El escritor Martín Caparrós nos preguntaba el pasado jueves que si nos íbamos a pasar unos días hablando de una momia inglesa. Y la respuesta ha sido sí, la muerte de la reina Isabel II ha ocupado la mayoría de los espacios informativos como si no hubiera ninguna otra muerte de la que hablar.
Se puede entender que sea una muerte, la de esta reina, la que llame la atención en general, puesto que era una personaje histórico, líder de una familia muy popular en las revistas de corazón. Todo el mundo sabe quién es ella, quiénes son hijos y muchos detalles íntimos de sus vidas gracias, entre otras cosas, a la serie de Netflix que les han hecho eternos sin esperar a que la señora se muriera.
Aparte de por esas razones mencionadas anteriormente, la reina Isabel II no tiene mucho más interés a mi parecer. Ahora bien, su muerte abre un profundo debate, que se está intentando evitar, sobre las monarquías y su papel en el mundo. Son muchas las voces que se alzan denunciando que la monarquía inglesa es un bastión de colonialismo, y que la reina, por mucho que nos intenten decir lo contrario, fue un personaje oscuro. Y es cierto que una certeza tenemos, y es que Isabel racista sí que era. Ya lo dejó claro Megan cuando arrastró a su marido a Canadá. Y es que, como decimos en la Fundación porCausa, nunca sabes de color serán tus nietos.
Toda la parafernalia que se ha montado alrededor de la muerte de esta señora ha eclipsado un montón de otras noticias, incluidas algunas relativas a otras muertes. Desde este espacio no podemos menos que volver la vista a Melilla y Nador para recordar a las mas de 70 personas desaparecidas, muchas de ellas sabidas muertas, a las que los gobiernos de Marruecos y España intentan enterrar mediáticamente. Sin embargo no van a conseguir que la historia se pierda. Ya advertíamos en julio que no vamos a dejar de seguir este tema desde aquí. Y me consta que varios medios internacionales de ambos lados del Atlántico están preparando historias sobre el tema. La información evitará la impunidad. Así debería de ser.
Las historias que vienen sobre las personas que murieron ese día en la valla parece que serán contadas a través de sus familias y amigos. El reto que tienen los periodistas que construyan estos relatos es conseguir que quienes los lean los encuentren tan interesantes como The Crown. Estos narradores de historias tendrán que crear un vínculo entre las audiencias y una vida ajena. Para ello tendrán que buscar primero qué es lo que une para luego hablarnos de lo que diferencia. Si lo piensan, es muy probable que la mayoría tengamos más en común con cualquiera de los chavales que murieron en la valla que con la reina Isabel. Si la vemos como alguien cercana e interesante es gracias a una narrativa que se ha construido para que así sea. Y sí, lo mismo se podría hacer con cualquiera de esos chicos. Solo hay que invertir lo suficiente; tiempo, dinero o ambos. Aquí, Estados Unidos es el padre de la creación de los mitos, a través de un método infalible que consiste en empezar por la biografía y seguir con la miniserie de televisión. Nuestro presidente Pedro, que es muy moderno, lo sabe bien, y lo primero que hizo cuando llegó a la presidencia fue marcarse el libro. Y sí, han adivinando, la mini serie está en camino. Y resulta bastante obsceno todo sabiendo que esta herramienta de precampaña se paga con dinero público.
Me imagino un mundo donde el presidente del gobierno de España defiende a todas las personas por igual y no promueve matanzas al otro lado de una valla fronteriza, sino que trabaja para evitarlas. Ahí el dinero público se usa para crear narrativas que unen y cuentan historias de personas con ilusiones y esperanzas iguales a las de la gran mayoría, humildes y campechanas de verdad. Sueño con una sociedad que se evade a través de cuentos llenos de justicia y amor, donde no existe espacio para personajes turbios ajenos a la realidad en la que vivimos gran parte de la gente. Y tengo buenas noticias: el futuro se encuentra ahí. Vayan haciéndose a la idea.
Comentarios
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