Los muros no acabarán con el virus ni con la migración

Hombre en Ruanda. Foto: Chechu Graf
La fábrica, Kigali, Rwanda, sin fecha. Foto: Chechu Graf

Sara Ortega (@Sarortegap)

  • Para muchos migrantes, la situación de estado de alarma y de parón de los trámites administrativos genera incertidumbre
  • Varias organizaciones piden su regularización y la protección de sus derechos básicos, como ha hecho Portugal

Por extraño que pueda parecer ahora, el mundo no siempre ha contado con tantas barreras que separan unos territorios de otros, aunque actualmente está cercado por alrededor de 70 muros, según el registro del año 2019 de la Universidad de Quebec en Montreal. 

Con la llegada del coronavirus se ha visto cómo un país detrás de otro cerraba sus fronteras para aislarse de los posibles contagios provenientes de otros territorios, pero también para confinar los propios dentro y evitar que se propaguen allende el país. Para los ciudadanos, los límites de sus casas se han convertido en cobijo que brinda protección, y al mismo tiempo en unos muros en los que pasar las 24 horas de cada día. Es muy probable que las vidas de unos y de otros, en esencia, hayan sido muy similares: solo salir del hogar para hacer la compra en el supermercado, y poco más.

Piedras. Foto: Chechu Graf
2020. Foto: Chechu Graf

La cuarentena para Emmanuel, ghanés de 35 años afincado en el municipio madrileño de Miraflores de la Sierra, no ha supuesto mucha diferencia en su modo de vida. Estudiante de un máster de Cooperación Internacional en la Universidad Complutense de Madrid, dedica la mayor parte del día a trabajar en sus estudios de manera online. Lector habitual de prensa, se enteró de la expansión del COVID-19 en España a través de los periódicos, en concreto de El País. Pero además, varios amigos españoles le advirtieron de las medidas de confinamiento que se habían implantado, y la consecuente restricción de movimientos. "Ahora soy capaz de apreciar el estar solo", afirma en inglés. Aunque lo cierto es que vive solo desde hace un año y medio, tiempo que lleva en España.

No obstante, habla a menudo con amigos de aquí o de otros países, así como con su familia que está en Ghana. Conoce bien la situación del virus allí: asegura con firmeza los 56 casos que tiene el país africano en el momento de la entrevista. También se cuida: hace flexiones en casa y sentadillas. Es un buen momento para mantenerse activo, quiere incluso estar en mejor forma que antes, ya que como todos, apenas sale de su casa para ir al supermercado.

Su futuro es incierto pero prefiere pensar que todo saldrá bien. Está contenta de estar en España y esperan impacientes la reciente solicitud de reagrupación familiar

Nino también cumple las nuevas normas cívicas implantadas desde el estado de alarma el pasado 14 de marzo. Ella vino hace seis años de Georgia, país bañado por el mar Negro que limita con Turquía, Armenia, Azerbaiyán y Rusia. Es abogada, aunque nunca ha ejercido en España debido a las dificultades para homologar su título y la imposibilidad de trabajar y estudiar al mismo tiempo. Aquí se dedica a limpiar casas de familias españolas. Embarazada de seis meses y con su marido en espera de los trámites que le permitan trabajar y vivir de manera legal, su futuro es incierto pero prefiere pensar que todo saldrá bien. Está contenta de estar en España y esperan impacientes la reciente solicitud de reagrupación familiar que enviaron a principios del mes de marzo.

La situación es complicada porque no se sabe hasta cuándo va a durar el estado de alarma y el parón de los trámites administrativos, que para las personas migrantes son esenciales para mejorar su presente y su futuro. En España, de momento, la medida más reciente tomada en relación a las personas que solicitan asilo ha sido la liberación de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE). Por su parte, varias organizaciones que defienden los derechos de los inmigrantes en España, como la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) han iniciado una campaña para que regularicen a todos los inmigrantes y garantizar sus derechos básicos, tal y como ha hecho Portugal.

La situación es complicada porque no se sabe hasta cuándo va a durar el estado de alarma y el parón de los trámites administrativos, que para las personas migrantes son esenciales para mejorar su presente y su futuro

Nino ha tenido suerte porque le han pagado de momento hasta el final del mes de marzo, aunque no sabe qué pasará después y si puede acceder a la ayuda destinada a las trabajadoras domésticas que aprobó el gobierno el 31 de marzo, porque le han advertido que tiene que llegar a los 950 euros por limpiar una sola casa. Algo complicado, pues supondría trabajar como interna. Por lo menos cuenta con la ayuda de su hermana. Aún así, está contenta de vivir en España y agradece la sinceridad de las personas que la han ayudado.

Los muros con los que cuenta cada uno para hacer frente a la presente incertidumbre que se está viviendo con el COVID-19 y al incierto futuro que está por venir, son muy diferentes según el amparo de la legalidad en cada caso. De la misma forma que los muros no acaban con un virus, tampoco lo harán con la migración, pues son tan naturales como cualquier otro fenómeno de la vida.