Ciudadano autosuficiente

El misterioso objeto en nuestra cocina

lavavajillas

Jesús Alonso

Hay muchos objetos raros en nuestra cocina, por ejemplo ese artilugio con muelles y cazoletas que resulta que es un exprime-rebana-ajos y que alguien compró un día tonto cualquiera. Pero el objeto a que nos referimos no cabe en el fondo de un armario: mide unos 80 cm de alto por 70 de fondo y 60 de ancho. Es el lavavajillas, el gran emblema de la sociedad de consumo.

¿Se acuerdan del Día de No Comprar Nada (BND, Buy Nothing Day, en el original inglés)? Parece de otra era y lo es, pertenece al Pleistoceno pre-2007. En aquellos felices tiempos, las personas de orden nos amonestaban periódicamente por nuestra tendencia al consumismo, que era considerado una lacra de la sociedad como el escupir en el suelo. Como le decía el conde de Chesterfield a su hijo, "el placer es corto, la postura ridícula y el coste exorbitante". No se refería exactamente al consumismo, pero nos hacemos una idea.

El lavavajillas es el rey de una categoría de consumismo que incluye objetos inútiles, caros y engorrosos, que ocupan mucho espacio, a los que hay que alimentar con consumibles diversos, reparar, limpiar y mantener. Por ejemplo, el aspirador y sus bolsas desechables (es mucho más cómodo barrer con una simple escoba) o el lavavajillas y su parafernalia (si se hace con habilidad, fregar los cacharros a mano ahorra tiempo, agua y energía). Eso sin contar el cada vez más caro consumo eléctrico y los gastos derivados de las reparaciones.

En un reciente y famoso anuncio de televisión, una madre confiesa apenada que su hija usa un limpia-lavavajillas de marca blanca. En efecto, el lavavajillas no solo ocupa gran cantidad de espacio en nuestras diminutas cocinas, sino que requiere una cantidad enorme de consumibles, por ejemplo sal, limpiamáquinas ambientador, protector, abrillantador y absorbeolores. ¡Recuerde comprar únicamente la marca recomendada por el fabricante!

Hay que tener en cuenta que este tipo de artículos superfluos, gloria del consumismo, van enganchados unos con otros como las cerezas en una cesta. Por ejemplo, los detergentes de lavadora dejan  la ropa como cartón piedra, de donde las buenas ventas de suavizantes. Si usamos jabón corriente para lavar la ropa no necesitaremos suavizante. Si no tenemos lavavajillas no necesitaremos la infinidad de consumibles asociados a él. Y así sucesivamente. Un auténtico desastre económico y financiero.

Aquí no hay más remedio que hacer un poco de historia. Parece ser que el invento del lavavajillas lo hizo una millonaria norteamericana, que no confiaba en las torpes manos de su criados para procesar la vajilla de gala. Luego los restaurantes le vieron utilidad para lavar montones de vasos y copas con rapidez. De ahí pasó a las casas. A pesar de que no sirve para gran cosa con sartenes, cazuelas y platos pringosos, se vendió muy bien en los países ricos. En España un poco más de la mitad de los hogares tienen lavavajillas. Pero esa edad de oro fue breve. En 2007 se vendían al año casi un millón de lavavajillas, ahora menos de la mitad.

La respuesta de la industria al hundimiento de las ventas de un electrodoméstico tan inútil y de sus consumibles ha ido en varias direcciones: bajar los precios (es fácil encontrar ofertas irresistibles por poco más de 200 euros), reforzar la publicidad –¿cuántos anuncios de abrillantador para lavavajillas has visto en las últimas 24 horas?– y lo más reciente, intentar convencernos de que lo necesitamos (nadie quiere convencernos de que necesitamos el frigorífico o la lavadora).

En esta línea va un artículo recientemente publicado en un periódico de gran difusión, "Ocho razones para usar el lavavajillas", una novedad histórica, pues hasta ahora la industria del consumo daba por supuesto que todo lo que fabricaba era necesario y sólo se preocupaba por cuotas de mercado de los productos, ¡no por disquisiciones sobre si era o no apropiado y conveniente comprarlos! Y es que el lavavajillas es importante como símbolo: si pueden vendernos un electrodoméstico tan inútil, pueden vendernos cualquier cosa.

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