Participación política migrante: los partidos progresistas en España tienen las mismas vulnerabilidades que en EEUU

Migrantes
Marcha en Nueva York, 4 de noviembre. Fotografía de doug turetsky (CC BY-NC-ND 2.0)

Poder Migrante (@MigrantePoder)

  • Las personas migrantes estamos atrapadas entre los discursos xenófobos donde nuestro nombre va ligado a "ilegales", "terrorismo" o "delincuencia" y la versión más amable y "progresista" donde somos mano de obra barata o servimos de equilibrio demográfico

Biden no hizo lo suficiente para atraer al voto migrante, heterogéneo y fundamental en las elecciones.

Lo dice Alexandria Ocasio-Cortez cuando escribe en su Twitter que "llevamos mucho mucho tiempo haciendo sonar la alarma sobre las vulnerabilidades de los demócratas con los latinos. Hay una estrategia y un camino, pero sencillamente no se hizo el esfuerzo necesario".

Lo dice Gabriela Wiener cuando, citando a Eileen Truax, periodista mexicana afincada en EEUU, escribe que "los que menos votan en ese país son los negros, los latinos y los asiáticos, porque ninguno de estos gobiernos resuelven las problemáticas de estas comunidades que allí aún se llaman "minorías", en las que, por cierto, se detectan los mayores niveles de pobreza".

Lo dice Diego Fonseca cuando escribe sobre el "falaz mito del voto latino" en las elecciones estadounidenses que "usar el mismo rasero para todos envía un mensaje a la vez incorrecto e indeseable: ustedes no importan lo suficiente."

Y lo venimos advirtiendo una y otra vez los colectivos migrantes desde hace mucho tiempo: las formaciones políticas en el Estado español padecen exactamente las mismas vulnerabilidades.

Precisamente en un análisis postelectoral que publicamos el año pasado reflexionamos sobre el hecho de que la mayoría de partidos, programas, políticas y discursos sobre migración todavía nos siguen considerando objetos, infantes, incapaces de tomar decisiones propias. No deberían continuar despreciándonos, especialmente cuando representamos el diez por ciento de la población y el voto migrante está siendo decisivo.

Es curioso, cuando no indignante, escuchar en estos días a opinólogos en medios de comunicación españoles que, o bien critican que haya migrantes que hayan asimilado los mensajes racistas y votado a Trump, o bien critican que los migrantes no votaron masivamente a aquellos demócratas que les han ignorado continuamente. La culpa, según ellos, es del "voto latino" tanto de una cosa como de la contraria.

No nos sorprende. Y no lo hace porque en el contexto español sucede algo similar.

Política y mediáticamente en España casi siempre se habla de las personas migrantes al mismo tiempo que se habla de fronteras o llegadas por mar. Desde hace años, especialmente en los últimos, estamos atrapadas entre los discursos xenófobos donde nuestro nombre va ligado a "ilegales", "terrorismo", "delincuencia", "mafias", mientras que en la versión más amable y "progresista" somos útiles, mano de obra barata que servimos para pagar las pensiones o equilibrar demográficamente los índices de natalidad, con altas dosis de paternalismo.

Pero que nadie lo olvide: las personas migrantes representamos más del 10% de la población en este país. Aunque unas 600 mil personas aún no tienen papeles y por ello reclamamos constantemente su inmediata regularización, otras más de cinco millones de personas migrantes hacemos nuestros proyectos de vida como parte de esta sociedad. Nuestras vidas van muchísimo más allá de las fronteras y las imágenes distorsionadas que se intentan dibujar sobre nosotras.

No obstante, padecemos problemáticas mucho más graves que el resto de la población respecto a empleo, acceso a la vivienda, a la sanidad, o la educación. Lo vienen publicando estudio tras estudio: aún siendo una parte importante de la sociedad, nuestras problemáticas son tan graves que escandalizarían al país entero si toda la sociedad tuviera que soportar la misma presión y los índices que soportamos. Pero parece que todavía ninguna formación política se ha enterado.

La pandemia vino a agravar todavía más nuestra situación a pesar de que las personas migrantes continuamos trabajando en los sectores esenciales, sea en el campo, en alimentación o en los cuidados. Como consecuencia, la enfermedad está haciendo grandes estragos entre nosotros. Y todavía hay quienes, con un discurso xenófobo, achacan los contagios a "nuestro modo de vida". Es un mensaje que se ha filtrado en la sociedad y se agita en las manifestaciones contra las personas migrantes para crear un caldo de cultivo de odio y racismo. Es un discurso peligroso que fragmenta, que divide, que criminaliza y persigue.

Los colectivos migrantes y antirracistas continuamente denunciamos y alertamos estas situaciones sin ningún apoyo ni reconocimiento institucional, ni político, ni económico. No se nos está escuchando. No se nos está prestando ninguna atención. Se nos silencia en lo general, se nos ignora en lo concreto.

Es una grave vulnerabilidad de las formaciones que se consideran progresistas en el Estado español. No solo no nos escuchan, sino que además ponen obstáculos para no ceder ningún espacio de poder. "En los partidos progresistas más allá de incluir unas cuantas medidas en base a los derechos humanos de la población migrante en sus programas, no existe actualmente una preocupación profunda en estas organizaciones políticas para motivar una masiva participación de este electorado en las campañas, porque piensan que el voto migrante es minoritario y que hablar de migración o racismo no mueve masivamente el voto", reflexionaba Rita Bosaho, hoy directora general para la Igualdad de trato y Diversidad Étnico Racial.

Tal como decía Diego Fonseca en su artículo, "solo es cuestión de tiempo para que esos enormes grupos se organicen y reclamen para que se les trate como son, personas con una identidad, sujetos políticos específicos". Los colectivos migrantes antirracistas en el Estado español llevamos un tramo de ese camino recorrido.

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Poder Migrante es una red de activistas y colectivos que trabaja por los derechos de las personas migrantes y lucha contra el racismo estructural, los discursos de odio y las políticas que criminalizan.

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