Contraparte

El cese de Zapata, una decisión pésima

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Emmanuel Rodrígez (@emmanuelrog) e Isidro López (@suma_cero)

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Este fin de semana pasará por ser uno de los más agitados en la política madrileña de los últimos cincuenta años. De la alegría por el cambio institucional y la investidura de Carmena tras veinticinco años de gobierno popular –se dice pronto–, a la dimisión del concejal de Cultura como primer acto de gobierno. El motivo es tan alucinado como alucinante ha sido la campaña para tumbar a Zapata –lease a Ahora Madrid–: unos tweets de indudable mal gusto, pero publicados hace ya cuatro años. Para quien no lo sepa: la red social twitter, el microblog del pajarito, es entre otras muchas cosas un escena tendente a la trifulca fácil, el bromazo y una buena carga de alienación narcisista. Los tweets de Guillermo Zapata resultan rematadamente inoportunos para un cargo público, pero son moneda corriente en esta red social.

Durante las próximos semanas tendremos que discutir mucho, muchísimo, sobre lo ocurrido en estos días. Para empezar, habrá que dictaminar cuanto de idónea es la política aprendida en el fogueo de las guerras culturales de las redes sociales para un marco de política institucional y ataques políticos despiadados. Para seguir, tendremos que decidir si es conveniente apoyar que todo el peso institucional del Ayuntamiento descanse en las decisiones personalísimas de Manuela Carmena, como representante de un gobierno plural y compuesto de hecho por proyectos políticos diferentes. Algo que, por cierto, sólo en posible en el marco de la perpetuación del modelo presidencialismo extremo heredado de Gallardón y plasmado en la ley de capitalitadad. Y para terminar, si fue buena la decisión de entrar a formar gobierno inmediatamente, cuando quizás hubiera sido más deseable esperar y armar una oposición social capaz de condicionar completamente la acción de un consistorio popular en minoría, al tiempo que el PSOE se iba diluyendo en largos meses de inactividad. Desde luego, de lo que no se podrá discutir mucho, es que si se entra en el gobierno es para gobernar, y esto implica saber plegar a un adversario tan temible como la derecha madrileña. A fin de que nos quede bien claro: primera acción de gobierno, primer triunfo de esta última.

"Demasiada ingenuidad, demasiado amateurismo". Se trata de elementos que van más allá del juicio, constituyen la tónica dominante de esta fase del ciclo político llamada por algunos "asalto institucional". La estrategia que hemos vuelto a confirmar con el affaire Zapata es la misma de Podemos en los últimos meses. A saber: basta con apuntar a la corrupción y a la degeneración moral de la clase política para cargarse de razones ante ese ente, extraño e impreciso, llamado "ciudadanía". Lo decía el mismo Zapata en un vídeo de campaña en conversación con Rita Maestre (o era al revés): "Somos cualitativamente diferentes". La cuestión es que el "cualitativamente" parece que sólo tiene que ver con no haber participado en las instituciones, ser "gente normal" y venir sin mácula de corrupción alguna ¡cómo si esto fuera suficiente para disuadir a un enemigo que jamás va a ceder sus posiciones de poder sin dar batalla! Desgraciadamente, ha bastado un sólo día para desmontar esta tesis.

Subyacente a esta idea está también esta otra: la de que esa palabra mágica llamada "hegemonía", o si se quiere legitimidad, consenso, apoyo social mayoritario, es simplemente un reflejo mecánico de los resultados electorales. "Si gano es que ya lo tengo todo conmigo". Y con eso basta. Lo ratificaban, ayer y antes de ayer, una multitud de firmas de la variopinta progresía madrileña. Todas sin excepción pedían o justificaban la dimisión de Zapata por el horror moral de sus tweets. Con buenas palabras, decían que así se recuperaría la dignidad del gobierno y con ello su capacidad de iniciativa. Pasado el temporal todo volverá a su cauce, es que "hay tanto que hacer por Madrid".

Por desgracia, en este terreno los aprendices de político andan muy por detrás de los legítimos dueños de la credenciales profesionales. Como se ha demostrado hoy mismo, lejos de abandonar la presa tras el cese de Zapata, los chicos de Aguirre y Villacís van a intentar cerrar con más fuerza las mandíbulas en los puntos en los que hayan conseguido más daño. Y es que a veces nos falla la memoria: ¿os acordáis de los últimos años del "buen talante" de Zapatero, acosado por la insistencia en las tesis conspiranoicas sobre la autoría del 11M, el ZP = ETA, la indignación moral contra el matrimonio homosexual? Y eso que Zapatero y los suyos estaban en la lista de invitados, qué no harán con unos advenedizos.

Valga decir que el error "progre", que hoy se repite, consiste en pensar que gobernar es lo mismo que tener el gobierno; y aún peor que basta con tener el gobierno para poder gobernar. Paradójicamente, tal y como ha demostrado la derecha madrileña y como también ha demostrado la derecha catalana de Artur Mas, es aquello que está por fuera del gobierno y que no tiene dependencia directa del mismo, lo que permite mantener la iniciativa política y conquistar hegemonía. Este afuera se llama política y tiene herramientas como medios de comunicación, movimientos sociales, think tanks, etc. ¿O es que nos pensamos que ha sido el lobby judio lo que ha forzado el cese de Zapata, y no el trendig topic #zapatadimisión, las 10.000 firmas que pedían el cese, la presión de El Mundo, Intereconomía, Libertad Digital?

La ventaja de la derecha madrileña, a diferencia de los reformistas institucionales al modo de Carmena, así como de la mayor parte la izquierda y de muchos en Podemos y Ahora Madrid, es que sabe que sin ese sustrato vivo de autonomía social mediática, dispersa y a veces contradictoria, no hay ni gobierno, ni política. Mientras la llamada izquierda –nueva y vieja– hacía genuflexiones por el pánico moral de lo políticamente incorrecto, la derecha real, una vez más, movía sus piezas y hacía sus deberes. Y lo hacía asumiendo algo que todavía no se quiere entender: que la política es conflicto –aunque sólo sea porque para cambiar algo hay que remover y desplazar intereses– y que este se produce, sobre todo, por fuera del gobierno.

Por resumir la fundamental en una simple fórmula: el 15M es a Podemos, y por tanto a Ahora Madrid, lo que "X" es a Ciudadanos o a cualquier otra operación de recomposición de la hegemonía conservadora. Síganse tomando decisiones como la de ayer y muy pronto veremos como think tanks y medios neocon despejan la incógnita para decirnos como el payaso loco de las fiestas: ¡sorpresa!

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