Salud en positivo

Hablemos de suicidio

Ilustración: Verónica Montón Alegre
Ilustración: Verónica Montón Alegre
Hablar sobre suicido ayuda a prevenirlo

Hablar sobre el suicidio lo previene. Eso afirma el 73,7% de los consultados en una encuesta realizada por GESOP, gabinete de estudios sociales que colabora con el proyecto documental "La palabra maldita".

7 personas de cada diez de las más de 1600 consultadas en nuestra muestra coinciden. Es una cifra muy alta. Pareciera que el tabú, el estigma, el pacto de silencio en el que vivimos el suicidio desde hace siglos pudiera, por fin, desaparecer. La ciudadanía pensamos que hablar de suicidio es positivo, pero mirando las respuestas por grupos vemos cosas interesantes.

El grupo de mujeres jóvenes es el que más confía la palabra como forma de prevenir el suicidio en contraste con el de los hombres de mayor edad. También las personas con más formación académica muestran más confianza que el grupo con menos formación.  Coherente con esto vemos que son los estudiantes en comparación con las personas jubiladas son quien más responden positivamente a la cuestión.

Quizá estas respuestas pudieran ser intuitivamente esperables, con la juventud optimista y las herramientas que ofrece la formación como factores que explican las diferencias. En el caso de la relación entre lugar en que se habita y la ideología política y la confianza en que hablar de suicidio resulte preventivo la cosa tiene una interpretación menos clara.

La izquierda, más confianza en la palabra

Por un lado, la gente que vive en zonas urbanas se muestra hasta 10 puntos más favorable que la que reside en zonas rurales o núcleos más pequeños. Por otro, el 78,8% de las personas que se consideran de izquierdas o de centro izquierda creen que hablar de suicidio lo previene, 13 puntos más que los que se autodefinen como de derechas, el 65%.

Son variaciones sobre amplias mayorías, superiores a los dos tercios, que debemos interpretar como un cambio de paradigma en la aproximación social al problema del suicidio.

A estas alturas sabemos de su impacto en números. Un suicidio en el mundo cada 40 segundos, en España, cada dos horas y media.  Un problema que mata el doble que los accidentes de tráfico, más de 3.600 personas cada año. Y de impacto en intensidad de dolor. Si añadimos que por cada persona que se suicida, entre 10 y 20 lo intentan hablamos de cifras brutales de sufrimiento a nuestro alrededor.

Hace años la Organización Mundial de la Salud puso el foco en la necesidad de que los países pusieran en marcha mecanismos para la prevención de la conducta suicida. Mejorar la atención a la salud mental, a las adicciones y a las personas vulnerables y grupos de riesgo debe ser una prioridad para los sistemas de salud. ¿Se puede hacer más?, para empezar, podemos no empeorar.

Efecto Werther

Hablar sí, pero hablar bien. Esta semana, una cabecera de tirada nacional titulaba un artículo sobre un caso de suicidio visibilizando de manera llamativa el mecanismo suicida, "Se suicida de un disparo en la cabeza...". Saltándose las recomendaciones de la OMS y de las propias organizaciones profesionales de prensa para el manejo de las noticias sobre suicidio. Los medios deben tomarse en serio su papel en esto, su capacidad de aportar en positivo. Deben tener en cuenta que sus lectores demandan información sobre el suicidio, pero como en cualquier tema, información de calidad y adecuadamente tratada.

En eso consiste el efecto Papageno, en que la información adecuada sobre el suicidio resulte preventiva para los grupos y personas en riesgo.

La sociedad quiere hablar sobre el tema, que se hable, que existan canales de comunicación, recibir información y expresarse, conversar sobre el suicidio. Intuye, de la misma manera que los profesionales saben, que hacerlo mejorará el problema. Sin duda, hablemos de suicidio.

Firma del Post:

  • Rafael Sotoca. Médico de familia y activista sanitario. Fue director general de asistencia sanitaria de la Comunidad Valenciana.

Forman el Foro Ágora Salud:

  • Carmen Montón es embajadora observadora permanente ante la Organización de los Estados Americanos y ha sido Ministra de Sanidad, consumo y bienestar social y Consellera de Sanidad.
  • Ricardo Campos. Médico Oftalmólogo. Ha sido Secretario General del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y subsecretario autonómico de sanidad.
  • Rafael Sotoca. Médico de familia y activista sanitario. Fue director general de asistencia sanitaria de la Comunidad Valenciana.
  • Begoña Frades García. Psiquiatra y jefa del área de salud mental del Hospital Pare Jofre. Ha sido coordinadora autonómica de salud mental.
  • José Antonio López Cócera es enfermero especialista en salud mental y miembro de la comisión nacional de la especialidad.
  • Isabel González. Médica radióloga. Fue jefa de servicio y profesora asociada de radiología en la Universidad Miguel Hernández de Elche así como Directora Gral. de la Alta Inspección y gerente de los departamentos de salud de San Juan de Alicante y La Ribera (Alzira)
  • Enrique Ortega. Médico especialista en enfermedades infecciosas y jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas, Emergentes e Importadas. Ha sido profesor asociado de de medicina de la Universidad de Valencia y Director Gerente del Departamento de Salud Hospital General de Valencia.
  • Antonia García Valls. Asesora coordinadora en la Vicepresidencia Cuarta, Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Ha sido diputada en el congreso de los diputados.
  • Pere Herrera de Pablo. Medico de familia y médico SAMU. Ha ejercido como director del Servicio Emergencias Sanitarias de la Comunitat Valenciana.
  • Roser Falip Barangué. Doctora en Medicina y especialista en medicina de familia y en análisis clínicos. Ha sido gerente del departamento de salud de Alcoy.
  • Juan Domene. Médico Inspector en el servicio de calidad asistencial y seguridad del paciente. Ha sido gerente del departamento de salud Arnau de Vilanova-Lliria.

Ilustra el blog:

  • Verónica Montón Alegre. Artista interdisciplinar.

 

 

 

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