Paguita para todas

Foto de un detalle de un cartel publicitario del metro del Madrid
Foto de un detalle de un cartel publicitario del metro del Madrid

Lucila Rodríguez-Alarcón (@lularoal)

El economista Gonzalo Fanjul no se cansa de repetir que la economía de un país no es como una tarta fija que cuanta más gente hay, a menos se toca. Por el contrario, en un país cuanta más gente hay, más riqueza se produce. Sobre todo si esa gente es joven y sana, consume pocos recursos públicos y genera riqueza con su trabajo y sus impuestos, desde los indirectos como el IVA en todo lo que compra hasta los directos si está dentro del sistema. Es así de sencillo, cada nueva persona que se une a nuestra sociedad consume bienes y servicios que están proporcionados por las personas que estábamos aquí antes que ellas. 

Esta realidad económica choca frontalmente con las políticas de gestión migratoria de occidente que se dedican a limitar de forma absurda el movimiento de seres humanos que componen el capital humano, en un mundo donde el resto de los capitales y seres se mueven libremente. 

La migración, que es un proceso natural, se lleva unos años presentando como algo excepcional y todas sus bondades sociales y económicas se han olvidado en detrimento de una narrativa del miedo y el rechazo

Esta disfunción se podría justificar por lo conveniente que han resultado los cierres de fronteras para un grupo concreto de empresas -que se dedican a la industria del control migratorio- y de estructuras ideológicas -que se dedican a desestabilizar el sistema con la aspiración de gobernarlo-. Así la migración, que es un proceso natural, se lleva unos años presentando como algo excepcional y todas las bondades sociales y económicas se han olvidado en detrimento de una narrativa del miedo y el rechazo. Para construir ambos marcos narrativos los relatos han marcado con intensidad las diferencias que existen entre las poblaciones de acogida y las poblaciones que llegan a ellas. Según un análisis de la organización More in Common, en España sentimos como ajenas, y por lo tanto rechazamos, a las poblaciones marroquíes, luego a las subsaharianas, mientras eso sucede muchísimo menos con las latinoamericanas. 

Hay que señalar que la sociedad española es generosa y optimista si se compara con la de otros países de Europa. Estas características se están haciendo patentes en la respuesta que está habiendo relativa a la invasión de Ucrania. Sin embargo es una sociedad a la que le cuesta ser constante y perseverante en la ayuda. La respuesta de nuestra sociedad cuando empezaron los cierres de fronteras para los refugiados sirios en 2015 fue impresionante: miles de voluntarios se desplazaron a Grecia para apoyar a las organizaciones locales desbordadas porque estaban recibiendo a cientos de miles de personas. Igualmente las respuestas de las poblaciones a momentos críticos como los vividos en la costa de Andalucía, Canarias o Ceuta han sido maravillosas en muchos casos. Pero luego toda la fuerza parece que se disuelve a la hora de luchar por encontrar soluciones a largo plazo o de exigir a las autoridades públicas que cumplan con su responsabilidad organizativa, humanitaria y de custodia del bienestar social. 

¿Por qué ayudamos? Si lo hacemos por caridad, porque percibimos a las personas como diferentes, tenemos un problema

Quizás el primer punto que deberíamos mejorar es la narrativa de la ayuda. ¿Por qué ayudamos? Si lo hacemos por caridad, porque percibimos a las personas como otras, diferentes, en una situación en la que nosotras no estaremos nunca, tenemos un problema. De la caridad y la compasión al odio no hay apenas espacio. Solo hace falta que la persona caritativa sienta su bienestar amenazado para que perciba a esa otra persona, que no es como ella, como una potencial amenaza. 

De aquí surge toda la narrativa de la paguita, que según el estudio de More in Common ha calado fuerte en nuestra sociedad. Apoyándose en la narrativa postcolonialista de la ayuda de la que han abusado organizaciones y estructuras públicas, es fácil usar la brecha de la diferencia fenotípica o cultural para generar miedo. Esto no podría darse si la narrativa hubiese sido la de la comunidad, lo comunitario y el bien común, donde todas las personas se narran y por lo tanto se perciben como iguales, partes de un sistema que nos necesita a todas por igual. 

La realidad es que la inmigración es indispensable en España para mantener nuestro nivel de bienestar social. Pero si la seguimos gestionando de una forma inadecuada nos convertiremos en una sociedad canalla que no respeta la diversidad y por lo tanto corre el riesgo de sufrir la muerte del cisne que se mata hincando el pico en su propio cuello. Si creemos que hay seres humanos con categorías distintas que permiten distribuir los derechos en función de las mismas estamos a un paso de perder los derechos de todas las personas en general. Eso es así y la Historia, si la repasamos, nos lo recuerda. 

3.500 euros sería el beneficio neto para las arcas públicas por persona regularizada, es decir, por persona que pasa de no tener papeles a tenerlos

Pero además este tipo de políticas de gestión migratoria inadecuadas tampoco nos permiten sacar partido de todos los beneficios económicos, sociales y culturales que tiene la inmigración. Un reciente estudio de la Fundación porCausa habla de 3.500 euros de beneficio neto para las arcas públicas por persona regularizada, es decir, por persona que pasa de no tener papeles a tenerlos. Se estima que hay medio millón de personas en situación irregular, eso quiere decir que ¡una regularización extraordinaria generaría millones de euros! Esa es una de las razones por las que el PP llevó a cabo cinco regularizaciones extraordinarias y cuatro el PSOE. Con ese dinero habría paguita para todas.

De hecho, la realidad, es que la paguita va a depender en un futuro de todas las personas jóvenes, trabajadoras y emprendedoras que haya en nuestro país. Son ellas las que con su trabajo y sus impuestos mantendrán la caja de la Seguridad Social llena. Son ellas las que hacen que la tarta que nos repartimos crezca y sea cada vez más grande. Y para mantener una pirámide de población equilibrada, en un país con un crecimiento negativo, hace falta que venga gente fuera. Alemania lo sabe muy bien, tras una ampliación en el año 1989 y la absorción de varios millones de migrantes en los últimos años, está a la cabeza de la economía de Europa. 

Si crees que las personas deberíamos tener todas los mismos derechos, quieres vivir en un país justo y democrático y quieres paguita para todas, no lo dudes, únete a la campaña de Esenciales y firma.

Más información en www.esenciales.info