Con negritas

La reaparición de Juan Villalonga

El baúl de los recuerdos se ha abierto de par en par con la sola mención de un nombre mítico en el mundo empresarial español: el de JUAN VILLALONG, a quien se relaciona con el Valencia CF, aunque las dos partes lo han negado.

A nadie mínimamente avisado le extrañó que Villalonga quisiera meter sus narices en un club de fútbol porque hace tiempo echó su cuarto a espadas para la compra del Liverpool. Su propósito era convertirlo en una entidad moderna y rentable, como el multimillonario ruso ROMAN ABRAMOVICH había hecho con el Chelsea. La operación, sin embargo, no salió y a Villalonga se le quedó clavada esa espinita.

Pueda o no sacársela ahora, su reaparición ha servido para evocar, en plena campaña electoral, uno de los episodios más turbios de la época de JOSÉ MARÍA AZNAR, que sostuvo a Villalonga como presidente de Telefónica durante cuatro años, hasta que en 2000 decidió quitárselo de encima con la inestimable ayuda de PEDRO J. RAMÍREZ, tras una sucesión de escándalos que amenazaba con minar al propio Gobierno.

Su caída se ha vinculado siempre con las altísimas retribuciones que Villalonga se concedió a sí mismo y a sus principales colaboradores (sólo en el último año se calcula que cobró más de 4.000 millones de pesetas, sumando salario, bonus y sotck options). Sin embargo, lo que cavó su tumba fue el proyecto de crear, con dinero de Telefónica, un gran grupo de comunicación al servicio del PP que contrarrestara el poder de Prisa.

Entre quienes se sintieron amenazados por la iniciativa y los despechados por no ser los elegidos para ponerse al frente de ella, Villalonga se hizo con una notable colección de enemigos, que propiciaron su defenestración a base de calentarle la cabeza a Aznar,  muy decepcionado ya por la ansias de notoriedad y riqueza de su viejo compañero de pupitre en el colegio del Pilar.

Después de abandonar a la fuerza el puesto de mando de Telefónica (para lo que puso su granito de arena, por cierto, el que habría de sucederle, CÉSAR ALIERTA), Villalonga desapareció del mapa durante una buena temporada y se dedicó a engordar su fortuna al otro lado del Atlántico, donde había vuelto a encontrar el amor.

La red de contactos que tejió mientras ocupó la presidencia de Telefónica y su boda con la despampanante ADRIANA ABASCAL, joven viuda de EMILIO AZCÁRRAGA, El Tigre, dueño de Televisa, le permitieron iniciar una nueva vida en América. Allí se dedicó a administrar su considerable fortuna y la de su esposa, mientras alquilaba los conocimientos adquiridos a compañías estadounidenses como Univisión o McLeodUSA, de las que pronto fue nombrado consejero.

En este periodo siguieron su curso en España algunas causas judiciales en las que Villalonga estaba implicado. Entre ellas, la compra por un precio desorbitado (5.000 millones de euros) de Endemol, productora de programas como Operación Triunfo y Gran Hermano. También tuvo que dar cuenta ante la CNMV del presunto uso de información privilegiada con motivo de la alianza de Telefónica con MCI-WorldCom. En ninguno de los dos casos fue hallado culpable.

Últimamente, Villalonga tiene su cuartel general en una lujosa residencia de Kensington, el barrio más selecto de Londres, y se dedica a hacer negocios en Rusia, aprovechando el proceso de privatizaciones desatado en el país. En 2005, a través del fondo Emergent Telecom Ventures, se hizo con el control de PeterStar, la operadora de móviles de San Petesburgo. También fue consejero de la tercera empresa rusa de celulares, MegaFon. Pisa poco por España, salvo para cumplir sus compromisos judiciales, el más reciente de los cuales se refiere a la quiebra de Sintel.

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