Inmigrante a mucha honra

'Migrantes'. Foto: Stan Lupo / CC BY-NC-ND 2.0
'Migrantes'. Foto: Stan Lupo / CC BY-NC-ND 2.0

Cuando acabé la carrera de Ingeniería Agrónoma, en España había muy poco trabajo. Un amigo me dijo que se iba a Bruselas a hacer unas prácticas y por aquello de acercarse al poder de Europa. Animada por él, me lancé sin demasiadas expectativas y sin ningún plan. Me planté en la capital belga y empecé a tocar todas las puertas que se me ocurrieron. Repartí casi 100 curriculums en mano. Me presenté a los puestos de becarios de la Comisión Europea. Tenía un buen perfil académico, hablaba varios idiomas europeos, tenía una carrera superior técnica y era mujer. Tres años más tarde dirigía una gran consultora de asuntos europeos, ganaba dinero y profesionalmente tenía respeto y proyección. Seis años más tarde, teniendo una buena casa, un gran sueldo, amigos y una carrera sólida, ya estaba harta de añorar el olor rancio a aceite y plancha de los bares de Madrid. Me costó dos años volver. Mandé mi currículum a infinidad de sitios, sin éxito. Finalmente, tuve que hacer un máster para poder entrar en el mercado laboral español. Han pasado años y de las personas con las que estuve en Bruselas ya no queda ninguna en la ciudad. La mayoría han vuelto a sus países de origen.
En estos días no puedo dejar de pensar qué habría sido de mí si no hubiese tenido la suerte de haberme incorporado en el mercado laboral siendo España parte de Unión Europea. Soy lo que soy gracias a las oportunidades que me brindó la libre circulación de trabajadores y el conocimiento profesional, pero también cultural y humano que adquirí.
Me considero una migrante, inmigrante en Bruselas y en otros sitios fuera de España en los que he tenido la suerte de vivir y, desde luego, emigrante española, aunque ahora lleve tiempo en mi país. Y así lo expreso frecuentemente. Hace poco una persona muy cercana de mi familia me dijo: "hoy has dicho en tu charla que fuiste inmigrante pero no es así, tú no tuviste que saltar una valla o cruzar en patera, tú no tenías pobreza ni huías de la guerra". Tuve que buscar la definición de inmigrante en la RAE para que entendiera que esa palabra, últimamente maldita, se refiere a las personas que llegan a un país que no es el suyo para vivir.

Los movimientos humanos tienen lugar desde que el ser humano existe y forman parte de su esencia. Sin embargo, el concepto de país es bastante nuevo. Los muros y las vallas que tantos titulares ocupan ahora, apenas tienen unos 20 años.

Los movimientos humanos tienen lugar desde que el ser humano existe y forman parte de su esencia. Sin embargo, el concepto de país es bastante nuevo. En realidad, como explica la Biblioteca Nacional a través de su patrimonio cartográfico, las fronteras se crean cuando el hombre empieza a poder dibujar el mundo, véase siglo XVI, pero no es hasta la II Guerra Mundial -no han pasado ni cien años- que las fronteras se estructuran como hoy las conocemos, siempre teniendo en cuenta que, de todos modos, es un proceso, el de las fronteras y los países, en constante cambio. Los muros y las vallas que tantos titulares ocupan ahora, apenas tienen unos 20 años. El otro día, en una discusión me retaba un amigo y me decía: "a ver, ¿qué sería del mundo sin fronteras?". Pero la pregunta que deberíamos hacernos es la opuesta: ¿Qué va a ser del mundo con fronteras y con vallas y con muros?

Hoy somos nosotros los que construimos vallas más altas para evitar que algunos africanos entren en nuestro país; mañana esa valla puede construirse en los Pirineos.

Me horroriza pensar que puedo formar parte de una de las últimas generaciones de migrantes de nuestro país. Sé que aquellas personas que están ahora estudiando en el colegio seguramente no podrán emigrar a Reino Unido libremente. Pero si esta deriva de cerrar fronteras sigue, es posible que no sea el único país europeo que dé un portazo y eche la llave. Cuando estos líderes políticos que tenemos, tan mal informados y tan irresponsables, lanzan mensajes antimigratorios con tanta ligereza, no tienen en cuenta que la narrativa que construyen se puede extrapolar a cualquier espacio geográfico. Hoy somos nosotros los que construimos vallas más altas para evitar que algunos africanos entren en nuestro país; mañana esa valla puede construirse en los Pirineos. Y no tendremos argumentos para poder justificar que no sea así.
Las migraciones son naturales, enriquecedoras, inevitables, y deberían ser seguras y lo más ordenadas posible. Y los migrantes somos personas que con esfuerzo y esperanza hemos buscado crecer y aportar. Y es un honor ser migrante.