Cuando te visitan los dioses

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Vanesa Martín

En la cultura griega existía el término Xenia que significa "amigo invitado" y se utilizaba para designar a los nuevos visitantes. Los griegos usaban esta definición tan ambigua del extranjero porque pensaban que los extranjeros podían ser dioses o diosas disfrazadas. El trato siempre era amable y de bienvenida ya que existía la creencia de que, al ser diosas o dioses, podían ser bendecidas por ellas.

Esta hospitalidad con el desconocido se mantiene casi intacta en países africanos o de Latinoamérica, sin embargo, se ha perdido en gran parte en Occidente. La curiosidad por conocer personas de lugares lejanos y escuchar sus historias ha sido sustituida por una sensación de temor. Se trata del éxito de toda una serie de artefactos culturales que asocian al extranjero con un agente invasor que puede despojarnos de nuestras presuntas riquezas o, que representa la amenaza de "perder" una supuesta identidad nacional única y estática.

Acabo de terminar el libro Poeta chileno de Alejandro Zambra y saboreando esas maravillosas últimas páginas disfrutaba de la sensación de la extranjera que se inmiscuye por unas horas, unos días, en la vida de esas personas de esas ciudades que una llega a querer a través de las palabras. El privilegio de observar las amplias avenidas de Santiago de Chile, las librerías de techos altos repletas de libros, compartir ese almuerzo al que llaman 11 y casi siempre lleva palta y caminar junto a todos esos poetas chilenos que no he conocido. Pienso también en esa gringa que llega casi por error a un lugar que le es completamente desconocido y del que unas semanas después no se quiere ir. Como yo.

Me parece hermoso pronunciar en mi cabeza ese español chileno. Pararme a mirar en el diccionario todas esas palabras de un idioma tan cercano y lejano a la vez. Esa manera de relacionarse, esa manera singular que se tiene de estar en el mundo en un momento y un lugar determinados.

En estas ganas de descubrir un poco más el mundo, pienso en la curiosidad como uno de los grandes atributos del ser humano. El que siempre nos lleva un poco más allá. En los aventureros y cronistas desde Heródoto a Kapuzcinski. Este último decía que: "Cuando un niño se cruza con un desconocido puede reaccionar con temor, si ha sido inducido a ello, y correr a esconderse detrás de la falda de su madre. Pero también puede acercarse despreocupado al desconocido porque ve en él una oportunidad de juego. Se trata de la respuesta natural. Es la educación y la cultura las que nos van separando".

Esta separación puede llegar a ser drástica y violenta. El viaje, la mezcla, el movimiento está lleno de vida. Las causas del viaje son complejas y diferentes en cada caso particular pero el derecho a moverse y el vínculo del ser humano con el movimiento es incuestionable. Poeta chileno me abrió las puertas de un Chile desconocido y la curiosidad de ir hasta allá. Llevo ya días saboreando la idea de tomar ese avión. Por eso en este año -ya no tan nuevo- deseo que todas las personas que se quieran mover lo hagan libremente y de manera segura. Como yo, como algunas privilegiadas. Y por desear, también deseo que al llegar las traten como los griegos lo hacían, como a diosas y dioses, y de esta manera puedan, podamos, ser bendecidas todas por nuestro "amigo invitado" .