro más grande. El límite se alcanzó cuando el cerebro de los neonatos llegó hasta los 350 centímetros cúbicos. Cuando nuestra especie redujo la anchura de su cadera aparecieron los problemas obstétricos que, sin embargo, no han sido un obstáculo para el espectacular crecimiento demográfico del Homo sapiens.

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