El camino de Virginia para escapar de la violencia de género: "De ahora en adelante no habrá nada que me impida crecer"

 

 "Sufro maltrato, violencia psicológica por parte de mi pareja". Es difícil no quebrarse al pronunciar esta frase y si además eres víctima de ese maltrato lejos de tu casa, de tu familia, en otro país, el laberinto puede ser incluso más oscuro.  

Es lo que ha vivido -y vive- Virginia que, aunque prefiere escudarse en este nombre ficticio para proteger su identidad, también quiere compartir su testimonio para que, como ella misma repite, "ninguna mujer pase por lo mismo y poder ayudar a las que vengan detrás". 

"Primero empezó a decirme cosas como ‘no quiero que salgas’, ‘yo te escojo la ropa’, tampoco me deja usar las redes sociales, me grita, me echa de casa y siempre me decía que como soy inmigrante aquí no puedo trabajar, así que dependía económicamente de él", explica la joven con la voz rota intentando evitar la emoción que aflora cuando el dolor nos remueve. 

De todos estos actos de violencia que su marido emplea contra ella, el maltrato económico es una de las más recurrentes. Él, de origen español, ejercía un abuso de poder haciéndola creer que por su condición de migrante no tenía permiso ni capacidad para trabajar en España y así perpetuar una dependencia económica, más allá de la psicológica.  

Aunque la ley de violencia de género, la ley de extranjería y la nueva ley de garantía integral de la libertad sexual regulan la posibilidad de obtener una autorización de residencia y trabajo temporal para las mujeres víctimas de violencia de género, todavía existen dos grandes obstáculos. Por un lado, existe mucho desconocimiento sobre esta medida y, por otro lado, no está garantizada. 

Según el informe Mujeres Migrantes Víctimas de Violencia de Género en España publicado el pasado año por Red de Mujeres Latinoamericanas, solo un 25% lo solicita y, de ellas, un 30% son denegadas. Además, las mujeres en situación administrativa irregular suelen encontrarse más desamparadas porque su propia condición dificulta la denuncia por posible dependencia económica, menor acceso a los servicios sociales, mayor vulnerabilidad, etc. Este mismo documento señala que las mujeres migrantes están sobrerrepresentadas en los datos de violencia machista de España, pero existe una infrarrepresentación de mujeres migrantes en los sistemas de protección.

Si bien es cierto que Virginia no se ha visto en esta tesitura porque cuenta con la tarjeta de residencia de familiar de ciudadano comunitario -una documentación que posibilita trabajar tanto por cuenta ajena como propia- tampoco contaba con la información suficiente. 

"Yo no sabía que mis papeles me permitían trabajar y creía lo que él me decía. Eso me hacía sentirme completamente anulada, me veía tan mal, tan sola", se lamenta. En mitad de esa soledad y desesperanza decidió abrirse una cuenta de Facebook a escondidas que le sirviera como una ventana abierta a un mundo del que su marido se empeña en alejarla. Fue ahí donde conoció a una compatriota suya, afincada en España desde hace décadas y que no sólo le abrió los ojos, también le tendió una mano y el apoyo que necesitaba para empezar a recorrer el camino de salida de la violencia de género. Un sendero que todavía hoy transita, aunque, ahora sí, con un horizonte de esperanza. 

"Eso que estás viviendo se llama violencia psicológica, me dijo", rememora las palabras de su amiga que, aunque dolorosas, fueron una inyección de fortaleza para salir. Necesitaba poner palabras a lo que estaba sufriendo y a partir de ahí dio el siguiente paso: pedir ayuda. 

Fue entonces cuando conoció al equipo de Procomar Valladolid Acoge, una organización federada en Red Acoge, que trabaja en la atención y defensa de derechos de las personas migrantes. "Me ayudaron a conseguir empleo a la primera", dice orgullosa acompañada de Begoña González, educadora social y psicopedagoga, que trabaja como técnica de proyectos en la entidad.  

La clave del éxito del acompañamiento que está recibiendo Virginia por parte de la ONG, radica en que consiste en un proceso integral. Es decir, se brinda atención desde distintas áreas de intervención social: ofreciendo información de recursos, orientación jurídica sobre su condición como víctima de violencia de género, apoyo psicológico y facilitando herramientas para fomentar una mayor autonomía en la búsqueda de empleo y potenciar su autoestima.  

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, la tasa de víctimas por cada 1.000 mujeres fue casi tres veces superior en las nacidas en el extranjero que en las nacidas en España y el 63,5% de los hombres denunciados son nacidos en España. Aunque Begoña reconoce que desconocía este estas cifras, tampoco se sorprende al descubrirlas debido a la experiencia de su trabajo diario.  

 "Muchas de las mujeres que sufren violencias machistas terminan siendo aisladas de la sociedad en general, terminan considerando que no valen, que no pueden. El acompañamiento nos permite principalmente apoyar un proceso de romper con esas ideas que les han sido transmitidas, supone ponerlas a ellas en el centro de su propia vida. Son ellas quiénes van a decidir cómo llevar a cabo su itinerario sociolaboral y nosotras y nosotros como facilitadores estaremos ahí para dar apoyo, sostener, informar, facilitar redes de contacto, pero sobre todo para hacerlas protagonistas de su vida", explica la educadora social poniendo además en valor el trabajo en equipo de todos los profesionales. 

 El acompañamiento a Virginia ilustra a la perfección lo mencionado por Begoña. "Empecé a formarme y a hacer cursos, pero me daba miedo decírselo -a su marido- porque siempre me decía que no, que yo no necesitaba esas cosas. Me sentía encarcelada", rememora Virginia. "A pesar de ese temor iniciamos los trámites para trabajar a escondidas de él. Y finalmente logré un empleo", celebra con una sonrisa imposible de disimular.  

 Aunque todo esto empezó a hurtadillas, por miedo a la reacción del marido, pronto se dio cuenta de que éste estaba al tanto porque las notificaciones de alta de la seguridad social llegaban a su número de teléfono y no al de ella. "Ahora que sabe que estoy trabajando parece que lo ha aceptado, pero quiere manejar mi dinero y mi tiempo. Vivo siempre con el miedo a que explote y no sé por dónde va a salir. Ya tengo mi maleta preparada para cuando me eche de casa", explica sobre su situación actual.  

Mientras, intenta llevar una vida cada vez más alejada de ese calvario. "Me levanto con ganas de ir al trabajo, no quiero que se acabe la jornada, porque no quiero regresar a casa", cuenta con ese humor que sirve para curar heridas. Y es que, desde que Virginia tiene un empleo, celebra que poco a poco es otra persona. O, mejor dicho, vuelve a ser quién era antes: "una mujer alegre, libre, independiente".  

Cada vez se siente más cerca de traspasar esa puerta morada hacia una vida libre de violencia machista. "Me sentía triste como un pajarito enjaulado, pero aquí he tenido la ayuda necesaria. De ahora en adelante no va a haber nada que me impida crecer. No será fácil, pero lo puedo conseguir, estoy segura", dice decidida y con fuerza. 

 

*Fabiola Barranco es periodista especializada en Migraciones y Derechos Humanos, además trabaja en el departamento de Comunicación de Red Acoge.