Salud en positivo

Recuerdos

Recuerdos
Ilustración: Verónica Montón Alegre.

Era el día de 13 de marzo, ¿aun lo recordáis? Ya llevábamos demasiados días de información abrumadora sobre el coronavirus y decidimos escapar unos días al monte aprovechando el buen tiempo para ver si ya había espárragos o lo que fuera.  Para estar rodeado de naturaleza, hacer ejercicio físico, trabajar el equilibrio con la ayuda de un buen bastón, que por otra parte te puede salvar de algún resbalón e incluso de una dolorosa caída.

Esta historia tan común en cualquier familia podría acabar aquí, pero no, porque esa misma noche nos bombardeaban por tierra mar, aire y desde los especiales de televisión. Impactantes noticias de bares que bajaban las persianas, de partidos de futbol a puerta cerrada y de aplazamientos de eventos. Inmediatamente vimos a nuestros dirigentes locales, autonómicos y estatales en la misma televisión junto a afamados especialistas, epidemiólogos, gente desde China o Italia hablando de lo que nos esperaba.  Las noticias eran cada vez más alarmantes: ¡¡se suspenden las fallas!! El Gobierno sacaba nuevas medidas cada día y la oposición nuevas tajadas. Cada vez hay más infectados hasta que finalmente aparece el primer muerto, luego vendrá otro y otro y otro más.

Al hablar con hijos y nietos aparecen recuerdos cercanos, la huelga de controladores aéreos y su caos; o peores, como el 23 F; y lamentablemente otros más antiguos, pero nada comparable a la angustia de la incertidumbre sobre la salud, suya, pero sobre todo de hijos y nietos. Pero esto no se detiene. El sábado 14 con el personal acaparando de todo en tiendas y supermercados, ¡es un verdadero desastre¡, menos aparecen figuras que nos hacen recuperar la esperanza: médicos, enfermeras y, en general, todos los trabajadores del sistema sanitario y de servicios esenciales. No los olvidemos luego. Finalmente se decreta el estado de alarma por el Gobierno y el domingo 15 ya nadie puede salir de su domicilio. Y en esto estamos llevamos ya más de 21 días. Enclaustrados, esperando a ver qué ocurre con la maldita curva que no para de subir, como los muertos.

21 días anormales que ya tienen sus rutinas, su día a día. Los sanitarios que siguen saliendo a la calle, a veces no en las condiciones de protección adecuadas, y que reciben el cariño de todos que les ayuda a no desfallecer. Los transportistas que permiten que no se desabastezca el país, los que vigilan que todo siga en su sitio, incluidos usted y yo, y muchos más que siguen trabajando desde casa para mantener el mundo en funcionamiento y que los demás podamos seguir en nuestras casas más tranquilos.

Y entre ellos pienso en un buen porcentaje de personas que viven este encierro con angustia, quizá no temen morir, quizá sí, pero tienen recuerdos de otras épocas que les revuelven el estómago.

Que la población española envejecemos a gran velocidad es una evidencia. Pero también es cierto que el de la población mayor de entre 65 se rejuvenece cada día si atendemos a su estado físico y mental, a las ganas de vivir y de participar en todo tipo de actividades sociales incluso cuando hablamos de emprender y realizar nuevos proyectos.

Ante esta evidencia la sociedad, y por lo tanto nuestro aparentemente buen sistema sanitario, no debe ni puede permitirse el lujo de perder los conocimientos y experiencias de este cada vez más amplio sector de la población. Pongamos un ejemplo, el abogado que se jubila a los 65 años deja de tener oficio o profesión, pero no desaparece como ser social que es en lo que mayormente sigue siendo activo. La jubilación es probablemente la etapa de la vida dónde pueden producirse más cambios. No como en la adolescencia, no son bruscos, pero hace necesario una vez cesa el tiempo laboral reestructurar las prioridades con el objeto de conseguir la mejor calidad de vida posible. El individuo social no se jubila, sigue siendo una persona activa y la sociedad le debe ofrecer alternativas a las qué pueda desarrollar actividades diversas que le resulten satisfactorias en relación con sus currículos personales y sociales, ya que un individuo plenamente ocupado es la mejor prevención contra cualquier enfermedad.

Pero pese a la mejora en su salud, la edad es un factor importante en la patogenia de las enfermedades infecciosas. Debido a los grandes cambios demográficos acontecidos en el siglo pasado y en el actual y gracias a la mejora de la calidad de vida la edad media de las personas se ha prolongado sustancialmente. En nuestro país actualmente existen más de un millón y medio de personas ancianas que junto con él descenso de la natalidad han invertido la pirámide poblacional. Esta situación ha despertado un interés especial ya que el riesgo de morir a consecuencia de una infección es mayor en esta población cada vez más amplia. Los motivos son complejos, a las consabidas enfermedades crónicas y alteraciones fisiológicas, se asocian también otros condicionantes como son los déficits institucionales, los relacionados con las condiciones de vida o los problemas económicos y afectivos.

Pero todo avanza inexorablemente. La vejez conlleva una situación mayor vulnerabilidad ante los procesos infecciosos bacterianos o víricos que pueden, y en un porcentaje significativo así lo hacen, descompensar frágiles equilibrios que conduzcan a una situación de dependencia y en algunos casos, de muerte.

Esta pandemia que estamos sufriendo afecta a todos los grupos de edad pero sabemos que este coronavirus afecta más y con más virulencia a las personas mayores de 60 años y sobre todo a las mayores de 80. Es una situación que nos invita a reflexionar sobre la situación de las personas mayores y sobre el papel que ejercen en la sociedad. Sobre la creciente institucionalización, casi 400.000 personas viven en centros o residencias en España que están poco coordinadas con el sistema sanitario. Sobre su relación individual con el sistema sanitario, ya que pese a que la percepción del estado de salud buena o muy buena en alrededor del 50 % de las personas mayores, regular en un 40% y malo o muy malo solamente en un 14 %, a partir de los 80 años las valoraciones negativas crecen.

El problema claro se plantea con el 25% de ancianos que precisa ayuda para hacer las tareas cotidianas, ya que la necesidad de ayuda es el rango que define la dependencia. Esto por no hablar de aquellos que son grandes dependientes y que tienen unas necesidades completas para cualquier actividad de la vida diaria.

Ante esta situación me surgen varias preguntas, pero sobre todas una; ¿quién cuida a este paciente de edad más avanzada? Pensemos que la principal respuesta en nuestra sociedad a la situación de dependencia proviene fundamentalmente del apoyo informal, del cuidado eminentemente feminizado y no de sistemas públicos de soporte. Una sociedad con muchos mayores dependientes y grandes dependientes se tiene que transformar en una sociedad de cuidados organizados, equitativos y no discriminatorios ni para los que los necesitan ni para las que los ofrecen.

Repensemos a nuestros mayores ahora que tenemos tiempo. Les tenemos que agradecer la sociedad en la que vivimos en que esta terrible pandemia no es nada al lado de lo que ellos han tenido que vivir. Debemos cuidarlos, amarlos y mimarlos como se merecen, y ante cualquier situación por dura que a nosotros, novatos en esto de la vida, nos pueda parecer.

Gracias papa.

FIRMANTES DEL BLOG

  • Pere Herrera de Pablo. Especialista MFYC. Médico SAMU. Exdirector Servicio Emergencias Sanitarias CV.
  • Carmen Montón. Ex Ministra de Sanidad, consumo y bienestar social. Embajadora observadora permanente ante la Organización de los Estados Americanos.
  • Ricardo Campos. Médico Oftalmólogo. Ex Secretario General del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social
  • Isabel González. Ex Jefa de Servicio de Radiología. Ex Profesora Asociada de Radiología Universidad Miguel Hernández de Elche. Ex Directora Gral. de La Alta Inspección de la C. Valenciana. Ex Gerente de los Departamentos de salud de San Juan de Alicante y La Ribera (Alzira)
  • Rafael Sotoca. Médico de Familia y ex director general de asistencia sanitaria de la Comunidad Valenciana.
  • Begoña Frades García. Psiquiatra Ex responsable de la oficina autonómica de salud mental. Jefa del área de salud mental del Hospital Pare Jofre
  • Enrique Ortega. Ex Jefe de Servicio de Enfermedades Infecciosas, Emergentes e Importadas. Ex Profesor Asociado del Departamento de Medicina de la Universidad de Valencia. Ex Director Gerente del Departamento de Salud Hospital General de Valencia
  • Ana BonedOmbuena. Técnico Superior de Salud Pública de la Consellería de Sanitat Valenciana. Máster en salud pública por la U. de Harvard y especialista en medicina familiar y comunitaria.
  • José Antonio López Cócera Enfermero especialista en salud mental miembro de la comisión nacional de la especialidad
  • Antonia García Valls. Exdiputada. Asesora coordinadora en la Vicepresidencia Cuarta, Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
  • Roser Falip Barangué. Doctora en Medicina. Especialista en MFYC y en Análisis Clínicos. Ex gerente del Departamento de salud de Alcoy.
  • Aurelio Duque Valencia. Médico de Familia y Comunitaria. Expresidente SoVaMFiC
  • Verónica Montón Alegre. Artista interdisciplinar.
  • Juan Domene. Médico Inspector. Servicio de calidad asistencial y seguridad del paciente. Ex gerente del departamento de salud Arnau de VilanovaLliria.

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