Ciudadanos

Fiesta para todos

EVA MINTENIG

Laura celebra mañana su "fiesta final de hipoteca" con una barbacoa para los amigos. Compró su propiedad en 1993, cuando los tipos de interés empezaban a bajar, y ha tardado 15 años en poder cancelarla. Actualmente pagaba un recibo mensual de 700 euros, cantidad que le parecía bastante llevadera. En mitad del recorrido hipotecario tuvo que afrontar la deuda sola porque su marido falleció, pero aun así ella reconoce que es una privilegiada porque sabe que, hoy día, le llevaría muchísimo más tiempo y más esfuerzo disponer de una vivienda como la que tiene.

A pesar de que seguramente se habrá privado alguna vez de comprar esto o lo otro, de salir aquí o allá para pagar el dichoso recibo, es consciente de que sus hijos renunciarán a muchas más cosas durante casi toda su vida adulta si quieren comprar un piso, y eso en el caso de que un alma caritativa de alguna entidad financiera se apiade de ellos y puedan obtener una hipoteca. En esto, dice Laura, vamos como Michael Jackson: para atrás.

Lo único bueno que le veo al tema es que se aproveche la alegría del corte de mangas al banco para celebrar una fiesta. No hay mal que por bien no venga. Te vas de casa de los padres, fiesta. Te divorcias, fiesta; sobrevives y cancelas por fin la hipoteca, fiesta. Claro que sí. Hay que celebrarlo todo. Que mañana nos puede atropellar un autobús.

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