Ciudadano autosuficiente

La pesadilla del autoconsumo

halosolar

Por Jesús Alonso

Un fantasma recorre España: el fantasma del autoconsumo eléctrico. Es una perspectiva aterradora. Cientos de miles  o millones de particulares produciendo energía eléctrica a su antojo, mediante paneles fotovoltaicos instalados en patios,azoteas y tejados.

Tan seria es la amenaza, que ha sido necesario legislar prohibiendo de facto la producción particular de electricidad. O más exactamente haciéndola prohibitiva, mediante una serie de cargas que se resumen en el famoso impuesto al sol. La gente está muy indignada, y no es para menos. Pero hay que tener en cuenta el otro punto de vista, el del legislador prohibidor. Eso es lo que vamos a hacer ahora.

Supongamos que España fuera un país como otro cualquiera, en el que se alienta el desarrollo fotovoltaico de los particulares, o al menos no se penaliza con impuestos. Ocurriría lo siguiente.

El personal (unos pocos al principio) instalaría al principio algunos paneles, con cierta timidez. Para hacerlo no tendría más que llamar a los instaladores: nada de papeleo (recordemos que el Gobierno alentaría el uso privado de renovables). Los técnicos llegan, colocan los paneles, los conectan a la red y listo.

Los paneles comienzan a funcionar, muchas horas al día en la mayor parte de la soleada península ibérica. La energía que producen se vierte a la red eléctrica. Al final de mes llega la factura, verdaderamente milagrosa: tantos kilovatios consumidos menos tantos producidos, total una rebaja del 20, 30 o incluso 50% en el recibo eléctrico.

El feliz propietario de los panelillos hace números y descubre que, con esos ahorros en el recibo de la luz, tardaría muy poco tiempo en pagar lo que le costaron los paneles. El coste de mantenimiento es muy bajo, la instalación no tiene partes móviles ni motores que se puedan estropear. Fantasea con añadir unos cuantos paneles más a lo que ya tiene.

Se corre la voz. Cada vez más personas se enteran de esta manera infalible de reducir el recibo de la luz, con una pequeña inversión inicial. Los precios de los paneles bajan mes a mes, la cosa es cada vez más factible. Para complicar más las cosas, se popularizan los aerogeneradores domésticos, capaces de funcionar de noche cuando los paneles fotovoltaicos descansan. Y, como una cosa lleva a la otra, los rehabilitadores de viviendas hacen su agosto eliminando fugas de energía.

El resultado final es una miríada de minicentrales renovables, funcionando día y noche, capaces de generar más del 90% de la energía total que necesita el país. El trabajo de acondicionar la red para coordinar estos millones de entradas y salidas de energía del sistema sería ímprobo, pero podría hacerse. Y podría hacerse por mucho menos del coste actual del sistema eléctrico, basado en quemar gas, carbón y combustible nuclear en grandes centrales.

En este futuro, el principal papel de las empresas de generación eléctrica sería almacenar y modular de alguna manera esta enorme cantidad de energía renovable, mediante embalses reversibles, depósitos de sal, coches eléctricos y otros sistemas.

Pero las centrales de carbón y gas y las nucleares se quedarían sin uso. Tal vez hubiera que poner en marcha alguna central de gas natural de vez en cuando, si coincidieran falta de sol, falta de agua y falta de viento durante mucho tiempo, que ya sería raro. Las pequeñas centrales de biomasa, en cambio, sería el principal apoyo del sistema y funcionarían en continuidad.

El resultado final sería un sistema eléctrico formado por millones de puntos de producción y millones de puntos de consumo interconectados por una red difusa. Un sistema así es casi invulnerable a desastres naturales y accidentes catastróficos (pueden caer algunos puntos de la red, pero el sistema general continuaría funcionando). El coste para los usuarios de este sistema eléctrico sería una fracción del coste actual.

Yo también pensaba que esta bella utopía sería difícil de alcanzar. Pero la furia legislativa contra las renovables nos indica que está al alcance de la mano. La pesadilla del autoconsumo generalizado está a punto de hacerse realidad.

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