Con negritas

El gran circo empresarial de la Fórmula 1

Flavio Briatore, el capo de Renault, mantiene intactas sus esperanzas de recuperar a Fernando Alonso, al que convirtió en campeón del mundo de Fórmula 1 dos veces consecutivas. Al piloto, roto su compromiso con McLaren, le gustaría enrolarse en Ferrari, pero la renovación de Felipe Massa  como compañero de Kimi Raikkonen ha alejado esa posibilidad. Tampoco parece probable que escuche los cantos de sirena de Toyota o de Red Bull: la primera no puede proporcionarle un monoplaza de garan­tías y la segunda utiliza un motor ajeno y carece, por tanto, del conveniente respaldo industrial.

En tales condiciones, el entendimiento con Briatore parece inevitable, aunque requiere una buena lubricación previa, toda vez que el divorcio entre ambos no fue amistoso. La gran baza del italiano para persuadir a su antiguo pupilo se llama Alejandro Agag, que comparte intereses empresariales con Briatore y fue uno de los primeros animadores del asturiano, cuyo tirón popular lo ha hecho rico, gracias a los derechos televisivos de la competición, que administra en España.

Alonso quizás no sea el hombre más simpático del gran circo, pero tampoco tiene un pelo de tonto y es consciente del peso específico del yerno de José María Aznar, a quien algunos sitúan como sucesor del capo di capi de la Fórmula 1, Bernie Eclestone. La reconocida capacidad de seducción de Agag, sin embargo, no será suficiente para reclutar a Alonso. Hace falta además mucho dinero, habida cuenta de los elevadísimo honorarios que percibe el corredor.

El banco holandés ING aporta anual­mente a Renault treinta millones de dólares  por su condición de patrocinador principal, a los que debería sumar otros diez y, de momento, no ha confirmado que vaya a hacerlo. Telefónica tampoco acaba de decidirse a tirar de talonario, a pesar de la insistencia de Briatore, al que le gustaría tenerla como sponsor. La operadora ha sufrido el trato difícil de Alonso y es reacia a restablecer las relaciones con él, aunque quizás cambie de opinión ahora que el multimillonario mexicano Carlos Slim, dueño de Telmex-América Móvil, ha expresado su interés por sumarse a la fiesta.

El Banco Santander prefiere seguir financiando a MacLaren para consolidar su imagen en el Reino Unido tras la compra de Abbey. Emilio Botín ha disfrutado mucho en las carreras e incluso se ha paseado impecablemente vestido de sport por algunos circuitos; sin ir más lejos, por el de Interlagos, durante el Gran Premio de Brasil, de donde salió victorioso Raikkonen para regocijo de los que no que­rían que Lewis Hamilton ocupara la primera plaza del podio. Pero una cosa es que a Botín le guste el rugido de los motores y todo el espectáculo que lo rodea y otra que pierda de vista el negocio.  

La que querría seguir los pasos de Alonso, vaya a donde vaya, es la Mutua Madrileña, que lo ha convertido en su imagen de marca. Se enganchó a Renault hace dos años, cuando dejó de ser una empresa ensimismada para ir a por todas en el mercado nacional. Pegarse a la rueda del bicampeón del mundo debió de salirle rentable porque no se lo pensó dos veces y lo acompañó a McLaren. Ahora, la Mutua Madrileña tiene que negociar su salida de esta escudería, a la que continúa vinculada por contrato, pero con la idea imperturbable de no dejar que Alonso se le escape.

La Mutua Madrileña tiene músculo financiero de sobra para hacer realidad el sueño de Briatore: el pasado ejercicio fue la primera aseguradora española que ganó más de 600 millones de euros. Otra cosa es que en los cálculos de su presidente, José María Ramírez Pomatta, entre redoblar su apuesta por la Fórmula 1. Los patrocinadores personales de Alonso, en principio, mantendrán su estatus en 2008. Sony, Buckler y Cajastur no deberían de tener problemas para ello. El caso del Grupo Pinar de Fernando Sánchez Lorenzo es más delicado, debido a la inestabilidad que aqueja desde hace unos meses al proceloso sector inmobiliario.

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