Ciudadanos

La lotería y la muerte

ANTONIO AVENDAÑO

La lotería es como la muerte: siempre les toca a los otros. Uno de los atractivos históricos de la lotería es que solía tocarle a los pobres, con lo cual los telediarios del día 22 de diciembre o del 5 de enero se ponían a reventar de pobres con la barriga al aire bebiendo sidra El gaitero hasta salírseles por las orejas. Si tú también eras pobre, te cabreabas un poco, pero bastaba con apagar el telediario y hacerte le fino descorchando una botella de cava. Sin embargo, ahora resulta, maldita sea, que la maldita lotería también les toca a los malditos ricos. Sobre todo a los ricos que tienen cuentas pendientes con hacienda y con la justicia, como el presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, que no llevaba uno, ni dos, ni tres décimos del gordo del Niño, qué va, el tipo ¡llevaba diez decimacos!
A veces ocurre con la lotería como con la muerte, que llega y resuelve un montón de problemas. Pero un montón, un montón. Cuánta no sería la alegría de Fabra que, nada más saberse afortunado, se comportó como se comportan los pobres en estos trances: haciendo pública su suerte. En el pasado, cuando a un rico le tocaba la lotería, se lo callaba como un muerto. Era poco distinguido hablar de ciertas cosas, y además que si no eras discreto se te llenaba la finca de parientes pobretones pidiéndote dinero. Los ricos de ahora se ve que son distintos y les falta tiempo para piarlas. Pensarán que mejor tener la casa llena de parientes que no de inspectores de hacienda.

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