Salud en positivo

Vivir es la salida

Ilustración: Verónica Montón Alegre
Ilustración: Verónica Montón Alegre

El suicidio es un grave problema de salud pública. Desde principios del siglo XXI tanto la Organización Mundial de la Salud como instituciones de la Comunidad Europea llevan instando a los gobiernos y autoridades sanitarias a poner en marcha acciones dirigidas a su prevención.

En nuestro país en estos últimos años se han desarrollado distintas iniciativas de carácter local, siendo la Comunidad Valenciana en 2017 la pionera en desarrollar un Plan de Prevención de Suicidio con carácter general.

En una situación de alarma sanitaria, como la que vivimos actualmente, la idea de en qué medida la situación de confinamiento, aislamiento y sentimientos de soledad pueden influir en la conducta suicida, es más que comprensible.  Por ello, más que nunca, disponer de estrategias de prevención nos puede ayudar enormemente a adelantarnos a situaciones y ofrecer ayudas y apoyos, dirigidos a contrarrestar los factores negativos o de riesgo, buscando y proponiendo acciones que potencien los factores protectores frente al riesgo de una conducta suicida.

En muchas circunstancias de la vida hay factores negativos y de riesgo que no podemos modificar o eliminar, pero siempre podemos buscar, tanto en nuestro interior (capacidad de resiliencia, autoestima, valores y creencias) como en nuestro entorno social (apoyo de la familia, amigos, rol social) otros elementos que nos protegen en las situaciones adversas, a los que llamamos factores protectores. Y estos últimos sí que pueden siempre potenciarse y fortalecerse, de manera que puedan mitigar y contrarrestar a los factores adversos.

En el caso de la conducta suicida, aunque esta sea un acto complejo y de causa multifactorial en el que intervienen muchas variables, están bien definidos tanto los factores de riesgo como los factores protectores, tanto personales como sociales. existiendo suficiente evidencia científica para tenerlos en consideración al hablar de prevención del suicidio.

Dentro de los factores de riesgo se consideran, entre otros, las situaciones de desastres, guerras y conflictos, tener un problema de salud mental, así como el sentido de aislamiento y la falta de apoyo social, la discriminación, pérdida de trabajo y financiera y desesperanza.

Valores, creencias, apoyos sociales y ambientales, soporte familiar y social, sólidas relaciones personales configuran el grupo de los factores protectores.

El círculo próximo de las personas puede tener una gran influencia y puede ser una fuente significativa de apoyo social, emocional y financiero, que amortigüe los factores externos estresantes, siendo las relaciones personales para adolescentes y personas mayores, especialmente protectoras. También aspectos como el sentimiento de pertenencia a un entorno, de solidaridad, buenas relaciones con los vecinos, participación en actividades comunitarias, reconocimiento social y la sensación de ayuda a otros pueden ser de especial importancia en la situación actual para proteger a personas vulnerables frente a las conductas suicidas.

La evidencia científica describe como grupos especialmente vulnerables respecto a la conducta suicida a las personas con problemas de salud mental, los adolescentes, a las personas sin hogar o en prisión, a las personas mayores a las mujeres víctimas de violencia de género.

En el contexto de esta pandemia es necesario incluir como grupo vulnerable a los profesionales sanitarios. El efecto de la presión a la que están sometidos puede ser un factor de riesgo que es necesario corregir. De forma probablemente intuitiva, los aplausos que les ofrecemos a diario son una forma de reconocimiento y expresión de pertenencia de efecto protector.

La situación que estamos viviendo derivada de la pandemia ha generado cambios importantes en la forma e intensidad de nuestras relaciones, y con cierta probabilidad se mantendrán durante un tiempo, por lo que tendremos que potenciar otras formas de interrelación y de actividades comunitarias que puedan mantener el reconocimiento social y la percepción de sentimiento de pertenencia y otros factores que puedan proteger a las personas con más vulnerabilidad frente al suicidio.

Por ello, la respuesta como sociedad y de las instituciones debe ser precoz y proactiva, ya que las personas en riesgo de suicidio no siempre están en condiciones de pedir ayuda.

En este sentido destacar las innumerables acciones de apoyo, escucha y presencia virtual que se han desarrollado y que tenemos que mantener y dirigir especialmente a personas que puedan estar dentro de los grupos de vulnerabilidad.

Hoy no nos podemos sentar en un banco para escuchar a las personas de nuestro entorno más cercano, pero si podemos expresar a nuestros familiares y otras personas que podamos tener a nuestro alcance que nos importan y que son necesarias.  Intentar estar un poco más cerca y manifestar nuestro apoyo con llamadas, con mensajes y otros pequeños detalles, pueden ser muy significativos para quien los recibe.

Lo peculiar de esta pandemia, es que tanto la atención como el apoyo social se tienen que hacer a distancia. Diariamente nos sorprendemos con nuevas iniciativas dirigidas a la mejora de ese apoyo tan importante para sostenernos ante esta situación de confinamiento.

Pero, una de las capacidades más importantes para resolver problemas, es la capacidad de pedir ayuda. Hay personas que por diferentes circunstancias necesitan que estemos atentos a esas señales de riesgo de suicidio por lo que tenemos que ser proactivos, apoyando, escuchando y acompañando y ante la duda facilitar la ayuda profesional.

No siempre estamos en condiciones de poder disponer de esos factores protectores y es entonces cuando tenemos que saber pedir ayuda y, como en todos los problemas de salud, los servicios de atención primaria juegan un papel primordial, siendo en la mayoría de los casos el primer contacto.

Pese a que muchos de los esfuerzos sanitarios se están volcando en la Pandemia del Coronavirus   los servicios de Atención Primaria y de salud mental siguen estando disponibles para afrontar los distintos problemas de salud incluidos de prevención del suicidio.

Hablar responsablemente del suicidio puede ser una oportunidad para ayudar a las personas que pueden estar en riesgo y facilitar elementos de ayuda y apoyo.

Cuando la curva de la pandemia baje de forma definitiva, es necesario que mantengamos los esfuerzos en disminuir otra curva, la curva del suicidio, que es menos visible en la actualidad y que tendrá sus efectos más a largo plazo.

En esta situación todos y todas podemos contribuir a la prevención del suicidio. Como sociedad, tenemos la responsabilidad de transmitir apoyo y proporcionar seguridad a las personas que pueden están con más sufrimiento.

El suicidio se puede prevenir y sin duda VIVIR ES LA SALIDA.

FIRMANTES DEL BLOG

  • José Antonio López Cócera es enfermero especialista en salud mental y miembro de la comisión nacional de la especialidad.
  • Begoña Frades García. Psiquiatra y jefa del área de salud mental del Hospital Pare Jofre. Ha sido coordinadora autonómica de salud mental.
  • Rafael Sotoca. Médico de familia y activista sanitario. Fue director general de asistencia sanitaria de la Comunidad Valenciana
  • Carmen Montón es embajadora observadora permanente ante la Organización de los Estados Americanos y ha sido Ministra de Sanidad, consumo y bienestar social y Consellera de Sanidad.
  • Ricardo Campos. Médico Oftalmólogo. Ha sido Secretario General del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y subsecretario autonómico de sanidad.
  • Isabel González. Médico radiólogo. Fue jefa de servicio y profesora asociada de radiología en la Universidad Miguel Hernández de Elche así como Directora Gral. de la Alta Inspección y gerente de los departamentos de salud de San Juan de Alicante y La Ribera (Alzira)
  • Enrique Ortega. Médico especialista en enfermedades infecciosas y jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas, Emergentes e Importadas. Ha sido profesor asociado de de medicina de la Universidad de Valencia y Director Gerente del Departamento de Salud Hospital General de Valencia
  • Ana Boned Ombuena. Técnico Superior de Salud Pública de la Consellería de Sanitat Valenciana. Máster en salud pública por la U. de Harvard y especialista en medicina familiar y comunitaria.
  • Antonia García Valls. Asesora coordinadora en la Vicepresidencia Cuarta, Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Ha sido diputada en el congreso de los diputados.
  • Pere Herrera de Pablo. Medico de familia y médico SAMU. Ha ejercido como director del Servicio Emergencias Sanitarias de la Comunitat Valenciana.
  • Roser Falip Barangué. Doctora en Medicina y especialista en medicina de familia y en análisis clínicos. Ha sido gerente del departamento de salud de Alcoy.
  • Aurelio Duque Valencia. Médico de Familia y Comunitaria y representante sindical. Ha sido presidente de la Sociedad Científica de Medicina Familiar en la Comunitat Valenciana.
  • Verónica Montón Alegre. Artista interdisciplinar. Ilustradora del Blog Coronavirus en positivo.
  • Juan Domene. Médico Inspector en el servicio de calidad asistencial y seguridad del paciente. Ha sido gerente del departamento de salud Arnau de VilanovaLliria.

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