Mantas rojas y dormir sobre el suelo, ¿la bienvenida de Europa?

Migrantes durmiendo en la cubierta de la Guardamar Polimnia el pasado 25 de octubre. Foto: Andrei Stefan Balog.
Migrantes durmiendo en la cubierta de la Guardamar Polimnia el pasado 25 de octubre. Foto: Andrei Stefan Balog.

Por Andrei Stefan Balog (EntreFronteras).

25 de octubre, 22:11. La embarcación Guardamar Polimnia llega al puerto de Málaga con 262 migrantes rescatados de cinco pateras en el Mediterráneo. Hace frío, la humedad malagueña cala los huesos. Comienza el desembarco, primero lo hacen los magrebíes, que son trasladados a la Comisaría Provincial, después bajan mujeres y niños. Alrededor de 50 mujeres y diez menores (dos de ellos bebés) son atendidos por Cruz Roja. Una vez comprobado su buen estado de salud, un autobús fuera de servicio de la Empresa Malagueña de Transportes (EMT) los traslada al Albergue Municipal de Málaga. Las sonrisas inocentes de los niños tras una larga travesía alegran ese oscuro ambiente.

Una madre y su hijo en el autobús antes de ser trasladados al Albergue Municipal el pasado 25 de octubre. Foto: Andrei Stefan Balog.
Una madre y su hijo en el autobús antes de ser trasladados al Albergue Municipal el pasado 25 de octubre. Foto: Andrei Stefan Balog.

26 de octubre, 00:30. Un grupo de 71 varones bajan del barco en dos tandas. Tienen suerte. Los migrantes, en su mayoría de origen subsahariano, junto a una decena de bengalíes, suben al autobús que los llevará a la Casa de Botes, un antiguo restaurante abandonado utilizado durante el último mes como sala de espera para los migrantes que llegan a puerto hasta que puedan ser trasladados a otros centros.

1:26. La Policía Nacional, responsable del operativo se retira del puerto. Más de 105 personas se quedan a bordo del barco. Cruz Roja no da crédito, como el resto de los presentes. Van a pasar la noche allí, en la cubierta de la Guardamar, después de 24 horas en el mar, sin pisar tierra. En la Casa de Botes no hay sitio para más y la Policía no los va a trasladar a otro sitio hasta las 8 de la mañana. La Guardia Civil, que se había retirado, vuelve tras el aviso de la autoridad portuaria. Se han quedado solos. "Es inhumano. No puedes dejar a estas criaturas en el barco después de lo que han pasado", reitera el responsable de la Guardia Civil. Los migrantes saben que van a pasar ahí la noche, pero están cansados. Algunos salieron de Nador 24 horas atrás y, pese a estar en puerto seguro, aún no han tocado tierra.

Vuelta atrás. No es la primera vez que algo así ocurre. El pasado 6 de octubre más de 100 migrantes que no pudieron ser trasladados al Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE) de San Roque por falta de autobuses pasaron la noche en el suelo en una de las carpas del puerto de Málaga. En esas instalaciones normalmente se almacenan toneladas de trigo y de otros cereales. Aquella noche durmieron en el suelo, esperando su traslado a otro lugar, pero seguramente sin saber adónde. Nadie sabía nada, nadie daba una respuesta. Esta carpa fue habilitada por el puerto a petición de Subdelegación del Gobierno, de manera temporal por la falta de autobuses. Subdelegación informó de que los únicos autobuses de los que disponían son los de la Guardia Civil. En muchas otras ocasiones fueron contratados autobuses privados para su transporte a los CATE.

Pero cinco días después se vuelve a dar una situación similar. Llegaron a Málaga 360 personas rescatadas por el buque SAR Mastelero. Su llegada a puerto se produjo sobre las 6 de la mañana. El protocolo no fue el habitual y pronto recibieron la noticia de que iban a pasar toda la jornada a bordo del barco. Ese día más de 200 migrantes estuvieron bloqueados durante más de 18 horas, pudiendo bajar del barco únicamente para ser atendidos por Cruz Roja y para ir a los improvisados cuartos de baño. A lo largo del día fueron trasladados al CATE de San Roque en los autobuses de las autoridades y poco a poco a la Casa de Botes en furgonetas sin rotular, pertenecientes a la Policía Nacional. Debían dejar libre el barco.

En la noche de aquel 11 de octubre arribaron a puerto otras 187 personas rescatadas de cuatro pateras. Las mujeres que bajaron sin menores, tras ser atendidas, volvieron a subir al barco. Tras una nueva espera, fueron trasladadas de nuevo al SAR Mastelero, la misma operación.

Carpa en la que pasaron la noche los migrantes a la espera de ser trasladados al CATE de San Roque el pasado 6 de octubre. Foto: Andrei Stefan Balog.
Carpa en la que pasaron la noche los migrantes a la espera de ser trasladados al CATE de San Roque el pasado 6 de octubre. Foto: Andrei Stefan Balog.

26 de octubre, 2:36. La Guardia Civil abandona el lugar. Cruz Roja atiende a los migrantes a bordo del barco. Les dan ropa y comida. Aún así, siguen hacinados, en el suelo, con parte de su ropa mojada y con muchas horas de mar a las espaldas. Algunos bajan a los cuartos de baño, su primer contacto con suelo europeo. Resulta difícil de creer que, después de casi 30 años desde el primer naufragio de una patera en el Mediterráneo, todavía estas personas que se juegan la vida no tengan un trato y una acogida digna cuando pisan territorio español.

2:49. Impera la humanidad. El responsable de la Guardia Civil da la orden: pueden bajar del barco. Van a pasar la noche bajo el techo de la carpa de Cruz Roja, en el suelo, uno encima del otro sobre las mantas rojas. Su cara ha cambiado, están felices. Pero aunque no duerman en el barco, tampoco lo hacen sobre unas camas, unas camillas o unos colchones. Llevan meses sin descansar. En Marruecos son perseguidos y duermen 'con un ojo abierto'. Lo peor es que a menos de dos metros de la carpa se encuentran varios módulos prefabricados. Cruz Roja los quería habilitar para la atención primaria a los migrantes. Es más apropiado que duerman allí, pero falta una firma: la de la certificación energética de Endesa. No pueden dormir allí.

Migrantes durmiendo en la carpa de Cruz Roja. Foto: Andrei Stefan Balog.
Migrantes durmiendo en una carpa de Cruz Roja. Foto: Andrei Stefan Balog.

Según la Organización Internacional de las Migraciones, en lo que va de año han llegado a las costas españolas alrededor de 37.000 personas, pero siguen sin tener una acogida digna. La atención que reciben no se ajusta a los mínimos que requiere la dignidad humana. El Mediterráneo sigue siendo el mar de la muerte: en lo que va de año más de 370 personas han fallecido frente a las costas españolas. Y sigue ocurriendo. Ellos se juegan la vida porque no les queda otra, mientras el Gobierno español se cuelga la medalla por recibir al Aquarius. En fin. Bienvenidos a Europa.