Ciudadanos

Es sólo una asignatura, no un catecismo

ANTONIO AVENDAÑO

Ave María Purísima y que Dios me perdone, pero la sentencia del Alto Tribunal Andaluz que amparaba la objeción de conciencia a la asignatura Educación para la Ciudadanía era más un sermón que una sentencia. Buen sermón, pero mala sentencia. Buenos confesores, pero regulares jueces. Piadosos ciudadanos, pero discutibles funcionarios.

La sentencia era un dictamen más espiritual que propiamente judicial, y ya sabemos que cuando la justicia se pone espiritual fácilmente deja de ser justicia porque tiende, queridos hermanos, a iluminar el camino hacia la verdad judicial valiéndose de la deslumbrante antorcha de la fe y no ¡ay! de la modesta linterna de la razón. La Fiscalía del Supremo que acaba de recurrir el sermón andaluz no da puntada sin hilo y, con la sobriedad propia de la prosa judicial pero con su puntito de retranca, subraya la "manifiesta insuficiencia argumentativa" de la homilía del TSJA.
Hay una porción no mayoritaria pero sí significativa de jueces que tiene dificultades para entender los tiempos democráticos. Como jueces suelen tener numerosas virtudes secundarias, pero casi ninguna principal. Son con toda probabilidad pulcros, ordenados, puntuales, cumplidores, piadosos. Son todo eso, pero no han entendido nada; son todo eso, pero todo eso no es nada si uno cree ciegamente que Educación para la Ciudadanía es un catecismo al revés que hay que combatir a antorchazo limpio.

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