Contraparte

Cómo Esperanza Aguirre pretende ganar la alcaldía de Madrid

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Pablo Carmona (@pblcarmona)*  y Emmanuel Rodríguez (@emmanuelrog)

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Terror. Esperanza Aguirre ha vuelto a la primera linea política. Aupada por las encuestas que Pedro Arriola maneja desde Génova, Espe ha vuelto a los platós de televisión, ametrallándonos con el vademecun neoliberal. La estrategia está, una vez más, en manos de Regino García-Badell.  Mariscal de campo de La Lideresa y curtido en el antifranquismo, Regino dirige al autodenominado grupo de "los gabineteros": fuerza de choque de Esperanza que, aún tocada por la Púnica, constituyen lo mejor de la inteligencia del PP.

¿Es que alguien lo dudaba? Los de Aguirre saben hacer política. Y como de constumbre lo han hecho con la fuerza de la sopresa y a contracorriente. ¿Quien lo iba a decir de aquella chica modosa que fuera concejala de Madrid en los años ochenta?, pero sí lo de Esperanza parace ser la guerra. Por eso, nada más elegida analizó con los "gabineteros" el mapa político madrileño y decidió las principales batallas a ganar. La primera, como no podía ser de otra manera, se ciñó a confirmar su liderazgo dentro del PP madrileño, lanzando un nuevo órdago a Mariano Rajoy. La segunda, y de nuevo a la contra del discurso del PP, consistió en reconocer un importante papel a Ciudadanos: en palabras de nuestra querida presidenta, el "Podemos bueno".

Como bien sabe Aguirre, en Madrid se juega la partida política de estos años. Si gana el Ayuntamiento, la capital renovará su condición de espacio privilegiado de las hegemonías conservadoras. Madrid es un feudo, que por tamaño y centralidad (política, mediática), marca la tendencia de la derecha a nivel de Estado y con ello su renovación. El único "pero" es que para lograr este objetivo se requiere agrupar el voto del "centro" y la "derecha", lo que en otro tiempo parecieron representar las dos grandes familias del PP, los de Espe y los de Gallardón, o sin que necesariamente coincidieran en esas dos figuras: los (neo)liberales y los (neo)conservadores.

 

¿Está en crisis la Liga de Doña Esperanza?

Durante más de 25 años, Madrid ha sido el laboratorio más avanzado de las política neoliberales y neoconservadoras del Estado. En la capital es ya un tópico (al menos de todas las izquierdas) repetir el mantra "tenemos que echar al PP". No obstante, pocos han sido los que han arriesgado hasta el punto de comprender las razones de la larga hegemonía del Partido Popular en una región tan compleja y heterogénea como la metrópolisis madrileña. Valga decir que sin un análisis adecuado sobre esta preponderancia de la derecha resultará muy difícil descifrar lo que está en juego en las elecciones del 24 de mayo.

Dos son los pilares políticos sobre los que se ha sostenido el largo "populato" madrileño: la capacidad para captar regularmente el voto de más del 45% del electorado y la subordinación de una oposición sin ideas ni proyecto. Basta recordar que la izquierda en pleno ha apoyado los grandes "proyectos de ciudad" de los populares: la operación Real Madrid (Las cuatro Torres), las Olimpiadas, la Operación Chamartin, amén de la participación de todos los chanchullos de Bankia.

De hecho, no ha sido la izquierda política (PSOE-IU) la que ha empujado a los populares a la crisis en la capital. Fue el 15M quien desatascó lo que los partidos de oposición y los sindicatos mayoritarios no lograron. De un lado, la campaña #15MpaRato y la PAH señalaron a Bankia y a sus responsables, haciendo saltar toda clase de responsabilidades políticas, incluidas las de la izquierda. Al tiempo, las Mareas Verde y Blanca construyeron un discurso contrahegemónico sobre los servicios públicos y el derecho a los mismos. Que estos movimientos fueron de todo menos impotentes se puede comprobar en la reciente cadena de dimisiones. Así, en enero de 2014, tras el revés judicial a las privatizaciones sanitarias, el engominado Javier Fernández-Lasquetty dejó su cargo como consejero de Sanidad. Y el pasado mes de marzo, la ya muy desgastada consejera de Educación Lucía Fígar, dimitió por las investigaciones que relacionan "sus" contratos en educación con la Trama Púnica.

Aparentemente al menos, el Partido Popular aparece tocado de muerte por la corrupción en sus filas, las reacción social a su gestión de la crisis y, sobre todo, por la ausencia de un relevo generacional y de ideas de futuro. Pero ¿es todo esto cierto?

 

24M. Ahora Madrid, Gallardón y Ciudadanos

De Aguirre y su equipo se podrán decir muchas cosas, pero desde luego no que carecen de ideas. Derrotados en apariencia en 2011, "los gabineteros" han tomado buena nota antes de retomar de nuevo la ofensiva. Son conscientes de que en Madrid hay un nuevo actor político, la candidatura ciudadana Ahora Madrid, y que ésta puede movilizar una parte importante de la desafección política. Saben también que ese voto ocupa principalmente el arco izquierdo, y que además existe una posibilidad inédita de movilizar el voto desencantado, los abstencionistas de siempre y los nuevos votantes que en ningún caso votarían a los populares. ¿Cuál es entonces la medicina de Aguirre para renovar con los populares?

¿Se acuerdan de Alberto Gallardón? Aquella figura que en los buenos tiempos de La Lideresa le servía de contraparte moderna, ciudadana y liberal y que le permitía jugar con distintas franjas del electorado. Como en las buenas películas poliacas, Gallardón hacía de poli bueno y ella de poli malo. A día de hoy, sin embargo, la evidencia social y demoscópica muestra que esa virtuosa combinación de voto y actitudes no volverá a agruparse, al menos de momento, dentro del Partido Popular. El problema no es sólo que no haya otro Gallardón a mano –del viejo ya se sabe–. El problema es que el voto más joven y de centro-liberal ya no se identifica con el PP, sino que se está recomponiendo, y con qué fuerza, en Ciudadanos.

Por eso, Aguirre nos ha dado una nueva lección de esa inteligencia de colmillo retorcido que tanto le caracteriza. Y así mientras el PP cargó en sus primeros días contra Ciudadanos, ella dio un paso a un lado, guiñando un ojo y extendiendo la mano al "Podemos bueno". Con ese simple gesto mostró que en Madrid el trabajo para "echar al PP" pasa por superar la recomposición del arco de voto –más del 45 %–  que ocupaban el duo Esperanza-Gallardón y que ahora llena el tándem, cada vez más sólido, Esperanza-Ciudadanos.

La pregunta, enfrentados a la operación Aguirre, es ¿cómo ganar Madrid? Sinceramente poco cabe esperar de la "oposición" de siempre. Tres décadas de una izquierda incapaz y ausencia de organización popular, han dejado unas tasas de abstención superiores al 40 %. Hoy por hoy, la principal opción de cambio pasa por Ahora Madrid, única fuerza capaz de reagrupar el voto indignado y cierto sentido común para articular una política distinta. Pero su reto es extremadamente difícil: consiste en movilizar la abstención, a los desencantados de la política y a aquellos sectores que directamente están socialmente desenganchados de las clases medias.

Para que ello sea posible, se requiere de un trabajo barrio a barrio, pero también recuperar mordiente en las propuestas públicas. Éstas deberían escalar en fuerza y precisión, y no esconder una apuesta clara por patrones políticos rupturistas que otorguen, con todas las consecuencias, el poder a la gente, que apuesten por modos de organización y empoderamiento ciudadano y que reivindiquen la disolución de los privilegios y el reparto de la riqueza.

En términos puramente agonísticos, nuestro objetivo consiste en que el testigo de la hegemonía que el Clan Valladolid de los Aznar y Acebes, caído en desgracia tras el 11M, puso en manos de Aguirre no pase el relevo. Ya se ha ganado la batalla de desgastar al PP y evitar el traspaso de poderes en sus herederos naturales del "Clan Becerril" como Agag, Lasquetty y Fígar. Ahora queda por resolver que Ciudadanos no sea la vía de recomposición de la hegemonía liberal-conservadora madrileña, algo que podría señalar el camino a toda la derecha española.

 

* Pablo Carmona es candidato en la lista de Ahora Madrid para el Ayuntamiento de la ciudad.

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