Civismos incívicos

Esquizofrenia

Para volverse loca. En un solo fin de semana, mientras el PP de Catalunya alerta sobre el "efecto traslado" de la expulsión de los gitanos de Francia, Peret, un gitano catalán, llena la Plaça de la Vila de Santa Coloma. Mientras corren ríos de tinta con la última alerta securitaria del verano, la teórica proliferación de "nómadas urbanos" en los espacios públicos, una exposición en La Casa Encendida de Madrid retrata y pone rostro a la exclusión social. Mientras las ya generalizadas secciones de auto-ayuda de los periódicos me recomiendan generosidad, madurez y amor incondicional al prójimo como camino hacia la felicidad, los titulares me imponen arrogancia, eslóganes infantiles y desconfianza incondicional del prójimo como camino a la seguridad.

Y así cada semana: el discurso de la responsabilidad social, la mirada compleja, la realidad plural y alegre y la búsqueda de la empatía aparecen codo con codo con la bilis revanchista y excluyente, la creación y manipulación de los miedos, el escupitajo al pobre, al negro y al que pide ayuda.

Me pregunto en qué momento nos convertimos en eso que parece ser que somos hoy, en una sociedad vengativa, que se ceba en los más débiles cuando no encuentra cabeza de turco más cercana, incapaces de vernos en la desgracia ajena, de identificarnos con un sufrimiento que puede ser el nuestro mañana (¡o haber sido el nuestro ayer!). Sociedades que ante la pobreza no sabemos sacar empatía, auto-crítica, ni siquiera caridad, sinó mala leche y regocijo por una suerte que parece no poder nacer más que de la desdicha ajena.

Y me pregunto, también, qué capacidad de aguante tendrá la testaruda realidad del gesto generoso, la política pensada y la complicidad entre iguales ante la ofensiva del alarmismo, el interés propio y el racismo.

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