Mujeres migrantes: dos historias de lucha y un viaje que no acaba

Este 8 de marzo, desde M de Migraciones queremos recordar y rendir un pequeño homenaje a las mujeres migrantes de todo el mundo. Lo hacemos recuperando la memoria de Marian Akosa y Marian Berete, que luchan y resisten bajo el triple estigma de ser mujeres, migrantes y negras.


Sucedió en Madrid un lunes frío de otoño al caer la noche. Cuatro personas que sobrevivieron al Estrecho subieron al escenario y dejaron que cuatro periodistas bucearan en sus recuerdos, su presente y su pasado, incluso que se asomaran a los rincones más oscuros y luminosos de ese viaje al norte que no se acaba. Memoria viva y voz alta para recordar, respetar y denunciar 30 años de muertes en el Estrecho. Se cumplían 30 años de aquel 1 de noviembre de 1988, cuando el mar vomitó en una playa de Cádiz a un hombre sin nombre, primera muerte documentada de un migrante en la costa sur española, inmortalizada por Ildefonso Sena.

Fundación porCausa y Andalucía Acoge se unieron y trabajaron hasta lograr que una fracción de la Frontera Sur calase en la distante capital. Se trataba de que el dolor mudo e invisible, inaudible o ignorado, de quienes allí se dejaron la vida, y de quienes se la siguen dejando, llegase a un público numeroso, pensativo y prudente para conmemorar el trágico aniversario. La Universidad de Comillas, anfitriona, brindó su apoyo y espacio, y fue así como entre suspiros, sonrisas, pena y aplausos, aquellos cuatro supervivientes comenzaron su relato.

Marian Akosa

Retrato de Marian Akosa, por David Cárdenas Lorenzo.
Retrato de Marian Akosa, por David Cárdenas Lorenzo.

Marian Akosa arrancó con una confesión, de la mano de Lula Gómez, la periodista a su servicio sobre el tablado: aquella tarde había sonreido. En el pasado de Marian, en el que prefiere no ahondar mucho, hay abusos, edificios en ruinas, cuchillos. Cuando lo evoca en voz alta, todo se oscurece, hace frío y duele tanto que sería injusto recordarla por eso, y no por la heroicidad de sus decisiones o su tenaz perseverancia. Demasiadas injusticias en la vida de Marian, una trabajadora incansable que ahora lucha por sobrevivir. Mientras sigue estudiando, a punto de ser desahuciada, quiere conseguir por fin un presente, dignidad y la libertad que le arrebataron.

Huyó de Biafra (Nigeria) en 2007. Escapó de las violaciones, el secuestro, la ablación y la violencia religiosa con la ayuda de unos sacerdotes y un pasaporte falso. "Recuerdo que llegamos a un mar y era Ceuta". Ahora se enfrenta a otros demonios, pero dice alto y claro: "Tengo vida y estoy feliz de estar viva". Mujer, negra, superviviente de cien estrechos, pobre en lo económico, poderosa en lo humano. Más tarde ese mismo día conoció a algunas personas que ya la están ayudando, para que prosiga sus estudios y encuentre techo y un trabajo.

Marian Berete

Retrato de Marian Berete, por David Cárdenas Lorenzo.
Retrato de Marian Berete, por David Cárdenas Lorenzo.

Según ACNUR, la mayoría de las personas migrantes llegadas a España y Europa en 2018 proceden de Guinea Conakry (1 de cada 4 y 1 de cada 10, respectivamente). De allí llegó en 2015 Marian Berete, que ahora tiene veintidós años. Es hija de madre migrante y madre de un niño emigrado.

Marian escapó dos veces: la primera, para evitar un matrimonio forzado cuando tenía 13 años. La segunda, viaje inconcluso, para recuperar a su hijo y vivir en paz. Se marchó a Marruecos junto a su tía, que, a diferencia de Marian, tenía previsto continuar hacia Europa. Marian cuenta: "Me quedé embarazada, pero no quiero decir cómo". La periodista Marta Nebot casi no interviene y escucha atenta, pero se asoma a ese cuarto oscuro y entonces Marian, delante del público, quizás por primera vez en voz alta, dice el 'cómo'. Dos palabras: "Me violaron". Tenía 15 años.

El niño nació sano. Un día que Marian salió un momento y lo dejó con su tía al cuidado, se encontró al volver que no había nadie en casa: su tía la había buscado y, al no encontrarla en la calle, se había marchado. Los pasantes de las pateras no esperan a nadie y solo avisan una vez. Su hijo llegó a España y Marian se tranquilizó pensando que su tía lo estaría cuidando. Sobrevivió medio año más en Marruecos hasta que un día puso rumbo al sur, a la vecina Guinea Bisau.

Al llegar, una mala noticia: la policía se había llevado a su hijo; su tía ya no podía mantenerlo. Fue entonces cuando Marian, con 16 años, recuperó el coraje, perdió de nuevo el miedo y se dijo "quiero recuperara a mi hijo, volver a intentarlo".

"Lo he pasado peor que en todos los sufrimientos de antes", piensa ahora que atisba el fin de su odisea. Le dijeron que si llegaba a España podría recuperar al niño, pero tras un largo viaje plagado de abusos e instinto de supervivencia (incluso exageró un desmayo para cruzar al triple valla antihumana), acabó recluida en el CETI de Melilla. En ese entonces tenía 19 años.

Ahora sobrevive en Algeciras. Encontró a su niño y ahora busca trabajo. "Hasta el día de hoy sigo en esto. Lo único que he conseguido es que estoy en contacto con mi hijo. Me dejan verlo una vez al mes. Me dicen que si no encuentro antes un trabajo, no puedo recuperarlo". Aplausos de rabia y pena mientras desciende del tablado.

Este artículo forma parte de 'Un retrato migratorio de 30 años de muertes en el Estrecho', publicado por Andalucía Acoge en colaboración con la Fundación porCausa.