Ocho claves sorprendentes sobre las migraciones

'Puerta a ninguna parte'. Foto: Clocksforseeing / CC BY-NC 2.0
'Puerta a ninguna parte'. Foto: Clocksforseeing / CC BY-NC 2.0

Últimamente se habla mucho de las migraciones en un debate por desgracia cada vez más polarizado. Aquí algunas claves para tratar de entender lo que está realmente sucediendo con las migraciones a nivel mundial:

  1. Los muros son muy recientes
    En el año 2000, antes del 11 de septiembre, había menos de 20 muros fronterizos en todo el mundo. A finales de 2018 ya eran más de 80. La valla de Ceuta es de los primeros muros antimigratorios y data de 1996. Antes de ese año no existía una separación física entre el territorio español y el marroquí.
  2. Los muros no evitan los flujos migratorios
    Para empezar, la mayor parte de la inmigración se produce por vías seguras. Así que si el muro funcionara, pararía solo a un minúsculo porcentaje de migrantes. Pero además, los muros se saltan, se pasan por debajo o se rodean. Los muros sólo dificultan el ya difícil camino de los más vulnerables, que acabarán pasando o muriendo en el intento.
  3. Los muros necesitan securitización
    Si lo pensamos resulta obvio: un muro abandonado y solo, no sirve. La construcción de muros, ya de por sí costosa, va acompañada de un gran despliegue de herramientas de control y seguridad que puede crecer infinitamente. Son sistemas de control diseñados para defender el muro, que por lo general generan negocio para grandes multinacionales, y cuyo coste depende de la tecnología que se utilice y del número de efectivos que se dediquen a controlarlo.
  4. Lo más "efectivo" son las externalizaciones
    La externalización de fronteras consiste en pagar con dinero público a un país tercero para que evite la llegada de los inmigrantes a la frontera. Los acuerdos se hacen con países fronterizos, cuyo respeto por los derechos humanos suele ser muy relativo. Estos países aplican sistemas de represión del movimiento que en casos como el de Libia pueden incluir el asesinato de las personas migrantes.
  5. El control y el cierre de fronteras cuesta muchísimo dinero
    Los muros, los sistemas de seguridad, los efectivos de control, los sistemas de retención de inmigrantes cuando logran pasar las fronteras, etcétera, cuestan miles de millones al año, un gasto que pagamos con dinero público a empresas privadas que forman parte de una nueva 'industria del control migratorio'. El presupuesto no para de crecer, al igual que los beneficios de las empresas que participan de este negocio. Además, hay otro business no lícito desarrollado por las mafias que, por un lado, tejen redes de tráfico de personas, y por otro, participan en la gestión de recursos públicos en zonas de frontera donde se acumulan inmigrantes a los que se limita el paso. Finalmente, a esto se suman los acuerdos con países terceros que representan un gasto adicional de millones de euros cada año.
  6. La narrativa para mantener el negocio
    En este contexto plagado de intereses económicos, vemos prosperar -y no es casual- un discurso del miedo. Tópicos como el de "no cabemos todos", "si no tenemos casi para nosotros mismos", "estamos en una crisis", "no damos a basto", enriquecen la sensación de que solo evitando la entrada de inmigrantes conseguiremos salvar lo poco que nos queda de la seguridad perdida antes de la crisis económica de 2008. Resulta increíble que no se plantee un análisis económico de inversión/retorno, en el que se analice qué ganamos y qué perdemos con las migraciones y con cada acción que se lleva a acabo al respecto.
  7. El ser humano siempre ha migrado y siempre migrará
    Los seres humanos nos movemos sin parar por varias razones. Según los datos existentes hasta 2017, el porcentaje de migrantes sobre la población total del mundo no ha cambiado desde hace más de 20 años, situándose de forma invariable en un 20%. Y según los estudios genéticos, absolutamente todas las personas tenemos antepasados migrantes: todos y todas somos fruto del movimiento y el mestizaje.
  8. El futuro será mejor que el pasado
    Las migraciones no son una amenaza, pese a lo que ciertos intereses económicos y políticos intentan hacernos creer. Las personas migrantes, si nos movemos de forma legal, sí podemos trabajar en un marco de participación en las responsabilidades sociales, convirtiéndonos en capital humano, enriqueciendo las sociedades que nos reciben. Se empiezan a oír argumentos acertados, como que los inmigrantes ayudarán a mantener las pensiones. También nos enriqueceremos culturalmente. Y nuestros países de origen se enriquecerán gracias al dinero, cultura e ideas que aportaremos. En el futuro podremos irnos a otros países y aprender, enseñar, crecer y hacer crecer, y después podremos volver a nuestro país de origen llenos de riqueza. Si lo pensamos, tenemos por delante un futuro lleno de sabores, colores, músicas, calor humano y prosperidad. Solo tenemos que empezar a centrarnos en esa idea y en hacerla posible, en lugar de intentar recuperar un pasado que no fue tan seguro ni rico como nos quieren hacer pensar.