Con negritas

Iberia y British, a los pies del altar

Afinales de julio de 2008, Iberia y British Airways anunciaron su compromiso matrimonial en medio de una escalada de los precios del petróleo que tenía en vilo a toda la aviación comercial. La IATA había pronosticado para ese año que la industria regresaría a la senda de los beneficios, de la que se apartó en 2000 debido, entre otras cosas, a la eclosión del fenómeno low cost. El ejercicio, sin embargo, cerró con 6.500 millones de euros en pérdidas, tras irrumpir en el escenario la crisis económica mundial, que tanto daño infligiría al conjunto de las líneas aéreas.

Veintiséis meses después de aquel anuncio, ambas compañías han removido el último obstáculo que se interponía en el camino hacia su fusión: el déficit de los fondos de pensiones de British. Antes del verano, su consejero delegado, WILLIE WALSH, llegó a un acuerdo con sindicatos y gestores para tapar ese agujero –que supera los 4.300 millones de euros– mediante aportaciones adicionales durante 25 años. Y el presidente de Iberia, ANTONIO VÁZQUEZ, ha obtenido el compromiso firme de que bajo ningún concepto se utilizarán ni su caja ni sus activos actuales con objeto de saldar tan voluminosa deuda.

Ahora sólo queda que los accionistas bendigan la fusión, cosa que ocurrirá previsiblemente dentro de un par de meses, en circunstancias muy distintas –eso sí– a las que había cuando se dio el pistoletazo de salida a la negociación. Desde entonces, la aviación comercial ha sido objeto de una dura cura de adelgazamiento, cuyas consecuencias se han dejado sentir en las condiciones de trabajo de las plantillas y en el servicio a los pasajeros. Fruto de ello y de ciertos síntomas de recuperación en algunos países, la IATA proclamó hace poco que el sector volverá a ganar dinero en 2010.

No porque sea así, la fusión entre Iberia y British, que alumbrará el quinto grupo aéreo mundial por volumen de facturación, dejaría de tener sentido. Según sus cálculos, cuando alcance la velocidad de crucero, se obtendrán unas economías de escala por importe de 400 millones de euros anuales, sin contar con que otros operadores se sumen a la operación, lo cual es bastante probable. Ese ahorro permitiría afrontar el futuro en mejores condiciones, siempre que no se les vaya la mano y acaben por espantar a los usuarios.

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