Cuando el extranjero eres tú

Varios migrantes de un grupo de 53, a su llegada al puerto de Ceuta para embarcar a diferentes puntos de la península, a 17 de junio de 2022, en Ceuta (España). Antonio Sempere / Europa Press
Varios migrantes de un grupo de 53, a su llegada al puerto de Ceuta para embarcar a diferentes puntos de la península, a 17 de junio de 2022, en Ceuta (España). Antonio Sempere / Europa Press

La empatía se presupone al ser humano. Varios estudios la relacionan más con mujeres que con hombres, que por lo visto tienden a inhibir su expresión. La empatía es la capacidad de ponerse en la piel de otra persona, y vive en una misma los sentimientos ajenos. 

Desde que existen los proyectos solidarios, el marketing y la comunicación de las ONGs han estado dedicados a buscar historias que generen sentimientos fuertes en las potenciales donantes. Durante mucho tiempo se tiró de la pena, un sentimiento muy ligado a nuestro origen judeocristiano. Y ya más tarde, en los años 90, se empezó con la empatía. Aquí es donde entra el tema este de "no pesques por ellos, dales una caña". Sin duda eso es mucho mejor que el "solo tú puedes salvar sus vidas" con la foto de los niños desnutridos. Pero el problema es que dar cañas a gente que vive en la sabana tampoco es muy útil, es decir, que para generar empatía hemos propuesto soluciones que nosotras entendemos para sistemas y problemas que no entendemos en absoluto. 

Pero dejando las críticas de lado, no existe mejor manera de hacer que un grupo de personas se movilicen para resolver un problema ajeno, que pertenece a otras personas, que a través de la empatía. Este sentimiento resulta más fácil de generar cuanto más nos proyectemos en el objeto del mismo. Esta proyección, esta capacidad de sentirnos igual que el otro, no tiene que ver con al realidad, sino con la percepción que tengamos de la misma. Es decir, que seremos más empáticas con personas que sentimos que son más cercanas a nosotras, dentro del imaginario que nosotras tengamos de nosotras mismas. 

Esto que suena tan enrevesado al final es bastante más sencillo. Llevamos meses con polémicas asociadas a este tema. La primera tuvo lugar cuando empezó el éxodo ucraniano y la respuesta solidaria de todos los países europeos fue aplaudida por la mayor parte de la opinión pública. Y ahí empezamos con el debate de por qué a las refugiadas ucranianas sí y las refugiadas subsaharianas no. La realidad es que pese a que nuestro fenotipo y nuestra cultura son, sin duda, mucho más cercanos a los africanos, la narrativa social en la que estamos inmersas, las películas y las series que nos ofrecen y consumimos, los estereotipos en los que nos proyectamos, nos hace sentirnos, en general, más cercanas a las ucranianas. Igual sucede cuando una persona famosa va de turismo supuestamente solidario a África y funciona en la captación de fondos. Esa persona famosa que representa un aspiracional se convierte en un puente que permite conectar a las audiencias con realidades que ellas perciben como ajenas.

Deconstruir todos estos marcos erróneos en los que estamos inmersos es bastante complicado. En el caso de las migraciones resulta increíble cómo las informaciones y las narrativas están tergiversadas y retorcidas para hacernos creer que migrantes son solo las demás personas. La realidad es que la península ibérica ha sido siempre un espacio de movimiento incesante. Nuestra historia del siglo XX está plagada de migraciones internas y externas, en muchos casos extremadamente difíciles. A algunas se les olvida que somos el país de Vente a Alemania, Pepe. Y todavía solo hace unos meses que unos padres tuvieron que pedir ayuda a nuestro Gobierno para sacar a su hija de un Centro de Internamiento para Extranjeros del Reino Unido en el que la habían encerrado por querer entrar a trabajar sin papeles en el país. 

Viendo todo lo que nuestro Gobierno está permitiendo que pase con las personas que quieren llegar a nuestro país sin papeles es inevitable pensar en cómo se puede contar la historia, cómo se puede transmitir la información, para que la sintamos como nuestra. Hace años fuimos como esas personas. Y quizás dentro de unos años nos volveremos a encontrar en una situación similar. En el año 2012 más de dos millones de jóvenes abandonaron nuestro país para buscar trabajo fuera. La mayoría se fueron sin papeles.