Con negritas

Ya tiene Berlusconi la Alitalia que quería

Cuando en plena campaña electoral saboteó la venta a Air France-KLM para no contrariar a sus aliados de la Liga Norte, SILVIO BERLUSCONI debió de pensar que la salvación de la Alitalia sería pan comido si volvía al Gobierno. Sin embargo, han transcurrido ocho interminables meses hasta que la compañía ha vuelto a volar en condiciones normales; eso sí, con una propiedad distinta y menos plomo en las alas del que tenía en abril.

Alitalia pertenece hoy a un variopinto grupo de empresarios locales, sin la menor experiencia en el negocio de la aviación comercial, que acudieron al toque de silbato de Berlusconi el día que éste recuperó el poder. Se encuentran entre ellos ROBERTO COLANINNO, dueño de Piaggio; la familia BENETTON, varios conocidos constructores e incluso ENMA MARCEGAGLIA, presidenta de Confindustria, versión italiana de la CEOE.

Esa suerte de accionariado de concentración nacional no se ha quedado con la Alitalia que el año pasado estuvo varias veces al borde de la quiebra, sino con una versión mucho menos indigesta, gracias a la magnificencia del Estado. Por decisión de Berlusconi, las arcas públicas han hecho frente a un coste de 2.000 millones de euros para que la aerolínea suelte lastre, pues de otro modo su futuro no estaba asegurado la comprase quien la comprase.

Por la parte mollar de Alitalia, sus nuevos propietarios han pagado poco más de 1.000 millones, de los que van a recuperar un tercio tras la reciente venta del 25% a Air France-KLM con una fuerte prima. El consorcio franco holandés se convertirá así en el socio industrial que tanto necesitan y puede que más adelante se quede con el control total, una vez que caiga en el olvido la promesa de Berlusconi de que Alitalia nunca estaría en manos extranjeras.

La forma en que la salvación se ha producido no satisface a los representantes de los trabajadores, atrincherados en la defensa de los privilegios laborales de una compañía donde el clientelismo político ha hecho estragos. Aunque han tenido que aceptar 3.250 despidos y la no renovación de 2.000 contratos temporales, algunos sindicatos han advertido que no están dispuestos a asumir ni un solo sacrificio más, lo que es un pésimo augurio para el buen fin de la etapa que Alitalia acaba de iniciar en un sector muy maleado por la crisis.

El enemigo político

La Liga Norte nunca ha visto con buenos ojos la entrada de Air France-KLM en el capital de Alitalia, pues es conocido su interés por beneficiar al aeropuerto de Roma-Fiumicino en perjuicio de Milano-Malpensa, auténtico motor económico de la región de Lombardia. La oposición a esa posibilidad fue una de las banderas que enarboló el líder de la Liga, UMBERTO BOSSI, en las elecciones generales del 15 de abril y arriarla ahora tendría para él un indudable coste político.

El socio imposible

Hasta el último momento se barajó la alternativa de Lufthansa como socio industrial de Alitalia; sin embargo, los alemanes nunca llegaron a formalizar una oferta que estuvieron sopesando durante meses. Elegir como pareja a Lufthansa tenía un serio inconveniente para Aliatalia, que hubiera debido abandonar la alianza internacional Sky Team, previo pago de una penalización de 200 millones de euros. Air France-KLM pertenece a Sky Team, pero Lufthansa no.

El pagano

El llamamiento que hizo Berlusconi en la campaña electoral para mantener la italianidad de la compañía de bandera tuvo eco en amplios sectores de la población. Lo que nunca se dijo es que ello fuese a endosarle al Estado el coste que finalmente ha tenido. Está por ver si, en caso de saberlo, la respuesta de los ciudadanos hubiera sido la misma o si su enardecido nacionalismo empresarial se habría templado.

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