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Las reglas del juego han cambiado: ¿cómo nos desplazaremos ahora?

Las reglas del juego han cambiado: ¿cómo nos desplazaremos ahora?Foto de Anna Shvets en Pexels

Haciendo un repaso a la tendencia que ha habido a lo largo de estos últimos años, podemos observar que ha habido una creciente oferta y demanda de métodos de transporte alternativos al coche y al transporte público convencional, como pueden ser los patinetes eléctricos, el carsharing, bicicletas municipales, etc. Sin embargo, debido a la situación a que nos enfrentamos -la pandemia del Covid-19- puede que todo esto se esfume en un abrir y cerrar de ojos, ¿o quizá no?

Cuando la salud está en peligro, el resto de problemas pasan a un segundo plano, es cuestión de priorizar. Eso mismo está ocurriendo a día de hoy, donde lo primero de todo va a ser recuperarse del batacazo monumental que ha recibido la sociedad y la economía a nivel global y, cuando esto se arregle, ya podremos seguir pensando en bajar las emisiones y volver al resto de temas que han quedado en un segundo plano. Un claro ejemplo es el del transporte, ya que ahora lo que se está priorizando es evitar más contagios y, por ende, más muertes. Compaginar la pandemia con una movilidad sostenible es muy difícil, ya que en la situación actual, en la que hay que mantener las distancias de seguridad, se debe asegurar que el transporte, tanto público como privado, vaya con un número limitado de personas. Lógicamente, cuanto menos se aproveche el espacio disponible de un vehículo, mayor huella ambiental por persona habrá.

Con la situación que tenemos, es lógico esperar un acusado aumento en los medios de transporte privados. Estos se pueden ver como pequeñas cápsulas de desplazamiento libres del virus, y no les falta razón a los que así piensan. Evidentemente, cuanto menos se compartan las cosas con terceras personas menor riesgo de contagio habrá. Sin embargo, no se le ha dado completa luz verde al transporte privado, ya que algunos ayuntamientos como el de Madrid han decidido continuar con las restricciones de acceso y aparcamiento a los vehículos más contaminantes. Por otro lado, el transporte público puede generar justo el efecto contrario, un rechazo por parte de la población por miedo al posible contagio.

A pesar de ello, también se están tomando medidas para adecuar su uso sin que sea un foco potencial donde contraer el virus. Una de las medidas que ha propuesto el Ministerio de Transportes en el plan de desescalada, es que los medios de transporte público (metro, autobús, cercanías) vayan con una ocupación máxima del 50% de los asientos disponibles. Aquellas personas que vayan de pie, deberán guardar una distancia de 2 metros entre unos y otros. Además, el uso de mascarillas es obligatorio para todos los usuarios que utilicen el servicio de transporte público. Pero claro, si el transporte público funciona a media carga, ¿cómo se va a desplazar el 50% restante de las personas cuando se reactiven casi todos los negocios? ¿Será suficiente con una mayor frecuencia en el servicio? De momento no lo sabemos, pero al menos respetando las medidas establecidas y teniendo un poco de cuidado, no debería suponer un riesgo para nuestra salud. No obstante, el porcentaje de éxito de estas medidas depende en buena parte de la colaboración y concienciación ciudadana, motivo por el cual algunas personas desconfían y pueden mostrarse reacias a usar este método de transporte.

Otra alternativa de desplazamiento en las grandes ciudades, son los vehículos compartidos (coches, motos, patinetes, bicicletas, etc.). Sorprendentemente, el Ministerio de Transportes ha propuesto facilitar la movilidad mediante este tipo de transporte, aunque al tratarse de una propuesta todavía no hay nada definitivo. Sin embargo, no se sabe la acogida que tendrá por parte de los usuarios, ya que volvemos al caso de compartir algo (en este caso un vehículo) que se puede ver como un riesgo añadido de contagio. Personalmente, yo no me fiaría del todo de coger un coche compartido hasta dentro de un tiempo, no porque la gente conscientemente no tome las medidas pertinentes, sino porque inconscientemente podemos tocarnos un ojo que nos pica, toser o estornudar mientras estamos al volante. El hecho que vayamos conduciendo no ayuda a poder taparnos adecuadamente, ya que implicaría soltar la mano del volante y quitar la vista unos segundos, algo que no es del todo recomendable. De todas formas, lo más probable es que, en caso de fomentar este método alternativo de transporte, se haga bajo unas estrictas condiciones que minimicen los posibles riesgos de contagio que, como no sea plastificar completamente el coche en cada uso, no me lo puedo imaginar.

Otra alternativa, es ir caminando o hacer uso de la bicicleta. Se trata de un gran medio de transporte, en el cual las posibilidades de contagio son mínimas y requiere de un esfuerzo físico. Además, hacer ejercicio de forma regular y moderada mejora nuestro sistema inmunológico, lo cual a día de hoy es una gran ventaja. Pero claro, existen algunas trabas, como la condición física (p.e. personas mayores) o la distancia comprendida entre el origen y destino del desplazamiento. Algunas ciudades como Berlín o Bogotá, están fomentando la creación de carriles bici provisionales durante la pandemia, ya que se ve a la bici como un medio de transporte seguro que respeta las distancias de seguridad. Además, el acusado descenso de la contaminación en las grandes ciudades europeas, ha revelado el importante impacto que tiene sobre la calidad del aire el uso indiscriminado del automóvil. También existen algunos estudios que indican que una mala calidad del aire puede agravar las consecuencias generadas por el Covid-19, puesto que ambos afectan a las vías respiratorias. Especulaciones aparte, lo que sí se sabe es que la exposición prolongada al aire contaminado -como el que podemos encontrar en la mayoría de grandes ciudades- es una de las causas principales de muerte prematura. Es por ello que un aumento en el uso del transporte privado como consecuencia de la pandemia, sería matar moscas a cañonazos.

Como vemos la solución no es sencilla. Aunque alternativas y medios de transporte hay muchos, el verdadero reto se encuentra en descubrir cómo adaptarlos a la situación que nos acontece. El tiempo dirá como se desenreda esta maraña de callejones sin salida, mientras tanto, intentemos colaborar para que se resuelva de la mejor manera posible.

Lucas Peces Coloma

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