¿A quién odias tú?

odio
Lucila Rodríguez-Alarcón

Lucila Rodríguez-Alarcón (@lularoal)

El ser humano se ha debatido entre el bien y el mal desde el inicio de su consciencia. Desde Adán y Eva hasta Juego de Tronos, la dicotomía del amor y el odio ha estado siempre presente a la hora de determinar la creación de nuevos espacios sociales y su evolución. Es sin duda la Guerra de las Galaxias la que se lleva la palma explicando este eterno dilema al que nos enfrentamos todas las personas: el lado oscuro, a través de la ira y el odio, es más rápido y aparentemente más potente, pero la fuerza blanca es más gratificante, más comunitaria y, en definitiva, el amor nos hace más felices. 

Sin embargo parece que últimamente lo que se lleva es el odio. Desde que sobre el 2015 se generalizara irrumpiendo con fuerza en su versión digital en nuestros debates públicos occidentales, el discurso de odio parece que se hace cada vez mas fuerte. Marta Peirano asegura que el odio es el combustible de las redes sociales. La maravillosa cuenta de Twitter @nolesdescasito, de obligado seguimiento para gente de bien, va más allá y referencia que según ciertos estudios para compensar las historias negativas hay que circular el doble o triple de historias positivas.

https://twitter.com/nolesdescasito/status/1284845445857062912

La realidad es que es fácil odiar en tiempos revueltos llenos de incertidumbre. La sensación de indefensión y de perdida de control que nos ha provocado la covid-19 resulta mucho más llevadera si le podemos echar la culpa a alguien concreto. Lo abstracto no tiene solución y nos deja a merced de nuestra paciencia y nuestra capacidad de autocontrol. Tener un culpable de nuestra desgracias nos devuelve el control de la situación y nos permite tomar medidas activas, poco importa que sean útiles o no. 

Desde que empezó la pandemia en España el nivel de odio ha ido fluctuando y se ha ido odiando a más o menos cualquier persona que tuviera un cierto nivel de exposición pública. Por supuesto gobiernos y políticos fueron de los primeros en convertirse en odiosos. También fueron muy odiosas las personas que salieron escopetadas de sus comunidades autónomas contaminadas por el virus hacia otras comunidades menos afectadas.  Es verdad que lo hicieron muy mal, pero que levante la mano el que le pilló el truco al virus desde el primer momento. Luego le llego el turno al personal sanitario, que se convirtió en responsable de negligencias y potencial transmisor del virus, sin importar que estos profesionales que se estaban jugando la vida por unos pacientes que no conocían de nada. La generosidad de los temporeros, que han asegurado que las cosechas de primavera-verano no se pierdan, también esta siendo premiada con odio. La culpa de pillarse el virus en nuestro país recogiendo nuestras frutas y verduras en condiciones infrahumanas la tienen, por supuesto, ellos. Como con los sanitarios, la solución es sencilla: que los aíslen. En este caso también los deporten y si se mueren que no lo veamos, por favor, y, mientras tanto, limpiamos bien la fruta que nunca se sabe. 

Sí, odio a raudales, odio sin fin, odio descontrolado que siembran los de siempre pero que dejamos fluir las personas agotadas por la pandemia sin darnos cuenta de que el odio solo genera más odio torpedeando nuestras capacidades inherentes para hacer frente a la crisis sanitaria y económica que estamos viviendo. El amor y la unión son las herramientas con las que se superan la adversidad y las crisis sistémicas. Las comunidades unidas, la colectivización de las responsabilidades y la generosidad es lo que nos ayudará a reducir las tremendas consecuencias de está especie maldición biológica que nos está tocando vivir. La historia de la humanidad está llena de ejemplos de superación basados en estos criterios solidarios y humanistas, que ahora debemos recuperar no por "buenismo" sino por instinto de supervivencia.