Posibilidad de un nido

La herencia sigue bajo el real culo de Felipe VI

La herencia sigue bajo el real culo de Felipe VI
Felipe VI saludando al dictador ante la atenta mirada de su padre Juan Carlos I en el Pazo de Meirás. / EFE

Dejemos clara una cosa desde el principio: eso de que el rey Felipe VI ha renunciado a su herencia es una bobada como la copa de un pino.

Su padre, jefe del Estado español, ha robado durante toda su vida y seguirá haciéndolo, porque del robo viene, y del crimen, de la tortura y del asesinato. Su padre, Juan Carlos I, se sentó en 1975 sobre un trono que acababa de dejar calentito el dictador Francisco Franco, y besó, honró públicamente y reverenció la memoria del criminal. Faltaría más. Un trono bien vale el silencio.

El acto de aceptar su trono y cargo del culo de un dictador, después de 40 años de sangre y brutalidad, prolongó de hecho la dictadura. Hasta tal punto que Juan Carlos dejó de ser rey en la práctica antes de que la sociedad española, con la reticencia de una buena parte, dejara de honrar al dictador en su mausoleo. Y hasta tal punto era conocido y evidente lo anterior, que Adolfo Suárez no tuvo ningún reparo en explicarle el asunto a la periodista Victoria Prego en 1995. Sin despeinarse y como quien cuenta una graciosa historia familiar, recordó Suárez que "la mayor parte de los jefes de Gobierno extranjeros me pedían un referéndum sobre monarquía o república", relató el que había sido, hasta llegar a la presidencia del Gobierno, uno de los capitostes de mayor importancia y con mayor futuro, como quedó después claro, de la dictadura. Aquel día, ante la periodista, quien dicho sea de paso tuvo a bien callárselo para toda su vida, añadió: "Hacía encuestas y perdíamos...".

En rey Juan Carlos no se volvió ladrón, no nos salió malo. Ya era así. Venía así de fábrica. ¿Qué si no puede ser quien acata el mal y lo hereda, y para heredarlo le rinde reverencia pública? El dictador Francisco Franco convirtió España en su coto y cortijo. ¿Cómo no iba a robar Juan Carlos I, heredero del coto y cortijo que el criminal había robado sangra a sangre, dolor a dolor, pegándoles dentelladas a la decencia, a la bondad, a la verdad y a la vida?

Y todavía alguno se pregunta con la boquita abierta de los imbéciles cómo puede ser, cómo ha llegado Juan Carlos tan lejos.

Porque se lo hemos permitido. Así de sencillo.

Han sido los medios extranjeros los que han tenido que destapar al rey como delincuente porque en España no hemos sido capaces ni de destapar su participación en la dictadura, y por lo tanto en el crimen. Los medios de comunicación han callado, los partidos políticos han callado, las instituciones han callado y la sociedad entera ha callado, obedecido y acatado. Se llama vasallaje, y también se llama participación en el crimen, porque todo silencio lo es.

Hemos construido un relato que nos venía bien, un relato cobarde que solo se ha resquebrajado cuando la evidencia ya es innegable, cuando han venido desde fuera a soltárnosla en las narices como un puñetazo a la cobardía, al pacto de silencio con el delito y la prolongación de la infamia y el crimen como forma de gobierno.

La herencia del rey Felipe VI no son un puñado de millones robados a todos y cada uno de los españoles y españolas, a un país entero, herencia por cierto a la que no es verdad que ha renunciado. La herencia de Felipe VI es su trono. El actual rey de España ha arrellanado sus reales posaderas sobre el trono que dejó (a medias) su padre, o sea sobre el silencio y la silla del criminal. A eso no ha renunciado, y quien acepta, calla y participa. Como nosotros, como la sociedad española entera y nuestros medios de comunicación y nuestros partidos políticos y nuestra triste y cobarde idea de la Justicia.

Felipe VI no ha renunciado a nada, porque ¿qué significan unos cuantos millones para quien tiene un poder que no puede serle arrebatado y que llegará a su hija y así por generaciones? El silencio ha heredado. El silencio sobre el crimen, y por lo tanto su participación. Un trono bien vale el silencio. Y esa, la verdadera herencia, la conserva a buen recaudo debajo de su real culo.

 

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