Ciudadano autosuficiente

Remendar, divina palabra

 

aguja

Aviso: lee usted este artículo bajo su entera responsabilidad. Contiene sugerencias que puede herir su sensibilidad y referencias a prácticas olvidadas hace muchos años.

El movimiento de los remendones (Patch Up Wave, PUW) está cogiendo fuerza. El otro días vieron a un hombre coserse un botón en las afueras de Leicester (Inglaterra). Se rumorea que una señora reparó hábilmente un roto en una camisa en Moabit  (Berlín, Alemania). Las autoridades están perplejas y no saben que decisión tomar. "Por ahora, remendar ropa no es delito, aunque nuestro departamento jurídico está tomando cartas en el asunto para buscar la figura penal correspondiente" –dijo en una reciente entrevista el Comisario PanEuropeo de Competitividad Textil.

La preocupación del Comisario es lógica. Si todo el mundo empezara a pegar botones y a coser pequeños desperfectos de pantalones, camisas, chaquetas y calcetines, nuestra civilización correría grave peligro. La industria de la ropa de usar y tirar es uno de sus principales puntales, junto con la industria de la comida rápida, la industria del automóvil y la de "esmarfones". En todos estos casos se trata de inundar el mercado de productos supuestamente baratos que duran poco.

En todos estos casos hay alternativas antisistema, como la difusión de técnicas de cocina casera, la bicicleta o el móvil modular y actualizable. Actividades revolucionarias como cocinar y caminar o ir en bici se están consolidando bastante bien, lo del móvil actualizable por piezas todavía queda más lejano. Empero la industria de la ropa de usar y tirar no sólo no retrocede un milímetro, sino que se expande sin cesar.

Últimamente es un gesto habitual comprarse una camiseta nueva si se te ha caído una mancha de helado en la que llevabas puesta. Total, vale 0,79 céntimos de euro. Resultado: una camiseta más en la basura. En general, el menor desperfecto envía la prenda de ropa al contenedor. La consecuencia final es una inmensa maquinaria de producción de ropa de baja calidad que deja detrás campos esquilmados, lagos desecados y millones de trabajadores deslomados por salarios ínfimos. Pero tú puedes comprar una camiseta nueva por 0,79 € y unas cuantas empresas obtener beneficios, en euros, del tamaño de la catedral de Burgos.

Todo esto tiene solución: hazte remendón. Necesitas tres cosas: una aguja, hilo y una vista de lince para enhebrar la aguja. Nada más. Las primeras diez o doce reparaciones te saldrán como un churro, y provocarán la irrisión de tus amigos y parientes. Las siguientes mejorarás, y terminarás convertido en un maestro del remiendo, un rey del dedal. Contribuirás así a un mundo menos disparatado, donde se compre y se venda la ropa con más sentido común, y se fabrique en mejores condiciones para todos.

Jesús Alonso Millán

 

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