Con negritas

Una empresa en avanzado estado de descomposición

Los accionistas de La Seda están convocados la próxima semana en Barcelona a una junta general que debe determinar el nuevo rumbo del grupo químico tras seis meses de navegación a la deriva. Su cotización está suspendida desde el pasado 5 de junio, cuando la CNMV tuvo conocimiento de la grave quiebra que se había producido en el seno de la propiedad con motivo del cierre de las cuentas de 2008. Los gestores presentaron unas pérdidas de 188 millones de euros para ese ejericio, que los consejeros de OmanOil, Imastogil, Caixa Geral y Liquidambar consideraban claramente infravaloradas, como el tiempo se encargó pronto de corroborar. En medio de aquella turbulenta situación, el presidente de La Seda, RAFAEL ESPAÑOL, fue forzado a dimitir después de 15 años en el cargo, bajo la acusación de presuntas irregularidades que habrían infligido un quebranto no inferior a los 84 millones de euros y por las que tendrá que responder ante los tribunales.

Tras una breve etapa de interinidad en la que estuvo al frente de la compañía JOAN CASTELLS, fue nombrado presidente JOSÉ LUIS MORLANES, antiguo valedor de Español y al que algunos accionistas minoritarios han exigido explicaciones por su participación, supuestamente indebida, en operaciones realizadas durante la etapa anterior, siendo consejero. En concreto, le acusan de haber facturado a La Seda 231.000 euros  en concepto de comisión por lograr una recalificación que en realidad sólo habría beneficiado a Imastogil.

Todo ello y la publicación de los resultados entre enero y septiembre, que han sumado 382 millones de pérdidas a los 565 del año anterior, permiten augurar una junta general muy movida, sobre la que inevitablemente gravitará la grave situación financiera por la que atraviesa La Seda. El grupo está a merced de la banca, a la que adeuda del orden de 800 millones de euros, buena parte de los cuales sirvieron para financiar su desbocado crecimiento entre 2005 y 2007, que a la postre se ha demostrado que era incapaz de digerir.

Los buenos tiempos

Durante esos dos años, La Seda reunió un conglomerado con 22 fábricas que daban trabajo a 2.300 empleados en 11 países de Europa. Gracias a ello se convirtió en líder de plástico PET para embalaje de alimentos, aunque no tuvo oportunidad de disfrutar mucho tiempo de tan apetecible situación. La coincidencia a mediados de 2008 de la escalada del precio del petróleo y la caída de la demanda de su producto estrella  puso al grupo en la apurada situación que desde entonces arrastra.

Una factura muy cara
Para afrontarla, La Seda viene trabajando en dos direcciones: la renegociación de su deuda y la captación de recursos mediante fuertes desinversiones. Con la banca aún no ha conseguido llegar a un acuerdo, aunque los directivos llevan semanas moviéndose a revientacalderas y las perspectivas, al parecer, son buenas. La enajenación de activos va más lenta por la situación del mercado y por los precios que pide La Seda, cuyo objetivo es arañar así unos 300 millones.

Ilusión frustrada
La cura de adelgazamiento afectará a sus instalaciones en Tarragona, Portalegre (Portugal) y Nápoles (Italia) y puede que también a las factorías de San Roque (Cádiz) y Volos (Grecia). Cuando estas ventas se materialicen, el sueño de Rafael Español, que un día quiso convertirse en magnate  mundial del plástico y llegó a atraerse clientes como Coca-Cola o Nestlé, habrá quedado en poco más que nada.

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