Contar las migraciones y el exilio desde dentro: por qué apoyar a Baynana es más necesario que nunca

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Oficina y página web de la revista Baynana. Fotografía de Okba Mohammed

Andrea Olea (@lea_corr)

  • La revista, creada por periodistas sirios refugiados, trata de normalizar la diversidad, ofrecer ejemplos de convivencia y cultura compartidas, celebrar las diferencias
  • Baynana habla de lo que nos une, de cómo gente de orígenes muy diversos pueden hacer pequeñas grandes cosas juntas

Cuando conocí a Ayham, Moussa, Okba, Muhammed y Rajaai en octubre de 2020, yo aún vivía en Beirut. Nuestro primer encuentro y flechazo fue por videollamada: ellos, todo sonrisas ante mi esforzado chapurreo en árabe; yo, todo sonrisas ante su más que decente español. Se trataba de cinco periodistas sirios refugiados en Madrid desde 2019 con un proyecto loco entre manos: querían montar sin apenas recursos una revista digital en árabe y español que hablara a la comunidad migrante y refugiada en España. La Fundación porCausa, que los había apoyado desde el principio, me proponía echar una mano con la logística inicial. Que si me subía al carro, me decían ellos con las miradas llenas de ilusión. Y yo, aun sospechando que lanzar un nuevo medio de comunicación en España no era exactamente una idea ganadora, me vi contagiada de su ilusión y me subí sin pensarlo demasiado.

Debe de ser extenuante repartir de cero y tratar de recuperar la voz perdida cuando lo has dejado todo atrás, incluidos tus contactos y tus redes; cuando el idioma y las leyes del nuevo país son una incógnita; cuando tienes que enfrentarte a la discriminación y la violencia simbólica y real que también se dan en el lugar de refugio. A lo largo de los años he conocido a otros periodistas exiliados, personas que por dar testimonio de los horrores de la guerra, la corrupción o la violencia sistémica en sus países de origen, acababan viéndose obligados a huir para salvar la vida. Gente como mi amigo Halgurd, reportero kurdo que, tras varios intentos de seguir ejerciendo después de salir de Irak, desistió y acabó regentando un kiosco en París. O Sameer, jovencísimo fixer en Afganistán que terminó trabajando en un restaurante kebab en el norte de Francia. Recuperar la voz perdida puede hacerse imposible, pero la resiliencia humana es increíble y ahí estaban mis colegas y hoy amigos, dispuestos a intentarlo. Baynana nacía de ese deseo de reconstruirse y luchar por tener un futuro mejor, pero también de la idea de ayudar a quienes han pasado por experiencias similares a las suyas ofreciendo información de utilidad a personas migrantes y refugiadas como ellos.

Son las historias pequeñas las que cuentan, y desde el lanzamiento de la revista hace apenas cuatro meses hemos entendido hasta qué punto es necesario hacerlas públicas. Por ejemplo, el tema más leído de la revista hasta ahora ha sido el de una familia refugiada siria en Tarragona a punto de quedarse en la calle por no encontrar vivienda. La comunidad de lectores se implicó, difundió, y el artículo llegó a oídos de activistas locales que se ofrecieron para apoyar in situ y encontrar una solución para ellos.

El precio a pagar por ser periodista en Siria

Explicaba la escritora Chimamanda Ngozi Adichie que "las historias se han utilizado para desposeer y calumniar, pero también pueden usarse para facultar y humanizar", y esa es la otra idea detrás de Baynana: permitir a personas migrantes, refugiadas y racializadas verse representadas de forma distinta en un medio de comunicación, lejos del encasillamiento y estereotipado, de la criminalización o la victimización que sufren habitualmente en buena parte de los medios españoles. Baynana trata de mostrar en su cotidianeidad a gente cuya única diferencia con el resto de la sociedad es haber nacido (ellos o sus familias) al otro lado de la frontera, contar sus pequeñas victorias y fracasos, normalizar la diversidad, ofrecer ejemplos de convivencia y cultura compartidas, celebrar las diferencias.

Es evidente que ya existen medios de comunicación en España que abordan la migración y el exilio con un enfoque respetuoso y pro-derechos humanos (sin ir más lejos, el periódico que aloja este blog), contando además con más recursos y experiencia que Baynana. Lo que hace diferente a este proyecto es que las personas a las que se dirige pueden entender su existencia como una forma de victoria compartida... prueba de ello es que cuántas de ellas nos han dicho cuánto hacía falta, cuántas nos han escrito regalándonos sus historias, sugiriendo mejoras, ofreciéndose a colaborar sin esperar contrapartida.

La antropóloga neozelandesa y maorí Linda Tuhiwai Smith defendía la necesidad de descolonizar la investigación académica sobre pueblos primigenios y sus resistencias abogando por que fueran los académicos indígenas quienes establecieran su propia agenda temática, retrazando su historia, cultura y tradiciones en sus propios términos. Creo que esa teoría es aplicable también al periodismo: ¿qué tal si desde los medios del norte global se liberara espacio para que periodistas migrantes, refugiados y racializados hablaran por sí mismos, deconstruyeran la representación que se ha hecho de ellos y se reapropiaran de su relato?

¿Y si desde los medios se liberara espacio para que periodistas migrantes, refugiados y racializados deconstruyeran la representación que se ha hecho de ellos y se reapropiaran de su relato?

Participar de esta iniciativa ha sido un regalo, pero para ser consecuente con esa idea yo ahora doy un paso atrás y dejo la coordinación del proyecto totalmente en manos de mis compañeros. Han sido muchos meses de dedicación y esfuerzos compartidos, de alegrías y también de cansancio; a ratos, de profunda desazón. Meses en los que ha habido enfados y malentendidos por el idioma o por mini-choques culturales, y también risas por los mismos motivos... Pero tanto en los momentos altos como en los bajos, ha prevalecido la ilusión de un proyecto emocionante construido entre mucha gente: Moussa, Ayham, Okba y Mohammed (Rajaai eligió otro camino), junto a personas de dentro y fuera de porCausa que echaron una mano o un brazo entero para que la revista saliera adelante. Echando la vista atrás, para mí queda claro que Baynana (‘Entre nosotros/nosotras’ en árabe) habla de lo que nos une, de cómo gente de orígenes muy diversos pueden hacer pequeñas grandes cosas juntas.

Estas palabras pretenden ser, por un lado, un mensaje de agradecimiento a mis colegas por haberme aguantado y enseñado tanto en estos meses, y de admiración por lo logrado con tan pocos recursos pero tanto cariño. Por otro, un llamamiento a quienes creen en esta iniciativa: aunque la campaña de crowdfunding haya terminado, difundir y apoyar el trabajo de Baynana para que siga siendo sostenible es más necesario que nunca.

Hacen falta más proyectos en los que las personas migrantes, refugiadas, racializadas se narren y se vean reflejadas, se reconozcan y se inspiren. Iniciativas como Baynana contribuyen a construir una sociedad más diversa, más rica, un poquito mejor. Espero que, como yo, sintáis el ímpetu de subiros al carro.

Andrea Olea, periodista y Máster en Democracia y Derechos Humanos en el Mundo Árabe, ha coordinado Baynana hasta junio de 2021. Antes trabajó como corresponsal cerca de una década, primero en Francia y después en Líbano y la región de Oriente Medio.