Salud en positivo

Una oportunidad para una movilidad más sostenible

Ilustración: Verónica Montón Alegre
Ilustración: Verónica Montón Alegre

La mayoría de los expertos coinciden en que la pandemia causada por el COVID-19, y la consiguiente crisis económica a la que nos aboca, va a provocar, lo está haciendo ya, profundos cambios en la vida de las personas y, también, entre otros muchos ámbitos, en el escenario en el que se desarrolla la cotidianidad de buena parte de las mismas: la ciudad. Una de esas modificaciones, que va a afectar a las urbes de todo el mundo, tiene que ver en la manera en que nos desplazamos por calles y plazas.

Como paradigma de esa situación voy a referirme al caso de mi ciudad, Valladolid, que, salvando sus peculiaridades, puede servir como referencia de otras muchas ciudades en las que se vislumbran profundas mudanzas en la movilidad en la etapa en la que se ha dado en llamar nueva normalidad, a la que nos abocamos tras los duros meses que nos ha deparado el coronavirus.

Los expertos en movilidad de nuestro Ayuntamiento señalan que, en la etapa previa al COVID-19, los desplazamientos en Valladolid se repartían de la siguiente manera: un 53% de los trayectos se hacían a pie –es esta una ciudad con un tamaño y una topografía que invita a caminar-, un 13% se realizaban en transporte público, un 30% en vehículo privado y el resto, un 4%, usando otros medios, principalmente la bicicleta. Esa realidad se ha visto modificada abruptamente, por cuanto con el estado de alarma decretado a causa de la pandemia se ha producido un importante descenso en la movilidad de la población, con lo que los viajes totales han llegado a mermar un 70%, alcanzado esa reducción al 95% en el caso de transporte público.

Los desplazamientos se reducirán en un 16%

Esos mismos técnicos avisan de que el escenario que nos vamos a encontrar en cuanto sea posible retomar la normalidad va a ser sustancialmente diferente al que se nos presentaba hace tan solo unos meses. Así, el número de desplazamientos va a verse reducido un 16% en relación a la etapa anterior al COVID-19; y en ese marco se mantendrá estable el porcentaje de trayectos realizados a pie, que suben un 2%, y aquellos en los que se utiliza la bicicleta. Pero asimismo advierten que, paralelamente, se producirá un cambio notable en el tráfico del transporte público y del vehículo privado. Aquel caerá del 13% anterior a la pandemia a un 4%; lo que se explica, fundamentalmente, por las restricciones que por motivos de seguridad sanitaria se han impuesto al transporte público. Y por, el contrario, crecerá sensiblemente el uso del vehículo privado, que pasará del 30% de la etapa anterior al coronavirus al 37%, lo que implicará que en el centro de la ciudad el paso de automóviles particulares se incrementará un 20%.

Puede aumentar el uso del vehículo privado con consecuencias ambientales y de fluidez en los desplazamientos

Este último es un dato especialmente preocupante, por cuanto ese notable aumento de los viajes en vehículo privado puede llevar al colapso del tráfico en algunas zonas de la ciudad, especialmente en el casco histórico, y, además, porque con el creciente flujo de automóviles subirán también intensamente los niveles de contaminación atmosférica, lo que agravará el riesgo que para la salud de las personas supone la polución. Ya nadie medianamente sensato pone en duda que la contaminación, por sí misma, es un importante factor que compromete la salubridad; pero aún más, se conocen estudios científicos solventes que ponen de manifiesto que el aire contaminado favorece la propagación del coronavirus.

¿Hemos de permanecer impasibles ante los avisos que nos alertan de las consecuencias que supondrá el aumento de desplazamientos de vehículos privados por la ciudad? o, a contrario sensu, ¿tenemos la obligación de actuar para evitar que se consolide un modelo de movilidad que va a generar importantes problemas para la ciudadanía? La respuesta no ofrece dudas. Como muchas otras urbes del mundo, hemos apostado decididamente por la segunda opción, porque aspiramos a que Valladolid sea un espacio urbano más amable, más seguro y más saludable.

Es cierto que esta crisis está generando muchas y graves complicaciones y requiriendo de grandes sacrificios por parte de todos, pero no lo es menos que, a la par, ofrece oportunidades para que, quienes tenemos responsabilidades de gobierno, gestionemos situaciones de manera distinta a como lo veníamos haciendo antes de la pandemia. Si sabemos aprovechar la ocasión podremos lograr, al menos en algunos ámbitos, entre ellos el de la movilidad, mejores estándares de calidad de vida en nuestra ciudad que los que teníamos previamente a la aparición del coronavirus. En consecuencia, conscientes de tal coyuntura, hemos elaborado un Plan encaminado a ordenar la movilidad en Valladolid en la transición hacia la nueva normalidad.

Los principales objetivos de ese Plan pasan por conseguir una movilidad sostenible y sanitariamente segura, concediendo más espacio al peatón y mejorando las infraestructuras destinadas al transporte público y a los ciclistas. Procura, también, evitar el colapso circulatorio en la ciudad, limitando el paso de vehículos privados por el centro de la ciudad, anticipando soluciones a los problemas de aparcamiento y, por supuesto, garantizando el acceso en coche cuando sea necesario para la realización de actividades esenciales.

Para alcanzar esos ambiciosos logros se contemplan una serie de medidas, muchas de las cuales serán de carácter permanente, mientras otras se plantean como flexibles, en tanto en cuanto son susceptibles de ser evaluadas y modificadas para lograr su mejora con el propósito de que, si se demuestra su bondad, adquieran la cualidad de definitivas. A algunas de esas medidas me refiero a continuación.

Así, en ese Plan se prevé extender la red de itinerarios peatonales, promoviendo nuevas peatonalizaciones en el centro de la ciudad. Las mismas van a interesar a diez calles de la ciudad que suman una longitud de 1,8 kilómetros. Además, se van cerrar al tráfico rodado algunas otras calles los domingos y festivos para que puedan ser disfrutadas por los viandantes.

Instalación de carriles bici segregados

También se va a abordar, como he señalado, la creación de infraestructuras que mejoren la movilidad ciclista, para lo cual se establecen diversas líneas de acción. La más destacada de ellas consiste en la instalación de carriles bici segregados, tanto bidireccionales como unidireccionales, en un buen número de vías públicas repartidas por toda la ciudad, incluidos los polígonos industriales, con lo que se aumentarán sensiblemente el número de kilómetros de ese tipo de infraestructuras disponibles en el casco urbano. En esa actuación cobra especial interés la unión entre carriles ciclistas ya existentes.

Asimismo, se van a instalar nuevos módulos aparcabicis y se va a completar la actual red de itinerarios seguros mediante actuaciones tácticas de bajo coste e implementación rápida. Con todo ello se persigue favorecer el uso de la bicicleta, al igual que indudablemente lo hará la limitación de velocidad a 30 kilómetros hora que se extenderá a múltiples calles de la ciudad.

Por lo que atañe al transporte público, conviene recordar que los autobuses urbanos, por motivos de seguridad sanitaria, se ven obligados a transportar menos pasajeros en cada vehículo de lo que permite su capacidad. Para poder aumentar la cifra de viajeros que trasladan los autobuses, hasta alcanzar índices cercanos a los anteriores a la pandemia, hemos de procurar que esos vehículos puedan moverse más rápido. Con ese propósito, se va a ampliar de manera significativa la red de carriles bus segregados en un buen número de calles del centro de la ciudad, con lo que se ganará en velocidad comercial de los autobuses urbanos. Nuestro reto es que el transporte público no pierda usuarios en favor de medios más contaminantes.

Además, queremos transmitir a la ciudadanía el mensaje de que el transporte público es seguro desde el punto de vista sanitario, pues las medidas que la empresa municipal de autobuses toma para ello así lo garantizan. En este sentido, en Valladolid los vehículos se desinfectan cada día, y en el interior de los mismos los usuarios viajan con mascarilla y con la separación necesaria entre ellos para preservar su seguridad, al haberse limitando el aforo de los vehículos.

Nuevos aparcamientos intermodales en la periferia de la ciudad

De igual manera, está prevista la puesta en funcionamiento de nuevos aparcamientos intermodales en la periferia de la ciudad, desde los que se tendrá acceso a la misma mediante el transporte público. Con esta medida se pretende disuadir del uso del vehículo privado para llegar al centro, lo que se puede hacer, cómodamente y con la rapidez necesaria, usando el autobús.

Muchas de las actuaciones que contempla el Plan, algunas de la cuales ya se están implementando, iban a ser desarrolladas en los próximos años, pero con la aparición de la pandemia y de sus consecuencias hemos acelerado su puesta en marcha para lograr que en nuestra ciudad la movilidad saludable sea una realidad cuanto antes.

El Plan de movilidad que estamos desarrollando, que lleva por título "Valladolid ciudad verde. Red de vías sostenibles", está abierto a la participación de la ciudadanía y de colectivos vecinales, ciclistas y ecologistas, por lo que, sin duda, va a mejorar sustancialmente con las contribuciones que ya se nos está haciendo llegar.  Este es, pues, un Plan vivo, que iremos actualizando, mejorando y enriqueciendo día a día, teniendo siempre muy claro el propósito que persigue: lograr una movilidad sostenible, capaz de garantizar las recomendaciones sanitarias y el derecho de las personas a moverse de manera eficiente por la ciudad.

FIRMANTES DEL BLOG

  • Óscar Puente Santiago. Alcalde de Valladolid
  • Carmen Montón es embajadora observadora permanente ante la Organización de los Estados Americanos y ha sido Ministra de Sanidad, consumo y bienestar social y Consellera de Sanidad.
  • Ricardo Campos. Médico Oftalmólogo. Ha sido Secretario General del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y subsecretario autonómico de sanidad.
  • Rafael Sotoca. Médico de familia y activista sanitario. Fue director general de asistencia sanitaria de la Comunidad Valenciana.
  • Begoña Frades García. Psiquiatra y jefa del área de salud mental del Hospital Pare Jofre. Ha sido coordinadora autonómica de salud mental.
  • José Antonio López Cócera es enfermero especialista en salud mental y miembro de la comisión nacional de la especialidad.
  • Isabel González. Médica radióloga. Fue jefa de servicio y profesora asociada de radiología en la Universidad Miguel Hernández de Elche así como Directora Gral. de la Alta Inspección y gerente de los departamentos de salud de San Juan de Alicante y La Ribera (Alzira)
  • Enrique Ortega. Médico especialista en enfermedades infecciosas y jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas, Emergentes e Importadas. Ha sido profesor asociado de de medicina de la Universidad de Valencia y Director Gerente del Departamento de Salud Hospital General de Valencia.
  • Antonia García Valls. Asesora coordinadora en la Vicepresidencia Cuarta, Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Ha sido diputada en el congreso de los diputados.
  • Pere Herrera de Pablo. Medico de familia y médico SAMU. Ha ejercido como director del Servicio Emergencias Sanitarias de la Comunitat Valenciana.
  • Roser Falip Barangué. Doctora en Medicina y especialista en medicina de familia y en análisis clínicos. Ha sido gerente del departamento de salud de Alcoy.
  • Aurelio Duque Valencia. Médico de Familia y Comunitaria y representante sindical. Ha sido presidente de la Sociedad Científica de Medicina Familiar en la Comunitat Valenciana.
  • Verónica Montón Alegre. Artista interdisciplinar. Ilustradora del Blog Coronavirus en positivo.
  • Juan Domene. Médico Inspector en el servicio de calidad asistencial y seguridad del paciente. Ha sido gerente del departamento de salud Arnau de VilanovaLliria.

 

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