Ciudadanos

Fueron tratados como "un montón de perros apagados"

ANTONIO AVENDAÑO

En alguna de aquellas páginas de William Faulkner en las que jueces, fiscales o coroneles del Sur derrotado deambulan melancólicos como fantasmas en el polvo se dice que la justicia consiste en un 50 por ciento de aplicación de la ley y un 50% de sentido común. Hasta ahora, los familiares de los 62 militares muertos en el avión Yak-42 habían conseguido a duras penas lo primero, pero en absoluto lo segundo. Puede que el juez instructor Fernando Grande-Marlaska haya intentado de buena fe aplicar la ley, pero desde luego que no ha aplicado el sentido común al pretender el archivo del asunto. Con su auto ordenando sin contemplaciones a Grande-Marlaska reabrir la investigación del caso, lo que la Audiencia Nacional ha venido a restituir ha sido, sobre todo, el sentido común.
Durante cuatro largos años las derrotadas familias de los militares muertos en Turquía en mayo de 2003 venían clamando por esa restitución sin la cual no hay justicia posible. Los familiares de las víctimas tal vez no sean expertos en leyes, pero lo son en sentido común. Y su sentido común les decía lo que nos dice a todos los que creemos en ese singular invento de los hombres que es la justicia: que si alguien contrata un aparato sobre el que una de las víctimas le dijo a la que hoy es su viuda que rezara por él "porque este avión es una mierda"; si alguien contrata un cacharro así y luego se estrella y sus ocupantes mueren y además el contratista ordena enterrar los cadáveres de mala manera, como si fueran "un montón de perros apagados"; si ocurre todo eso, es obvio que hay que investigarlo. Luego habrá o no habrá condenas, pero tiene que haber investigación y juicio. Para llegar a esa conclusión no hace falta ser juez de la Audiencia Nacional. Ni hace falta tampoco haber leído a Faulkner o robarle titulares a Lorca. Basta con tener un poco de sentido común. Y querer aplicarlo.

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