Bocadillos en su tinta

Cerezos en Hiroshima

El 6 de agosto de 1945, Hiroshima puso rostro a la muerte. En el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica de la historia, a la que, tres días más tarde, seguiría otra en Nagasaki. Crueldad y destrucción en estado puro. Un país roto. Y supervivientes perdidos.

La ciudad al atardecer La ciudad al atardecer. El país de los cerezos, de Fumiyo Kuono, editado por Glénat, trata precisamente de algunas personas que lograron sobrevivir. Aunque cabe preguntarse en qué consistió esa supervivencia, ya que los recuerdos de lo sucedido, las heridas, no sólo físicas, y la culpabilidad de la propia existencia frente a la desaparición de los seres queridos hizo casi imposible para algunos de ellos comprender que la vida era algo más que seguir respirando. Eso es lo que le sucede a la protagonista del primero de los relatos de este libro, Minami.

"Alguien debió pensar que estaríamos mejor muertos... y, a pesar de eso, hemos seguido viviendo. Lo que más miedo nos da, desde entonces, es habernos acostumbrado a ello, pensar que es normal que alguien nos desease la muerte", afirma la joven.

Las otras dos historias, El país de los cerezos (I y II), se centran en otra de las situaciones derivadas del paso del tiempo. Por una parte, la necesidad de los más mayores de conservar los recuerdos de su juventud y de no olvidar a los que murieron y, por otra, el desapego y el desconocimiento de los jóvenes de su pasado familiar y de la historia de su propio país.

Un cómic que, aunque a primera vista puede parecer superficial e incluso sensiblero, profundiza en la historia nipona a través de pequeñas historias familiares y logra atraer la atención del lector sobre este hecho que supuso un punto de inflexión en la evolución de Japón.

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