La crisis de la COVID-19 y el discurso de odio contra personas asiáticas y gitanas

Almudena Díaz Pagés (@almudipa) y Ana García Juanatey (@anagjuanatey)

No han sido las personas refugiadas, migrantes o de minorías étnicas que viven en barrios empobrecidos las que han traído el virus a Europa. Sin embargo, sí son las que sufrirán en mayor medida sus estragos. Y no solo en términos sanitarios y económicos, sino también en términos de odio. 

Como ya avanzábamos en nuestro anterior artículo, en los últimos años hemos visto cómo el discurso de odio se ha ido normalizando peligrosamente tanto en Europa como en el resto del mundo. Aquellas personas que a menudo son percibidas como "diferentes" - bien por razón de su origen, religión, género, orientación sexual, u otras características o condiciones personales- han sido y continúan siendo cabeza de turco de estos discursos. 

Lamentablemente, el contexto actual marcado por la crisis de la COVID-19 no es una excepción tal y como estamos viendo en las comparecencias de algunos representantes públicos y en los contenidos compartidos por determinados medios de comunicación que están utilizando el discurso intolerante (o discurso de odio no sancionable) para contribuir a perpetuar una discriminación que, ya antes de la crisis, azotaba a algunos colectivos, aumentando así la amenaza a la convivencia en plena situación de emergencia.

Campaña #NoSoyUnVirus en España. Twitter | @antonioliuyang
Campaña #NoSoyUnVirus en España. Twitter | @antonioliuyang

El recurso al discurso de odio contra las más vulnerables

La aparición del coronavirus, y la respuesta ante este, no supone el mismo impacto para toda la ciudadanía porque no toda la población parte del mismo nivel socioeconómico, ni sufre en igual magnitud las discriminaciones sociales e institucionales que caracterizan nuestra sociedad. Estas desigualdades se agudizan aceleradamente en un contexto de emergencia como el actual, pues no todas las personas cuentan con los mismos recursos para hacer frente a una crisis sanitaria y económica al encontrarse en una situación de mayor vulnerabilidad. Entre estas, aquellas personas que son víctimas del racismo estructural.

Además, como ya adelantaba el diputado de Unidas Podemos Ismael Cortés, "el virus ha estado moviéndose al ritmo de los viajes internacionales aparejados al turismo, el comercio, la educación superior o la política global". Es decir, no han sido ni las personas refugiadas, ni las migrantes, ni las minorías étnicas que viven en barrios empobrecidos las que han traído el virus a Europa. Sin embargo, sí son ellas, al encontrarse entre la población más vulnerable, las que sufrirán en mayor medida sus estragos. Y no solo en términos sanitarios y económicos, sino también en términos de odio. 

En tiempos de crisis y confusión como los que estamos viviendo ahora mismo, la desinformación, los bulos, la información sesgada y, en general, aquellas narrativas que ahondan en los estereotipos y prejuicios "juegan un papel clave en la formación de la percepción de la realidad, y presentan el mundo como una amenaza o una lucha por los recursos constante"; y, en consecuencia, tienen un impacto claro y directo sobre la vida de las personas afectadas.

Racismo y antigitanismo en tiempos de la COVID-19

De hecho, los ejemplos de discurso de odio basados en bulos y desinformación han sido numerosos desde el inicio de la crisis de la COVID-19. En un primer momento, a través de la estigmatización de las personas de origen asiático mediante bulos y mensajes de representantes públicos, con un discurso abiertamente racista y xenófobo, al que respondió, acertadamente, la campaña #NoSoyUnVirus. Más tarde, con la llegada del confinamiento como estrategia principal para hacer frente a la crisis sanitaria y el aplanamiento de la curva, a través de noticias sesgadas y comentarios institucionales prejuiciosos, en esta ocasión en forma de antigitanismo. Es más, incluso la Comisión Europea denunció el discurso de odio y las noticias falsas contra las personas gitanas, alertando de su reciente propagación en Europa durante las crisis provocada por la COVID-19. 

El Consejo de Europa (CoE) define el antigitanismo, como "una forma específica de racismo dirigida contra los gitanos, una ideología basada en la superioridad racial, una forma de deshumanización y de racismo institucional alimentada por la discriminación histórica, que se expresa, entre otros modos, mediante la violencia, el discurso del odio, la explotación, la estigmatización y la discriminación más descarnada". Es, además, una forma de discriminación que se expresa a través de diferentes dimensiones: entre ellas, la simbólica, la material y la institucional. ¿Qué arrojan los datos europeos sobre la dimensión material del antigitanismo? Que muchas personas gitanas en Europa son víctimas de discriminación y, en consecuencia, de desigualdades que les dificultan el acceso a servicios y necesidades básicas como la vivienda, el empleo, la salud... Es decir, a las oportunidades para desarrollarse como personas, especialmente en el caso de las mujeres gitanas, que además sufren antigitanismo de género.

En resumen, la población romaní ya enfrentaba, antes de estallar la crisis, una gran vulnerabilidad social en España, y esta ha empeorado con la llegada de la crisis del coronavirus, pues, además de las vulnerabilidades en términos de salud condicionadas por el antigitanismo, hay que sumar las de tipo económico, ya que muchas personas gitanas en situación de riesgo han tenido que renunciar a su principal fuente de ingresos. No obstante, en vez de analizar las causas que hay detrás  de esta situación de vulnerabilidad, varios medios de comunicación han puesto el foco en otros aspectos que refuerzan los estereotipos sobre este colectivo, ya muy arraigados, y que hunden sus raíces en la historia y cultura de España. 

Igualmente, otra realidad invisibilizada por los medios de comunicación es la labor que muchas personas gitanas están haciendo para concienciar a la población sobre la pandemia. Tal y como recoge la psicóloga e investigadora Patricia Caro en un reciente artículo, "la realidad es que la mayoría de individuos, artistas y organizaciones romaníes además de las labores solidarias y sanitarias, se han involucrado activamente en la concienciación sobre el confinamiento de la misma forma que el resto de habitantes y añadiendo su mirada propia":

Vídeo #joemquedoacasa

Es más, muchas asociaciones y colectivos gitanos están trabajando para hacer frente a la pandemia y están exponiendo las condiciones de desigualdad y pobreza en las que se encuentran muchas familias gitanas en pleno confinamiento así como denunciado el racismo institucional y simbólico de las administraciones y los medios de comunicación. Porque el pueblo gitano es un ejemplo de resistencia, desde BCNvsODI queremos visibilizar como muchas personas gitanas contribuyen a parar los virus, no solo el de la COVID-19, sino también el del odio.

Este artículo forma parte del proyecto #BCNvsOdi