Las contradicciones del PSOE que Teresa Rodríguez no quiere asumir

Fernando Grande-Marlaska / Fotografía: Diario de Madrid. CC BY 4.0
Fernando Grande-Marlaska / Fotografía: Diario de Madrid. CC BY 4.0

El nuevo Gobierno de coalición PSOE-Podemos está condenado a entenderse, pero para ello los de Iglesias deberán obviar necesariamente el discurso migratorio del PSOE

Salvador Carnicero (@SalvaCarni16)

"La última sentencia de Estrasburgo no avala las devoluciones en caliente, y este Gobierno tampoco", afirmó este jueves la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo. Negar la mayor, negar la evidencia o, en Psicología, reducir la disonancia cognitiva, es una práctica muy humana. Sucede cuando intentamos justificar una mala decisión o una mala compra. Generamos un discurso que pretende dotar de una falsa coherencia a nuestra decisión, que inconscientemente ya hemos asumido como mala.

La contradicción innata del ser humano, además, se ve potenciada diariamente por el capitalismo. Así, un ecologista viaja en avión a sabiendas de su impacto medioambiental o un defensor de los derechos laborales pide comida a domicilio, justificando su decisión con que, al menos, está generando puestos de trabajo indirectamente. Nos contradecimos para darle un sentido moral a nuestra conciencia, una lógica siempre en conflicto con la banda sonora del capitalismo.

La sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) sobre las devoluciones en caliente fue uno de los ejemplos de contradicciones del PSOE que sobrevolaron la entrevista del pasado martes en Carne Cruda de la aún coordinadora de Podemos Andalucía, Teresa Rodríguez. La también presidenta del grupo parlamentario Adelante Andalucía abandona la nave de Podemos junto con Anticapitalistas por "una cuestión de principios muy interiorizados"; porque no quiere asumir las contradicciones del PSOE: "Puedo asumir las contradicciones de un gobierno propio, pero no las del PSOE, que en los últimos 40 años ha sido el principal pilar del régimen del 78", sentenció en la misma entrevista. Para explicar y completar su decisión, Rodríguez se ha apoyado en este pasodoble de la chirigota del Vera.

El ser humano es profundamente contradictorio, y eso lo sabemos bien los andaluces progresistas. El andalucismo político agrupa distintas corrientes de derecha a izquierda, pero son estas últimas las que chocan en mayor medida con los principios internacionalistas de los Derechos Humanos y de la solidaridad. Las fronteras, para un regionalista o un nacionalista de izquierdas, siempre serán contradictorias. Si bien la gran mayoría de la sociedad andaluza no es nacionalista excluyente, este discurso tan brexiteer ("de Despeñaperros parriba’ no me importa") está muy asumido en nuestra comunidad autónoma.

Estas contradicciones del andaluz de izquierdas son también evidentes en el asunto religioso. El laicismo que lógicamente enarbolamos choca frontalmente con nuestro gusto por el folclore, que a menudo está muy relacionado con el catolicismo imperante en nuestras costumbres y en nuestro calendario. Las romerías y procesiones son fenómenos completamente transversales, y prueba de ello es la cantidad de nazarenos ateos que realizan penitencia por las calles de Sevilla en Semana Santa. Un refrán muy recurrente, el "yo me entiendo", lo resume perfectamente. 

Las contradicciones del PSOE

No obstante, no solo los andaluces somos contradictorios. El nuevo Gobierno de coalición PSOE-Podemos está condenado a entenderse, pero para ello los de Iglesias deberán obviar necesariamente el discurso migratorio del PSOE. Como ya advertimos durante la jornada de reflexión del 10N, el discurso racista ha permeado la narrativa de la mayoría de los partidos, y son los socialistas los que han salido peor parados. En su programa electoral, los de Sánchez prometían "mejorar la protección" de los menores migrantes mediante la creación de un "Registro Mena", "modificar el actual modelo" de los CIEs en lugar de cerrar estos centros de detención de extranjeros y la aún más simbólica "modernización y refuerzo de la seguridad" en la frontera de Ceuta y Melilla mediante el aumento de la altura de la valla, la ampliación del número de efectivos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y el desarrollo de las instalaciones securitarias en las ciudades autónomas.

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, está en la picota estos días precisamente por este último punto. La retirada de la sirga tridimensional y de las concertinas, así como la ampliación de la altura de este "muro de la vergüenza" obedece a que Marruecos también está implantando su propio muro anti Derechos Humanos con doble concertina incluida. Desde Interior se afanan por negar que esta estructura sea una medida de control migratorio y que esté financiada con fondos españoles o de la UE. Una vez más, un ministro del PSOE niega la evidencia. De la misma manera, Marlaska tampoco ha aclarado cuánto cuesta la reforma del muro español.

Y es que, si bien la coalición PSOE-Podemos ha conseguido cerrar filas -de momento- en torno a temas progresistas comunes, como la violencia de género o la crisis climática, no lo ha logrado en cuanto a los fenómenos migratorios. Rafael Mayoral, secretario de Relaciones con la Sociedad Civil de Podemos, ha calificado de "impresentable" la decisión del TEDH, mientras que los votantes progresistas observamos atónitos cómo España va a endurecer las condiciones de acceso a un derecho al asilo que ya es el más restrictivo de la UE. Las carencias en nuestro sistema de asilo propician que los migrantes deban saltar los muros, y esto justifica sus devoluciones en caliente incluso a países en guerra, como es el caso de las últimas deportaciones a Mali.

Destinar millones de dinero público a frenar la migración es una medida completamente inútil. Las fronteras matan y que no tienen sentido en un mundo globalizado

Un partido al que se le presupone, por su origen socialista, una solidaridad intrínseca y un afán internacionalista de los Derechos Humanos no puede olvidarse de estos principios. Las contradicciones nos hacen humanos, pero debemos apelar precisamente a nuestro lado humanitario para no caer eternamente en ellas. El humano es pasional, y esto es lo único que le permite empatizar con su semejante. Y también es racional, y por ello entiende que destinar millones de dinero público a frenar la migración es una medida completamente inútil. Tanto si apelamos a nuestro lado más lógico como al más pasional, nos daremos cuenta de que las fronteras matan y que no tienen sentido en un mundo globalizado. Si este Gobierno pretende construir un discurso coherente, esta realidad no admite ningún tipo de duda. Yo tampoco quiero asumir sus contradicciones.