El subconsciente que dejó entrar a la xenofobia en España

Lucila Rodríguez-Alarcón (@lularoal)

Cuando en septiembre de 2016, la Fundación por Causa se tuvo que plantear su escenario de trabajo para los siguientes años, y decidió dedicarse exclusivamente a analizar procesos migratorios, lo hizo con dos certezas: que se trataba de procesos absolutamente positivos en términos humanos y económicos, tanto para los países de origen cómo para los países de destino, y, que la percepción pública sobre el tema era muy negativa. En aquel momento el Brexit ya se había votado y las elecciones en Estados Unidos estaban a la vuelta de la esquina. El discurso xenófobo crecía en occidente ante la perplejidad de los históricos defensores de los derechos humanos que creían que algo así era imposible. 

España en aquel momento era un bastión que resistía. Por primera vez desde hacía varios años, el flujo migratorio dejaba un balance positivo, y entraban ligeramente más personas de las que salían. Los españoles, un pueblo que ha sido a partes iguales emisor y receptor de migraciones, habían demostrado su talante entregado y solidario, y componían el grupo de voluntarios más grande llegado a Grecia para apoyar los esfuerzos del país en la recepción de refugiados venidos de Siria como consecuencia de su guerra civil. La opinión pública se declaraba mayoritariamente favorable a la migración en una encuesta que lanzaba la Fundación por Causa con Metroscopia en octubre de ese año, 85% de los encuestados decían estar a favor de la migración y verla como beneficiosa. 

Estos resultados sin embargo, no se correspondían con los enfoques del debate público, que ya empezaba a estar ligeramente intoxicado, ante la sorprendente indiferencia de todos los partidos del elenco de aquel momento. Hubo alguna tímida incursión al debate sobre los derechos de los que estaban muriendo en el mar por parte de Miguel Urbán, por aquel entonces todavía miembro de Podemos, pero poco más. También es cierto que la película tenía lugar en otro lado, en otras cosas y en países lejanos aunque fueran parte de la misma Unión Europea. 

En 2017 los tapones a las rutas de Libia y del este, empezaron a notarse en las llegadas a España que crecieron sustancialmente. Aún así seguía sin ser comprensible la tibieza de los políticos españoles con relación a la enorme crisis humanitaria que los cierres irregulares de fronteras estaban provocando debido al incremento de refugiados sirios. La pregunta que se hacía la Fundación por Causa era: si la sociedad española es tan positiva con relación a la migración, ¿por qué el debate público tiene indicios de poder potencialmente torcerse hacia la xenofobia? Una posible respuesta la encontraron de la mano de la empresa de neuromarketing Thisness. ¿Podría ser que los españoles no vieran la migración como algo positivo pero no fueran conscientes de ello? Y la respuesta fue, sí, efectivamente, la población española percibía subconscientemente la migración como algo malo, como un problema.

La percepción subconsciente

Para entender este concepto es importante participar en este enigma: 

Un padre y un hijo van en coche y tienen un accidente. El padre muere, el hijo es trasladado al hospital de extrema gravedad. Cuando llega la persona que le tiene que operar, dice: "No le puedo operar porque es mi hijo". ¿Qué ha sucedido? 

Gracias a este acertijo yo descubrí que indudablemente mi subconsciente es machista porque en seguida pensé que el chaval tenía dos padres, pese a que mi madre es pediatra. Esto es la percepción subconsciente, aquella que sale cuando no tenemos tiempo de pensar con tranquilidad, de procesar la información que recibimos. Esos actos no reflexionados como abrir una puerta, proceso complejo que hacemos automáticamente, también tienen lugar en le espacio de los sentimientos y las convicciones. 

Atención porque esta percepción subconsciente se puede medir. Hay varios métodos, pero la Fundación por Causa apostó por un método denominado Test de Asociación Implícita (TAI) desarrollado por la Universidad de Harvard. Así descubrió que la buena voluntad de las personas españolas y su visión reflexionada de la migración era tremendamente frágil. 

Lo que vino después es por todas conocido. En 2018 el desvío de las rutas mediterráneas provocó la mayor llegada de inmigrantes irregulares por el Estrecho de nuestra Historia. Los medios encantados de tener algo que contar que fuera nacional desplegaron sus narrativas del miedo, " nos invaden", o de la culpa, "mueren ante nuestra indiferencia". La migración volvió a ser un relato de excepcionalidad, abriendo la puerta a la polarización que trajo de la mano al radicalismo xenófobo a nuestras instituciones. 

¿Y ahora qué? Después de un año con la covid-19 en nuestras vidas somos un amasijo de miedos y tristezas. La fundación por Causa ha vuelto a lanzar su test para ver si hay algún cambio significativo en nuestro subconsciente (no lo dudes, hazlo pinchando aquí). El consciente nacional está definitivamente polarizado, enfrascado en debates muy dolorosos. El odio cataliza muy rápido cuando la gente se siente perdida, generando uniones débiles y procesos destructivos. Pero somos un pueblo bravo que ya ha demostrado muchas veces que tienen más valía de la que piensa. Somos resilientes, somos valientes y le daremos la vuelta a la tortilla. Migraremos, bailaremos, nos reiremos, nos ayudaremos y recuperaremos nuestro espíritu constructivo. No tengo la menor duda.